...En el patio terraza había enormes macetones, hasta un pino que era decorado en Navidad. Hasta que crecía y lo trasladaban a la quinta. Y los jazmines. Los jazmines, como guirnaldas caían del borde de los aleros. Ese perfume aún la envuelve. Y si se siente nostálgica, ese aroma la acaricia por dentro...
imagen: Eugenio Daneri, muestra La mirada desde la sombra, ver galería de imágenes
De nanas y jazmines
En la
duermevela, esa palabra tan de Juan Ramón Jiménez, de una de esas mañanas
de abril, sintió como se iba deslizando de un sueño. Era confuso. Sólo
que había mucha gente, ella miraba desde afuera , mientras resonaba una
pregunta. Pregunta con la que se despertó. ¿ Qué le cantaba su madre cuando
ella era un bebé ?¿O a esa niñita de ojos asombrados y ropita
Marilú que la mira desde las fotos que ha encontrado entre los recuerdos maternos
¨?. Asombroso mundo el de las fotosCartones que nos muestran una vida que fue. Un instante congelado donde
todo parece pacífico, feliz. Sin embargo, mirándolas y leyendo el año
escrito detrás, logra recordar algunos entretelones de la historia.
¿Y las
canciones y las nanas? Recuerda una que le cantaba su abuela o su
tía cada vez que debían desenredar su largo, fino, pelo rubio.
Cabello del que resbalaban todos los moños. Recuerda. Era acerca de una
princesa a quien peinaban con peines de oro y de marfil . Pero en aquel
entonces ella tendría cuatro o cinco años. Sí, de su abuela recuerda una
nana...MariaSanta Ana que tiene el niño...Con su madre aparecieron La farolera, la que se enamoró de un
coronel, y Mambrú, para entonces
debía estar cerca de los seis.
Su
padre, el gran ausente, pero hacedor de importantes regalos- presentes
que ella muchas veces odió- le había traído unos álbumes. Enormes,
negros discos de pasta, que le permitían escuchar en las tardecitas de
invierno. Uno tenía los cuentos
de los hermanos Grimm. Luego, alguien, no recuerda quien, le regaló Peter
Pan.Lo rayó de tanto escucharlo. Quería ser Wendy porque estaba enamorada
de Peter Pan. Otras deseaba ser Campanita, para volar lejos de su
casa. Pero, qué nanas le cantó su madre?¿Estará aún a tiempo de preguntarle?
Es
extraño y doloroso ver a su madre, quien creía poder con todo,
hundirse en el mundo del Alzeheimer . Sus olvidos. Su antigua ira y
tensión, sus ataques y agravios sin motivo. Su cara, a veces un
rostro de hospicio.
Se imagina
ese mal como una sombra, que va arrastrando, traga todo hacia un oscuro
adentro. Traga, y va quedando sólo el cuerpo. . ¡ Qué ironía, ahora que
está medicada con antipsicóticos, por vez primera la llama por teléfono y
pide verla.. Ella fue el domingo. Y al despedirse la abrazó, con un abrazo como
nunca había sentido de los brazos maternos. Pensó, son abrazos de
despedida, y si no se apura no sabrá , jamás , que le cantó cuando fue un bebé.
Cuenta el folklore familiar que cuando ella tenía apenas cinco
meses sus abuelos la llevaban en brazos al amplio patio terraza, le
mostraban la luna, le enseñaban a saludarla. Ella no sabe si uno puede
guardar recuerdos y sensaciones de tiempos tan lejanos, pero aún cree
sentir el suave pulóver de su abuelo y una manito moviéndose hacía es luz
redonda y blanca que navegaba por el cielo.
En el
patio terraza había enorme s macetones, hasta un pino que era decorado en
Navidad. Hasta que crecía y lo trasladaban a la quinta. Y los jazmines.
Los jazmines, como guirnaldas caían del borde de los
aleros. Ese perfume aun la envuelve. Y si se siente nostálgica, ese aroma
la acaricia por dentro.
Los
jazmines y su aroma están relacionados con su abuela. Hacía pequeños
ramilletes que repartía por la casa. Entonces la casa respiraba como un solo
jazmín. Ese perfume la enervó en la preadolescencia, cuando los primeros
temblores eróticos sacudían su cuerpo.
Unos años atrás fue sometida a una videoendocopía , por capricho del
médico ,sin anestesia general. En un momento dado, con los tubos en su cuerpo,
sintió deseos de arrancarse todo y huir desnuda por los pasillos de la clínica.
Salvarse del sufrimiento. Y en ese mismo instante la envolvió el perfume de los
jazmines. Se tranquilizó. Ya en la sala de espera, mientras su
compañero hacía los trámites de rigor, y ella trataba de mantenerse erguida en
un incomodo sillón, el perfume seguía rodeándola . Como si estuviese
envuelta en una burbuja, así se sentía. Y siguió dentro de ella .
Salieron de la clínica y dieron un largo paseo, en auto, por la
costa, y el aire marino, que refrescaba su rostro, se iba mezclando
con la esencia de los jazmines. Hasta que desapareció. Algunos dicen que
ese perfume era su abuela cuidándola.
Y el
domingo , cuando fue a visitar a su madre, después del fuerte abrazo ,le
cortó unas ramitas de jazmín y se los dio. Llegó a su casa y los sumergió en
una jarrita de cristal tallado . La puso en su estudio. A la mañana
siguiente,
Cuando entró para
levantar la cortina, el perfume la envolvió. ¿Cómo tres ramitas de jazmín
expandían tanta fragancia? , entonces, lloró.