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Estás aquí:  Inicio >>  Cuentos, poemas, relatos >>  De nanas y jazmines - Silvia Loustau
 
De nanas y jazmines - Silvia Loustau
 

Desde Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires

...En el patio terraza había enormes macetones, hasta un pino que era decorado en Navidad. Hasta que crecía y lo trasladaban a la quinta. Y los jazmines. Los jazmines, como guirnaldas caían del borde de los aleros. Ese perfume aún la envuelve. Y si se siente nostálgica, ese aroma la acaricia por dentro...

imagen: Eugenio Daneri, muestra La mirada desde la sombra, ver galería de imágenes


De nanas y jazmines

En  la duermevela, esa palabra tan de Juan Ramón Jiménez, de una  de esas mañanas de abril, sintió como se iba deslizando de un sueño. Era  confuso. Sólo que había mucha gente, ella miraba desde afuera , mientras resonaba una  pregunta. Pregunta con la que se despertó. ¿ Qué le cantaba su madre cuando ella era un bebé ?¿O  a  esa niñita de ojos asombrados y ropita  Marilú que la mira desde las fotos que ha encontrado entre los recuerdos maternos  ¨?. Asombroso mundo el de las fotos  Cartones que nos muestran una vida que fue. Un instante congelado donde todo parece pacífico, feliz. Sin embargo, mirándolas y  leyendo el año escrito detrás, logra recordar algunos entretelones de la historia.

   ¿Y las canciones y las nanas? Recuerda una  que le cantaba su abuela  o su tía  cada vez que debían desenredar su largo, fino, pelo rubio. Cabello  del que resbalaban todos los moños. Recuerda. Era acerca de una princesa a quien peinaban con peines de oro y de marfil . Pero en aquel entonces ella  tendría cuatro o cinco años. Sí, de su abuela recuerda una nana...Maria Santa Ana  que tiene el niño...Con su madre aparecieron La farolera, la que se enamoró de un coronel, y Mambrú, para entonces debía estar cerca de los seis.

   Su padre, el gran ausente, pero  hacedor de importantes regalos- presentes que ella  muchas  veces odió- le había traído unos álbumes. Enormes, negros discos de pasta, que le permitían escuchar en las tardecitas de invierno. Uno tenía los cuentos de los hermanos Grimm. Luego, alguien, no recuerda quien, le regaló Peter Pan.Lo rayó de tanto escucharlo. Quería ser Wendy porque  estaba enamorada de Peter Pan. Otras deseaba ser Campanita, para volar lejos de su casa.  Pero, qué nanas le cantó su madre?  ¿Estará aún a tiempo de preguntarle?

   Es extraño y doloroso ver a  su madre, quien  creía poder con todo, hundirse en el mundo del  Alzeheimer . Sus olvidos. Su antigua ira y tensión, sus ataques  y agravios sin motivo. Su cara, a veces  un rostro de hospicio.

  Se imagina ese mal como una sombra, que va arrastrando, traga  todo hacia un oscuro adentro. Traga, y va quedando sólo el  cuerpo. . ¡ Qué ironía, ahora que está medicada con antipsicóticos, por  vez primera la llama por teléfono y pide verla.. Ella fue el domingo. Y al despedirse la abrazó, con un abrazo como nunca había sentido de  los brazos maternos. Pensó, son abrazos de despedida, y si no se apura no sabrá , jamás , que le cantó cuando fue un bebé.

    Cuenta el  folklore familiar que cuando ella tenía apenas  cinco meses sus  abuelos la llevaban en brazos al  amplio patio terraza, le mostraban la luna, le enseñaban a  saludarla. Ella no sabe si uno puede guardar recuerdos y sensaciones de tiempos tan lejanos, pero  aún cree sentir el suave pulóver de su abuelo y una manito moviéndose hacía es luz redonda y blanca que navegaba por el cielo.

   En el patio terraza había enorme s macetones, hasta un pino que era decorado en Navidad. Hasta que crecía  y lo trasladaban a la quinta. Y los jazmines. Los jazmines, como  guirnaldas caían  del  borde  de los aleros. Ese perfume aun  la envuelve. Y si se siente nostálgica, ese aroma la acaricia por dentro. 

   Los jazmines y su  aroma están relacionados con su abuela. Hacía pequeños ramilletes que repartía por la casa. Entonces la casa respiraba como un solo jazmín. Ese perfume la enervó en la preadolescencia, cuando los primeros temblores eróticos sacudían su cuerpo.

    Unos años atrás  fue sometida a una videoendocopía , por capricho del médico ,sin anestesia general. En un momento dado, con los tubos en su cuerpo, sintió deseos de arrancarse todo y huir desnuda por los pasillos de la clínica. Salvarse del sufrimiento. Y en ese mismo instante la envolvió el perfume de los jazmines. Se tranquilizó. Ya en la sala  de espera, mientras su  compañero hacía los trámites de rigor, y ella trataba de mantenerse erguida en un incomodo sillón, el perfume seguía rodeándola . Como si  estuviese envuelta en una burbuja, así se sentía. Y siguió dentro de ella .  Salieron de  la clínica y dieron  un largo paseo, en auto, por la costa, y el aire marino, que  refrescaba su rostro, se iba mezclando  con la esencia de los jazmines. Hasta que desapareció. Algunos dicen  que ese  perfume era su abuela cuidándola.

   Y el domingo , cuando fue a visitar a su madre, después del  fuerte abrazo ,le cortó unas ramitas de jazmín y se los dio. Llegó a su casa y los sumergió en una jarrita de cristal tallado . La puso en  su estudio. A  la mañana siguiente,

Cuando entró para levantar la cortina, el perfume la envolvió. ¿Cómo tres ramitas de  jazmín expandían tanta fragancia? , entonces, lloró.

(c) Silvia Loustau

Mar del Plata

publicado el 22-3-2009

                                                                                                        

                                                        

 


 
 
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