El verano alcanzó
lo máximo de su volumen. Una bella doncella de unos veinticinco años
arreglaba su jardín y por querer terminar la tarea que se impuso le
ganó la noche, como hacía calor se echó en el pasto para descansar
pero le venció el sueño. Con el lucero del alba sintió un ligero
vaho cerca de su cara, entreabrió los ojos pero prefirió continuar
durmiendo. A eso de las diez o diez y media el calorcito la despertó,
se puso de pie para ir a bañarse y cambiar vestido cuando reparó en
unas huellas en el piso, nunca vio algo igual, las siguió, llegaban
hasta la tapia fronteriza y desaparecían. ¿Sería acaso un venado?
Entró a casa,
procedió a su aseo corporal, se puso vestido limpio, algo de fragancia.
De allí pasó al comedor, notando la falta de pan, entonces tomando
una bolsa salió a comprarlos. De regreso recordó lo de la huella,
así que se encaminó a la parte trasera de su casa y buscando con detenimiento
reparó en cuatro huellas muy marcadas. Efectivamente, un animal
saltó de dentro de su casa para salir, pero qué animal era ese que
estuvo esa noche, ella no lo sabía.
Durante cuatro
días continuos prosiguió hallando huellas similares pero al quinto
vio algo que le llamó la atención, a un lado había excremento de
caballo. En su casa no los criaban, tampoco sus vecinos, entonces ¿de
quién eran? Las pisadas no correspondían a un corcel, entonces ¿quién
defecaba?
Ella decidió
volver a pasar la noche en su jardín. Cuando la tarde comenzaba a declinar,
en casa encendieron el lamparín a querosene. Tomaron un vaso de hierba
buena endulzada con miel de abejas, unas tostadas con un poco queso
fresco y consumieron algo de mashica. Todos fueron a sus dormitorios
pero ella se las ingenió para deslizare hacia el jardín, llevaba consigo
apenas una manta ligera, buscó un lugar aparente y se recostó. Primero
pensó en qué animal podría ser, luego se dio cuenta del descuido
de no traer algo de soga para atraparlo, pero luego se dijo que mejor
seria dejarlo libre y de tanto pensar le ganó el sueño.
Casi a la madrugada
sintió algo caliente por su mejilla, abrió con mucha delicadeza un
ojo y se sorprendió al ver. ¿Qué creen usted que vio? Pues nada menos
que un hermosísimo corcel blanco, con unas barbas algo ralas, como
de chivo, pero lo más raro era que tenía un cuerno en espiral que le
brotaba de la cabeza. Cerró sus ojos, apretó con fuerza los párpados,
con su mano hizo la señal de la cruz y llamó a la madre: Dios te
salve María, llena eres de gracia..al terminar levantó un párpado
pero la aparición continuaba allí, ahora invoca al padre: Padre
nuestro, que estás en los cielos.. y cuando concluyó respiró
hondo, fue soltando con lentitud el aire, antes de atreverse a mirar
estiró su brazo con algo de cautela y al tocar una cara con pelos comprendió
con claridad que no era el diablo disfrazado, entonces lo fue acariciando
de a pocos hasta que no pudo resistir más y abriendo los ojos vio al
animal que tenía al frente.
El animal miró
con mucha ternura a los ojos de la dama, sobó con gran delicadeza
su cuello con el brazo de la dama y sin querer los dos se pusieron a
acariciarse. Ella se sentó
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en el césped
para poder levantar un poco mas su brazo y asiendo el cuello del animal
lo trajo hacia un lado de su rostro. Así se quedaron un largo rato.
Luego en un impulso irresistible le dio un beso en el cuello instante
en que se escuchó un muy leve relincho. Ahora estaba totalmente
convencida que era un tierno animal aunque ignoraba su nombre. La mañana
ya estaba encima y el animal volvió a relinchar, trataba de indicarle
que era hora de retirarse pero ella no soltaba su cuello. Con suavidad
inició un movimiento para comenzar a caminar, recién ella parece que
comprendió la intención pero antes de soltarlo volvió a darle
otro beso. En animal se fue caminando lentamente y al llegar a la tapia
dio un gran salto y desapareció.
Ella no contó
nada en casa, no fuera que a su padre, el señor Díaz, bueno ella trataba
con mucha solemnidad a su padre, se le ocurriera cazarlo y llevarlo
a un circo para ganar dinero, pero a pobre animal lo privarían de su
libertad. No, eso nunca, era tan tierno, tan bello que no merecía semejante
crueldad. Su madre, era muy apegada a su padre y por eso era incapaz
de contradecirlo. Mejor era mantener todo en secreto. Mientras tanto
fue a la biblioteca municipal a ver si lograba encontrar el nombre de
ese animal.
- No me digas que
se trata de un...
- Si, estás en
lo cierto – me respondió Alfredo – es nada menos que un
unicornio.
- Pero si el unicornio
es un ser mitológico.
- Claro, eso yo
también lo sé, pero ella no.
- ¿Y cómo llegó
allá?
- Eso no lo se,
ni creo que alguien lo sepa.
- ¿Cómo saben
que se trataba de un unicornio?
- Ten paciencia,
todo a su tiempo – me dijo Alfredo, tranquilizándome.
Todas las tardes
sacaba una hoja vieja de cuaderno para hacer un cucurucho, le echaba
un chorrito de azúcar y lo cerraba. Había aprendido que su caballito
recién se mostraba al amanecer, por eso, se retiraba a su dormitorio
para acostarse, de manera que todo se veía normal, pero amaneciendo,
abría la ventana que daba al jardín y salía a su encuentro. Apenas
lo divisaba su corazón empezaba a latir con más fuerza, abría el
cucurucho y le ofrecía su contenido. El unicornio metía su lengua
embarrándola de azúcar, un relincho muy suavecito salía de su garganta
en agradecimiento. Ella lo acariciaba, a veces se montaba en el y él
le daba un paseo corto. También solía sujetarlo del cuerno y el dejaba
oír agradables sonidos guturales. El tenía sólo el cuello y la cabeza
para acariciarla pero ella disfrutaba pasándole sus palmas por la grupa,
por las ancas, por todo su cuerpo. La unión entre la joven y
el unicornio se estrechaba cada vez más.
Mientras tanto
el verano hacía su efecto calórico, en unos de esos días caniculares
ella se fue al río para bañarse. Llegó y como estaba desolado el
paraje se desvistió y ¡chuás¡ se hundió en las aguas procediendo
a bracear. Como los unicornios tienen una vista muy aguda, por eso la
divisó desde lejos y a pesar de ser de día trotó al encuentro de
la muchachita. Ella al verlo se levantó, mostrándose de cuerpo entero,
lo llamó para invitarlo a que entrara al agua.
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- No me digas que.
- Aunque no lo
creas, aquello que parece imposible, el amor encendió
el encuentro.
- Pero, no sé como
decirlo para que no parezca grosero, los caballos tienen tremendo pistolón.
- Pero en las cosas
del amor todo consiste en saber acomodarse.
- No, eso no lo
puedo creer.
- Que impaciente
eres.
Las idas al
río para bañarse se hicieron mas frecuentes, pasó el verano y el
otoño hizo su ingreso, cuando a la muchachita le empezó a dar mareos,
algunas comidas le provocaban vómitos y de pronto su barriga le fue
creciendo de a pocos. Sus padres la acosaron a peguntas pero ella guardaba
estricto silencio, quien le iba a creer que tuvo amores con un hermoso
caballito, se iban a reír en su cara, la acusarían de mentirosa ¿dónde
se ha visto algo semejante? En ninguna parte ¿y por qué tendría que
suceder por primera vez en Omas? No, imposible hablar.
- Ves, te dije
que lo imposible se hizo posible.
- Pero pude ser
cualquier vecino y ella lo encubrió.
- Muy pronto lo
sabrás.
- Si, porque soy
como Santo Tomás, ver para creer.
Ella tuvo un
embarazo normal y al final alumbró un varón al que le pusieron por
nombre Constancio, si él era Constancio Díaz Rodríguez nacido
en 1924 en Omas, en la sierra de Lima. Creció como todos los niños,
fue a la escuela, creció, jugó. Tancho, él era muy alegre, conversador.
Si, Tancho de niño pasó a joven y de joven a adulto, no muy
alto, su altura es de un metro y medio, con un rostro agradable. Se
hizo mecánico, chofer, pescador, el trabajaba en todo, si algo no sabía
pronto lo aprendía, la vida se le presentaba laboriosa pero grata.
Al cumplir
treinta años, más o menos un buen día sintió un ligero dolor en la
cabeza, creyendo tener piojos, machucó semillas de ruda, ese polvo
lo disolvió en agua y con ella se lavó los cabellos. A la semana,
al peinarse notó que el peine chocaba con algo, corrió al baño para
mirarse la cabeza y vio que tenía pegado algo, se rascó pero no se
desprendía. Entonces se dejó crecer los pelos, pero aquello no dejaba
de crecer, muy pronto se erguía siendo imposible cubrirlo. Con una
escofina se lo limó casi al ras. Respiró aliviado mas la tregua duró
poco pues aquello pugnaba por crecer. Sus padres lo llevaron al médico
para que lo examinara. Le cortaron el pelo para ver con claridad y el
diagnóstico fue que le estaba creciendo un cuerno.
- Te lo dije. No
te olvides que yo crecí escuchando y viendo todo aquello. Tancho es
apenas un poco mayor que yo.
- Que le crezca
un cuerno es una rareza de la naturaleza pero nada más.
- Pero una amiga
de colegio de su mamá contó lo que ella le confesó.
- ¿Y qué pasó?
- Los médicos
la escucharon pacientemente pero no le creyeron nada.
- ¿Por qué no
le creyeron?
- Porque los unicornios
son seres mitológicos, segundo, porque no es posible fecundar un
óvulo humano con esperma de caballo y tercero porque el miembro viril
de caballo no puede penetrar a la mujer.
- No te dije, eso
no puede ser.
- No estás obligado
a creer, yo te cuento lo que vi y escuché
en mi juventud.
La vida se
tornó desagradable, ya no podía trabajar, el cuerno continuó creciendo
hasta alcanzar los veintidós centímetros, se refugió en su casa.
Salía de cuando en cuando, dejó de bañarse para no ver su cuerpo,
temía le fueran a crecer patas o rabo. Los vecinos le regalan ropa
pero el prefiere cambiarse sólo dos veces al año.
Amable lector,
soy compañero de labores, en la universidad como catedráticos, con
Alfredo Ponce y además pariente lejano por el lado de mi abuelo materno.
El es psicólogo y jamás ha mentido pero aún así, ingresé a Internet
y mediante Goglee puse Pueblito de Omas, y pude ver fotografías
de Constancio Díaz Rodríguez, cariñosamente llamado Tancho.
Hay además declaraciones de las autoridades de la localidad. Solo así
es como me decidí escribir la presente historia.
¿No me cree?
No es cuestión de fe, ingrese usted mismo a Internet, escoja el buscador
que le ofrezca mayor garantía, ponga Pueblito de Omas y usted
mismo vea al hijo del unicornio. No está obligado a aceptar a rajatabla
todo lo dicho pero por lo menos entérese.
(c) José Respaldiza Rojas
Lima - Perú
publicado el 4-4-2009