Herencia
Hijo planetario de mí heredas
la sangre de tus sílabas,
una explicación que te explica:
vienes desde donde yo mismo
he venido a tientas.
Acaso este tesoro contenga
algunas de las claves
del crucigrama incompleto
que configuras con tus pasos de tierra.
Como humano, hijo del universo,
eres una ola del océano infinito
que besando muchas playas
permanece uno y muchos
al mismo tiempo.
Cada raíz de tus nombres, hijo del
suelo,
como todos los nombres,
conjuga tierras lejanas y oficios de
leyenda,
uno de ellos, por decir, a un recolector
de impuestos
en el Imperio Otomano.
Tu afán de conquista se llama Rasmusen
u otro nombre
con quien, generaciones atrás, exploraste
el polo sur o el norte.
Por otra huella te remontas hasta un
prócer.
No lo conoces. Pertenece a la leyenda
de un pueblo transitorio
pero a ti también te pertenece esa
historia
y le pertenecerá a tus hijos y
a su descendencia.
Tu estirpe es de los mares y los vientos
de los pueblos de Moisés, de Eneas
y de Zeus.
Hay lenguajes y culturas que te hablan
y no entiendes,
a pesar de animar cada una de tus venas:
el italiano, el árabe, el francés,
el español, el inglés,
ese idioma en que has nacido,
en uno de los vuelos mágicos de tu
sangre;
y este testimonio que aun puedes leer,
hijo del tiempo,
tu hijo quizá ya no lo entienda
aunque le quemen los sonidos
con signos y gestos inexplicables.
En esta amalgama de lenguas te procreas.
Son sílabas de lenguajes milenarios
que navegan tu sangre con nostalgia.
Si te fijas en tus manos,
verás oficios de supervivencia que
hoy son olvido.
Manos que cultivaron antiguas tierras,
inventaron aquella ilusión que llaman
ciencia.
Son las mismas manos que recorrieron
libros de leyes,
metafísica y letras. Esas manos que
negociaron
telas, aviones y cereales,
son las mismas que recogieron
desde el Drachma hasta los dólares,
las que cuidaron con el calor de la
caricia.
Fíjate en tus manos, hijo,
en sus surcos cosecharás genes increíbles,
Algún día descifrarás en un espejo
de carne ajada
los rostros de antiguas raíces y semillas.
Porque en tu vida verás morir y amanecer
nombres,
con lágrimas y sonrisas
y te verás en cada uno de ellos, hijo,
misteriosamente reflejado.
La herencia es el idioma de la sangre
que guarda la memoria.
(c) Luis Alberto Ambroggio 1998.
Sobre el autor: ver espacio de autor imagen: Cerámica Condorhuasi (Catamarca) ver galería de imágenes: Tesoros precolombinos del Noroeste argentino
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