Jamás vi su rostro, pero lo adivino…
Jamás vi su
rostro, pero lo adivino
mientras el agua
de la mañana empapa mis ropas
y atravieso vías
muertas y vacíos depósitos
hacia la casa.
Por eso
que nunca vieron
mis ojos humanos
y sin embargo
desde siempre conozco,
encuentro firmeza
en lo volátil
y alimento donde
otros encuentran ayuno.
Así, de lo que va
a quemarme
es todavía la
víspera, de la vida,
aunque breve, aún
es el apogeo;
aún respira en el
útero
la que para el
mundo yace lejos y perdida.
Así, instante en
que de golpe escampa,
se llena de
panes, frutas y pescados.
(c) Carlos
Barbarito
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