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Ni la sal ni el limón
–Conque
usté va para las Latas y a coger café, ay papito de lo que se va a sorprender.
No ve que yo vengo de allá y viera la que me pasó. Sin nada me quedé, no me
cree. Primero entremos en confianza, un traguito. Claro, ya lo sabía, a ver, ¡por favor!!!, dos acá. Sí, conque
va pa las Latas, ay Dios, que si las conozco, y es que de allá vengo.
–No tengo ni para los blancos
ni pal pan, y es que le digo que fue así, cómo que no, y es que no sé por donde
empezarle la vaina, viera que ando en unas tan güeisas
que ni pa qué le digo, y es que la sinvergüenza tras de eso me dejó, sí sí, la Colérica, ya verá usté de
lo que le digo, no es vara amigo mío, en serio, noooombre, pa qué le voy a soltar
todo este montón de palabras si no es porque me estoy volviendo como loco, es
que si usté supiera lo que es andar en la calle y sin un cinco y que ni lo
vuelvan a ver a uno, y es que por güevón, ya me las sabía todas todas de lo que
me iba a pasar, ¿ah no?, pero siempre uno en las mismas, no se escucha el alma
que le dice bien profundo lo que se tiene que hacer y derechito cae en el hueco
de la angustia y la soledad. Pero la vida es tan extraña que uno ni se da ni
cuenta de lo que le puede pasar, ya verá de lo que le digo señor, porque las
cosas a veces no son como se nos aparecen y usté mi estimado, usté lo sabrá,
más todavía si es que va para allá.
–¿Qué?, pero es cierto, allá me fui a
buscar brete y pues
pa que le cuento, ocupaban tanta gente, y es que usté sabe que la situación
está pal tigre, furris
furris hoy en día, no hay trabajo, pues pa uno que es pobre y ni ha estudiado,
y yo de necio, diay, le entré. Sí, estábamos el Puñetas y yo que nos íbamos
para la rejuntas de café. Ahí en Tres Ríos estaban dizque buscando mano de obra
barata pues para la vaina y nosotros ni lerdos ni perezosos nos fuimos a ver si
era cierto lo que se comentaba. Yo jamás me había imaginado lo de coger café,
ese es trabajo para nicas me decía todo el tiempo, pero mentira, hay de todo y
de todito, ya verá si va para allá. Llegando a la finca, una que está cerro
arriba, antes de subir el Ochomogo, usté la ve derechito cuando se viene del
lado derecho del bus, miramos esos matorrales inmensos que se ven en la entrada
pero ya tantico después se ojean esos cafetales y ese montonón de gente con
canastos y con todo pues para la breteada y uno se hace el pequeñito de tan
sólo pensar en esa cantidad de café y del buen salario que los patrones de la
tal finca se podrán echar. Y sí, buscaban gente. Algo me decía que la situación
no era tan clara pues cuando nos citamos con el capataz Temible, así supe que
le decían, observé que éste individuo se andaba en otras, como muy zángano el
mal bicho. Pero bueno, el Puñetas que de necio y necio, que la plata nos iba a
servir y que demole al trabajo que para eso es a lo que venimos, pues no lo
canso nos adentramos. Yo le escuchaba medio despistado pero bueno, a la larga
acepté de mala gana y pensando que la harina
me iba a servir en la situación que me encontraba. Y es que la paga no estaba
tan mala, ya me veía a fin de mes jalando pa Limón a los carnavales y a todo.
Pero qué güevón, ni la sal ni el limón. Lo que le digo, ya empezando a laborar
y el capitán Temible me agarró entre ojos. Que por qué, diay, ya se lo puede
imaginar: faldas. Al pelele se le derretían los helados por una piapia que
estaba de malonga en el lugarsucho, yo dialtiro le cudré desde que llegamos y
la otra que se iba detrás mío y que puros besitos y puros abrazos y que le toco
una nalga, otro besito y ya usté se puede imaginar toda la barbaridá. Yo ni le
hacía caso pero diay, por la
Colérica, usté sabe que uno juega del lado correcto y ahí en
ese charral pues ni modos, además yo no le quería poner los cuernos a mi
chiquita linda pero uno es hombre y de ahí a que anden hablando playadas
mejor hacerle el tiro a la mona sin jugársela en balde, ¿no cree?
–Pues como le iba diciendo, sí, empezamos
a trabajar y los días fueron pasando. Al principio me la fui jugando con el
canasto y las matas del café, y es que es bien jodido recoger los granitos y no
destruir la ramita de la plantica porque si no se la cobran a uno enterita.
Pero bueno, le agarré el volado y con la piapia detrás mío me fui haciendo de
la idea que coger café no era tan feo. Se veían a lo lejos de la finca varias
casillas mal hechas pues para los peones que venían de Nicaragua o de zonas
alejadas, de ahí el nombre las Latas. Hasta inditos habían en la zona, y aunque
no me crea, ellos sí que saben coger café. Le tienen un amor a la matita como
nadie nadie, saben de la plantita tanto tanto y hasta son buenazos hasta los
dientes, y lo más curioso es cuando se hablan en su idioma y chuchichean como
si fueran loros y uno no les entiende ni papa. Con ellos me llevé pura vida, de
veras. La piapia era del norte y andaba media separada de todo el mundo, no
quería a los pobres inditos y quien sabe por qué, porque ella como muy criolla
como que no, pero la muy despabilada apenas me vio se arrimó bien arrimada. Es
que ella bien caliente todo el tiempo, lo que el sapo quería, usté me entiende,
y claro, yo así como muy feo no soy, hasta me empezaron a decir el Brad Pitt de
los cafetales.
–Para que se haga una idea, nosotros nos
veníamos del centro de Tres Ríos y en media hora estábamos ya a las puertas de
la propiedad, llegábamos temprano y nos íbamos tipo tres de la tarde ya bien
cansados por todo el día llevando sol, lluvia, bruma o lo que sea, hasta
piapia. Los que vivían en aquellas latas
se quedaban más tiempo trabajando porque les quedaba cerca la cogida y además
sus contratos por ser temporales les exigía más horas de trabajo y menos
sueldo, valga decir. Entre ellos estaba la piapia que siembre andaba
reclamando.Y es que es cierto, no crea que lo estoy maniando, para nada, pero a
ellos les pagaban menos. A nosotros no nos vieron caras de santurrones ni de
quien sabe qué idiay, nos ajustaron un poquito más, y calladín calladón, por
suerte dijo el zorrón, pero a los otros peor que a un perro cojo que pa nada
sirve. Pero no le canso, a la piapia me la empecé a alzar en una de las latas
en donde vivía y para mala suerte mía el
Temible se dio cuenta. Usté sabe que la gente es chismosa y mal intencionada,
además de que la piapia como loca diciéndole a todo mundo que yo le estaba
haciendo el mal. Ya me llamó a su dizque oficina y me dijo que las matas las
estaba estropeando todas y dejando rotas y que no sé que vainas más. Yo que se
dejara de embustes y farsantismos, que no era cierto y que se dejara de
calumniar, que sólo al principio pero que ahora no y bueno, y no le canso
conque al final se le notó fresco fresco lo de la piapia y yo ni lento ni
perezoso le dije que ese no era asunto suyo y él que ya me las vería y que ni
me asomara por ahí para nada y yo pues que me dé el dinero de los días pasados
porque ya me habían pagado algunos pero por sal mía me debían otros y él que
nada y yo que ahora sí se me jodió todo por la otra hijueputa y este malparido
celoso y al final de cuentas sin trabajo y sin nada.
–¿Que qué hice?, ay papito, es que ya
cansado del asunto me fui, sí, así nomás ¿Qué podía hacer?, y para sorpresa mía
llego a la casa y qué me encuentro: la Colérica se fue. Del porqué no tengo la más
mínima idea pero pa mí que la sal la traigo desde que me fui a trabajar a las
Latas. No no, no es vara mía, pero es que uno no es tontico, mi suerte desde
que puse los pies en ese lugarsucho del demonio va de mal en peor, vea que al
Puñetas ni lo he vuelto a ver, quién sabe qué fue lo que le pasó porque desde
que me despidieron pues yo me vine derechito pal pueblo y de él no sé nada ni
nadie tampoco. Y por eso le estoy contando todo esto, pues para que lo piense
bien eso de irse por allá, no vaya a ser que usté también se desaparezca o le
juegen sucio como a mí.
–La sal es una desgracia constante,
cuando se anda consigo no se la puede quitar uno con nada ni con nadie, es como
un embrujo que sólo puede desaparecerse de la misma forma en que se lo han
pegado, y yo creo que la piapia fue la que me lo pegó; qué tenía yo que hacer
con ella cuando todo estaba bien conmigo, sí, no tenía brete pero ya lo había
conseguido, hasta me estaba pensando gastar la platica allá en Limón que tanto
me gusta y hacerme un ahorro pues para comprarle algo bonito a la Colérica, pero es justo,
es justo acaso, créame señor. Además de que ese lugar de las Latas, ay Dios,
que si lo conozco, es tan feo y desagradable como la cárcel misma, y es que ya
verá de lo que le hablo. Yo me lo pensaría mucho en ir por esos rumbos, y no se
asuste que ni le hago mates ni nada, es cierto, tráigaselas precavido, yo sé lo
que le digo. Y no se crea que lo quiero agüevar, pero es mejor andarse con la
verdad, no no, yo no soy de esos que se andan por las ramas y nunca dicen nada
claro, me entiende.
–Pero para seguirle contando, en esas
cuando llego al pueblo y me doy cuenta que la Colérica se ha ido, pues
me voy como un rayo pa la casa de sus tatas a ver si está ahí la desaparecida y
viera que ni remedios ni nada saben de ella. Yo jodido le pregunto a su mama:
–Viera doña Julia, es que llego a la choza
y la Colérica
se ha ido, tendrá usté noticias de ella, porque me preocupa.
–Ay papito, no sabemos naida, si nosotros
la hacíamos con usté mijo, pero qué le ha pasado, parece enfermo, y esa cara de
muerto que se anda. No me diga que se pelearon de nuevo. Ay mi niño, y a ver si
le ha hecho algo malo, es que usté es medio malamansado.
Me sentía mareado y todo, pero claro, sin
la paga, si un centavo en el bolsillo y ahora sin la mujer en la casa, pensando
quien sabe qué barbaridades sobre ella. No es que yo le ande por el amor
coliflor, nombre, pero uno no es de piedra, uno siente y cuando todas estas
desgracias se le acumulan a uno pues le sale la llorona. Y es que el mundo se
me venía encima y no sabía qué hacer, y todo por culpa del brete ahí en la Latas, y de la tal piapia
que segurito segurón se estaba revolcando en esos momentos con el Temible o con
quién sabe quien para ver si su sueldo aumentaba y yo sin la sal ni el limón.
Es que qué sal, maldita sal, cómo es posible que me pase esto a mí. Y qué vaina,
viera, ya caminando lentamente y pensativo por los trechos de mi pueblo pienso
que lo mejor que pude haber hecho es haberme jalado de las Latas, claro amigo,
que ahí ni me asomo y que ni tonto voy por allá a buscar nadititica. Pero cuál
sería la sorpresa una semana después, cuando uno de los peones que trabajaban
allá me mira de reojo en el parque del pueblo y me pregunta que por qué no
volví y que qué estoy haciendo y que dale a reflexionar otra vez con ese lugar.
Yo por no cansarlo y un tanto agüevado de mi disgusto le empiezo a contar lo
que me pasó y él que no sea tontico y que le vaya a reclamar los cincos que me
deben a los talporcuales ésos, que de por sí el Temible no es tan malo de todas
formas y que a lo mejor me dan la plata que me deben y hasta me contratan
nuevamente porque falta aún mucho más para la verdadera cogida que será en
varias semanas y gente siempre es buena pa la cogida. Yo que ni loco me
voy por allá y él que no sea tontico,
aunque sea la plata para ayudarme en estos momentos de dificultad, y yo
pensándolo bien pues ni modos le doy la razón y a la mañana siguiente me voy a
las Latas latosas pues pa ver qué pitos tocan.
–Pero no lo canso verdá, verdá que no, es
que en las Latas todo se puede esperar, y tenga cuidado de que lo asalten
subiendo el Ochomogo, con estas nubes le puede ir feo, no ve que ni se ve un
alma. Ah sí, ya le digo lo que me pasó, razonando los consejos del otro baboso,
al otro día me voy como un rayo para ver qué vainas. Llego a la entrada de la
propiedad y no miro a nadie, abro la puerta de la finca y empiezo a caminar
hasta ver las Latas mismas que se imponen ante la vista de cualquiera que entra
a ese lugar. En las Latas logro distinguir al compañero que me ha dado los
buenos consejos de ir a hablar con el Temible. Me saluda con su mano izquierda
ya que con la derecha lleva el canasto del café. Desaparece entre las Latas y
no lo veo más. Sigo caminando y llego a la oficina del Temible. No hay nadie
así que espero un rato para ver qué. Nadie llega y me empiezo a preocupar, ni
siquiera en las Latas se puede ver a nadie, es como si todos se hubieran ido y
no hubiera rastro de ninguno. Pienso que estarán finca adentro y llegarán en
pocos minutos pero pasa el tiempo y nada de nada. Me estoy preocupando, y qué
habrá pasado con mi compañero, el Puñetas, y la piapia, ¿qué será de ella? Ni
los inditos están ahí. Atento a cualquier movimiento espero y espero. Miro el
cielo y parece como si fuera a empezar a llover. Caen un par de goticas y
anuncian una tormenta para la tarde, como pasa normalmente en nuestro país
cuando hace calor en la mañana y en la tarde ese diluvio, usté sabe. Nadie
llega y decido irme rápidamente antes de que yo desaparezca también, pues me
entra el taco, usté sabe, el miedo. Llego a la entrada de la finca donde
estuviera antes y observo un caballo negro que lleva a un hombre sentado en él.
El hombre se apea del animal y me pregunta que qué hago aquí. Usté no me cree,
verdá que no. Pero es cierto. Espere, no se vaya, no se vaya. El hombre lleva
su rostro oculto y me vuelve a preguntar que qué hago aquí. Le explico mi
situación y el hombre me dice que no me haga el tonto y que ni crea que lo voy
a engañar tan frescamente, que ya se sabe las mañas de todos los maliantes
de la zona y que mejor me vaya por donde he venido porque estoy en su propiedad
y que a mí nadie me ha invitado a su finca. Yo lo miro asustado y le vuelvo a
explicar que no, que yo vengo a reclamar lo de mi dinerito y que hable usté
mejor con el capitán Temible para que vea que es cierto. Él que no sea yo
bruto, cuál Temible ni qué mierda, que me jale o sino me mete un balazo antes
de llamar a la policía. Y en ese momento le logro obeservar su rostro y cual
sería la sorpresa mía cuando en su cara miro la jeta del mismo Temible, el
mismo en persona y que no me reconoce. Le digo que yo lo conozco y que mejor me
dé la plata porque sino voy yo a llamar a la policía para que lo metan a él a
la cárcel por abusador y por mentiroso, además de ser tan fariseo. El pone la
cara como que no cree lo que estoy dicendo y dice que bueno, que llamemos a la
policía pero que primero me va a dar por bruto una golpiza que nunca se me
olvidará. Yo que empiece, para eso soy hombre y que no le aguanto nada de nada.
En eso llega por detrás el baboso que me había dado los consejos y dice:
–Patrón, qué se le ofrece.
–Usté dejó entrar a este ignorante a la
finca.
–Perdón, pensé que venía a buscarlo.
–Pues no, y yo no sé en que se anda pero
vaya llame al guarda para que se lo lleven.
El otro se fue y ni se dignó a mirarme.
Me empezaba a asustar, yo traté de etenderme con el otro pero en balde. Sí, es
que usté sí es necio, esa es toda la verdad, le estaba tratando de explicar al
Temible cuando ¡pum!,
siento un derechazo que me deja medio tonto. Trato de ponerme en guardia pero ¡pum! otra vez y ¡pum!, ¡pum!, ¡pum!, y esta sí me dejó frito. De
ahí no me acuerdo muy bien hasta que llegué a la comisaría y me desperté.
–Pero qué mano del Temible, ¡qué mano! Yo estaba medio atontado y ya en
la comisaría pues trataban de atormentarme mucho más. En serio, créame hombré,
así que vaya usté pensándolo bien porque para ir a las Latas, ¡uyuyuy!, ¡mamamía!, mejor se anda con
cuidado porque en ese lugar nunca se sabe. Pues sí, yo explicándole todo al
jefe inspector y él que no, que no sea tontico, que desde cuando yo andaba
cogiendo café, que qué eran esas mentiras, que cuáles eran mis intenciones y no
sé que más. Al final yo no sabía ni qué decir y ellos que mejor me dejaran
preso por unos días para ver si así escarmentaba de mi estupidez y me dedicaba
a hacer cosas buenas. Yo que qué majaderos, que nooombre, que yo soy del pueblo
y que cómo es eso que me van a dejar preso si no he hecho nada de nada. Ellos
que no siga mintiendo, que cómo del pueblo, que dónde estan mis papeles y que
me ande sin confianzas porque sino así sí que me va a joder todo. Yo que mejor
lo dejemos así y que nunca volveré a ese lugar tan feo de la Latas. Y así fue, pasaron
los días y yo que cuándo me iban a dejar y ellos que hasta que me comportara
mejor y que me dejara de babosadas sino la temporada iba a ser larga. Seguían
los días y los meses y yo que qué será de la Colérica y del Puñetas,
hasta pensando en mi suegra que segurito preocupada por mí y de mi desaparición
preguntaba en todo sitio y a toda persona. Pasaba el tiempo y nada, yo ahí
metido y sin saber qué hacer, todo solitario y sin hablar con nadie. Hasta que
un día me dijeron que bueno, que ya era tiempo y que sí, que podía salir. Pues
salgo del la cárcel medio enfermo, como de costumbre pa variar y me voy a mi
casa y lo que me esperaba, ya no es mía ni la pared, mi casa no existe o no la
puedo ver ni encontrar donde la había dejado antes, miro a las personas que
estan a mi alrededor y tampoco, no conozco a nadie y parece ser que nadie me
conoce a mí. Pues me dirijo a donde la suegra a ver si la Colérica se ha aparecido
por allá y me digo que qué raro que no hayan preguntado por mí en la comisaría,
pues toco la puerta y me sale la doña y me pregunta que quién soy, que qué
quiero en su casa y no sé qué más. Pues soy yo doña Julia, dónde está la Colérica, dígame,y ella
que no me entiende y que qué quiero, que ellos no dan limosna ni nada y que
mejor me vaya antes de que llamen a los oficiales que caminan enfrente en ese
momento. No se preocupe señora, que me voy y no la vuelvo a molestar, faltaba
más mi respetable; tanta desgacia no me podía seguir pasando, y menos quería
estar en la cárcel otro tiempo más. Pues en mi desgracia me pregunto: ¿qué hago?, no me voy pa las Latas
otra vez, ya me dijeron clarito que allá ni me arrime, seguro el otro
degenerado me dispara por la espalda y yo caigo muerto sin ningua aclaración,
aunque pensaba yo, será lo mejor, ¡total!!!,
estoy como muerto en vida. Y en esos pensamientos es cuando me lo encuentro a
usté, sí, porque de tanto caminar sin rumbo y sin sentido me he venido por acá,
pues a tomarme un trago, y es que viera que me encontré de camino un par de
moneditas porque Dios no le hace falta a nadie, y claro, me dije, un traguito,
un traguito a ver si me topo a alguien en el chinchorro, y vea usté, hablando
de esto y lo otro lo veo a usté que va para allá y yo de buena gente que soy
pues le cuento mi historia y definitivamente le aconsejo que no se vaya por
esos rumbos, que no, que no sea necio, que ahí ni la sal ni el limón.
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