Un hombre abre los ojos y los fija en el techo, iluminado
apenas por la media luz del alba. Siente la nuca mojada por la transpiración.
Se vuelve bruscamente hacia la ventana ahora. Si, la ventana de siempre. A su
lado su mujer se sobresalta y le pregunta:
-¿Qué pasa querido?
-Nada, es que tuve un sueño terrible…
-Hace rato que estoy despierta. Sentí que te movías y te
dabas vueltas. ¿En qué soñabas?
-Que era otra época… más adelante… Pocas horas antes de
su muerte, cerca de las doscientas setenta horas…
-¿Las doscientas setenta horas?
-Sí. ¡Eso! Le pedía a papá que dejara una orden para que
luego de que él se fuera, pudiera tener acceso a su archivo. Pensaba que eso
podría serme útil en momentos en que debiera presentarme al servicio.
-¿Qué servicio? – La mujer se voltea apoyándose sobre
uno de los codos para mirar a su marido.
-¡Déjame contar!... La mayoría de la gente no hacía esas
cosas Yo lo sabía. Ya se sabía lo que iba a pasar etc.. De todas maneras se lo
pedía. Recuerdo que tomábamos… ¡agua! A todos les parecía mal…
-¿Todos quienes?
-No sé, todos… Me miraban acusadores. Menos papá que,
como traduciendo la memoria en un gesto –ya que siempre me había destacado por
las excentricidades-, sin darle mayor importancia al asunto me dijo: “Claro,
¿por qué no?” Entonces había llegado el momento y estoy ahí. Introduzco la
tarjeta del álbum a mi nueva Memophil 36, me coloco los cerebrosondas y
comienzo a grabar mis impresiones.
Antes de que aparezca la primera
imagen, levanto la vista hacia la ventana y pienso: quizá sea inútil, quizá
realmente no sirva para nada, pero igual lo hago, guiado por no sé qué
instinto, tal vez humano… Volviendo a la realidad me doy cuenta que no cambié
todavía la imagen de la ventana que tengo hace como cincuenta horas.
Comencemos, me digo. A ver…
Acerco el índice al programador y aparece en la pantalla una serie de datos. La
voz metálica de la M36
me transmite: “Impresiones tomadas por”… ¡Uf! Eso ya lo sé. Adelanto un poco la
memoria y aparece, ahora sí, la primera imagen: papá niño. ¡Qué maldita
costumbre tenían los de antes de tomar imágenes de los niños sin cobertura!
¡Aj! ¿Qué desagradable! La piel transparente dejando ver todas las venas…
Adelanto un poco más… Papá joven
con su primer traje exterior. ¡Qué modelo tan antiestético y pesado! ¡Claro!
¡Un Tashai 13! Cómo se ve que era hijo único… ¡Un Tashai 13!... ¿Cuántas horas
valdría? Ahora me daba cuenta por qué el abuelo había vivido tan pocos
términos. Decido que cuando tenga hijos, que esperen por los trajes reglamentarios.
Aunque… para lo que hay que ver, quien sabe si todavía, no les compro trajes
mejores que el de mi padre…
¿Y ahora? ¡Ah! ¡Sí! ¡El Juramento
de Lealtad!... A ver… “Quien suscribe se compromete a servir sobre el plan…”
está marcado “tiempo corriente”, es decir seis horas por término desde los
veinte términos, “al COLMEN XA207 nosequécuanto”
Colmén… Papá me dijo una vez que
esa palabra venía del nombre de una cosa que fabricaban no sé que animalejos
que vivían antes… Al pie hay una nota, a ver… “ATENCION: Se avisa que en caso
de deslealtad en servicio, el traje de reglamento se abrirá automáticamente”.
Todavía ponían eso...
Papá me dijo que algunos lo
hacían a propósito. Esperaban a que el viento formara vacíos en la capa del gas
protector y la radiación gamma pasara hasta el nivel Cero. Entonces abrían sus
trajes. La piel se les estiraba hasta estallar, los ojos les saltaban de las
órbitas y sus cuerpos, poco menos que se vaporizaban, para quedar al final
reducidos a unas tiras retorcidas y secas. La muerte era casi instantánea, pero
parece que era algo feo de ver. Ahora, antes de salir, se pasa inadvertidamente
por un cerebrosonda y en caso de anormalidad -¿o normalidad?-, se le ordena a
uno a ir aprestar servicios en los túneles de energía, donde la exposición es
la misma pero en caso de suicidio, no se pone en peligro al Colmén.
¿Y esto? ¡Ah! Los coches A1 y A2.
¡Caramba! No me imaginaba que fueran así…
A1… Recuerdo ahora lo que decía
papá aquella vez que había tomado agua de más. (¡Qué enojada que estaba mamá!)
A ver… Aquí está: A1 turbina que quema los gases en suspensión BX207A y produce
los gases BX207B. Y la A2,
Turbina que quema los gases en suspensión BX207B y produce los gases BX207A.
Un día –dijo papá-, los
fabricantes de coches lograron la fórmula que solucionó,
-para los coches-, la falta de
combustible. Entonces aparecieron los A1 y los A2. Claro que en ese momento ya
se vivía bajo el nivel Cero. Así que ese tipo de vehículos era prácticamente
innecesario.
A ver… ¿Qué más hay de los coches?...
Sí, ahí arriba está el famoso ojo dinámico: una cámara ultrasensible de visión
infrarroja. Estaba ubicada sobre el casco girando a alta velocidad para
transmitir al conductor una imagen de 353 grados. Ese era el punto vulnerable:
los siete grados que ocupaba en la imagen el timón estabilizador,
necesariamente un poco más alto que el ojo. Aquí están las Tablas. 7 grados en
la pantalla, pero a ochocientos o mil metros detrás, el ángulo es mucho mayor,
lo que posibilita la caza con menos riesgos de caer bajo el rayo de láser
automático. Bien. Esto puede ser interesante. Lo veré más detenidamente
después.
A ver… ¿Qué más hay? ¡Claro! ¡No
podía faltar! Papá al lado de su primera pieza. Un A… 2, parece… ¡Bah! Su
primera y única. Creo que papá nunca se arriesgó mucho. Me acuerdo cuando me
dijo que había Colmens piratas, que eran los que usaban esos coches. ¡Qué
escándalo hizo mamá! “Ahora verás, -dijo mamá-, Intentarán subir al nivel Cero
a ver. Querrán escaparse y terminarán como el mayor de los de la 7003, disuelto
en los tanques.”… “Bueno, -dijo papá, la única vez que oí que le alzara la voz
a mamá-, algunos eligen otra forma que no se las horas de exposición”.
Y yo me quedaba pensando… “Las
horas de exposición”. Doscientas ochenta horas de exposición a las radiaciones
exteriores sobre el nivel Cero, por vigilancia, o en los túneles de energía.
Una cantidad promedio de exposición que coincide más o menos con la edad de
sesenta y seis o sesenta y siete términos. Papá me dijo que antes, cuando la gente
vivía sobre el nivel Cero, los términos se llamaban años. Y que en los años
había estaciones y… ¿qué más? Bueno, puras complicaciones. Aquí en el nivel
menos 204 se habla de horas, términos y se acabó.
Luego de las doscientas ochenta,
sobrevienen unos pequeños malestares y de pronto se desintegra el sistema
nervioso central. Ni largas agonías ni dramas. Doscientas ochenta normales es
un buen tiempo. Creo que más no soportaré. No con todas estas nuevas costumbres
de los jóvenes de hoy. Y en cuanto a reducir el tiempo, bueno, nunca se sabe.
De pronto aparece una imagen nueva para las ventanas, y a uno se le ocurre
vivir un poco más.
Al final me voy a dormir. Me saco
las cerebrosondas, no sin antes transmitirle al ordenador que deseo descansar y
éste, antes de apagarse, me desea buenos sueños (¡Imbécil!) Alzo la vista y
vuelvo a mirar la ventana falsa. Me pregunto qué imagen pondré ahora. A ver el
catálogo… Mmmm “Palomas en plaza”… ¿Palomas en plaza? ¿Qué será eso?
-¡Qué será eso decía! ¿Te das cuenta ahora? ¡Qué
terrible!
-Si querido… ¡Dios mío! ¡Qué imaginación!... A todo
esto, ¿qué hora es?
-Casi las siete, es hora de que los niños se levanten…
-Sí. Hoy tienes que hablar seriamente con tu hijo.
-¿Qué hizo ahora?
-Ayer camino a la escuela, volvió a quitarle la máscara
de oxígeno a la hermana…