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Estás aquí:  Inicio >>  Cuentos, poemas, relatos >>  Ni la sal ni el limón - Paulo González Ramírez
 
Ni la sal ni el limón - Paulo González Ramírez
 

Desde Zurich

...Con ellos me llevé pura vida, de veras. La piapia era del norte y andaba media separada de todo el mundo, no quería a los pobres inditos y quien sabe por qué, porque ella como muy criolla como que no, pero la muy despabilada apenas me vio se arrimó bien arrimada...

imagen: Cándido Portinari, India y mulata, ver galería de imágenes: Antonio Berni y sus contemporáneos

Ni la sal ni el limón

–Conque usté va para las Latas y a coger café, ay papito de lo que se va a sorprender. No ve que yo vengo de allá y viera la que me pasó. Sin nada me quedé, no me cree. Primero entremos en confianza, un traguito. Claro, ya lo sabía, a ver, ¡por favor!!!, dos acá. Sí, conque va pa las Latas, ay Dios, que si las conozco, y es que de allá vengo.

–No tengo ni para los blancos[1] ni pal pan, y es que le digo que fue así, cómo que no, y es que no sé por donde empezarle la vaina, viera que ando en unas tan güeisas[2] que ni pa qué le digo, y es que la sinvergüenza tras de eso me dejó, sí sí, la Colérica, ya verá usté de lo que le digo, no es vara amigo mío, en serio, noooombre, pa qué le voy a soltar todo este montón de palabras si no es porque me estoy volviendo como loco, es que si usté supiera lo que es andar en la calle y sin un cinco y que ni lo vuelvan a ver a uno, y es que por güevón, ya me las sabía todas todas de lo que me iba a pasar, ¿ah no?, pero siempre uno en las mismas, no se escucha el alma que le dice bien profundo lo que se tiene que hacer y derechito cae en el hueco de la angustia y la soledad. Pero la vida es tan extraña que uno ni se da ni cuenta de lo que le puede pasar, ya verá de lo que le digo señor, porque las cosas a veces no son como se nos aparecen y usté mi estimado, usté lo sabrá, más todavía si es que va para allá.

–¿Qué?, pero es cierto, allá me fui a buscar brete[3] y pues pa que le cuento, ocupaban tanta gente, y es que usté sabe que la situación está pal tigre[4], furris furris hoy en día, no hay trabajo, pues pa uno que es pobre y ni ha estudiado, y yo de necio, diay, le entré. Sí, estábamos el Puñetas y yo que nos íbamos para la rejuntas de café. Ahí en Tres Ríos estaban dizque buscando mano de obra barata pues para la vaina y nosotros ni lerdos ni perezosos nos fuimos a ver si era cierto lo que se comentaba. Yo jamás me había imaginado lo de coger café, ese es trabajo para nicas me decía todo el tiempo, pero mentira, hay de todo y de todito, ya verá si va para allá. Llegando a la finca, una que está cerro arriba, antes de subir el Ochomogo, usté la ve derechito cuando se viene del lado derecho del bus, miramos esos matorrales inmensos que se ven en la entrada pero ya tantico después se ojean esos cafetales y ese montonón de gente con canastos y con todo pues para la breteada y uno se hace el pequeñito de tan sólo pensar en esa cantidad de café y del buen salario que los patrones de la tal finca se podrán echar. Y sí, buscaban gente. Algo me decía que la situación no era tan clara pues cuando nos citamos con el capataz Temible, así supe que le decían, observé que éste individuo se andaba en otras, como muy zángano el mal bicho. Pero bueno, el Puñetas que de necio y necio, que la plata nos iba a servir y que demole al trabajo que para eso es a lo que venimos, pues no lo canso nos adentramos. Yo le escuchaba medio despistado pero bueno, a la larga acepté de mala gana y pensando que la harina[5] me iba a servir en la situación que me encontraba. Y es que la paga no estaba tan mala, ya me veía a fin de mes jalando pa Limón a los carnavales y a todo. Pero qué güevón, ni la sal ni el limón. Lo que le digo, ya empezando a laborar y el capitán Temible me agarró entre ojos. Que por qué, diay, ya se lo puede imaginar: faldas. Al pelele se le derretían los helados por una piapia que estaba de malonga en el lugarsucho, yo dialtiro le cudré desde que llegamos y la otra que se iba detrás mío y que puros besitos y puros abrazos y que le toco una nalga, otro besito y ya usté se puede imaginar toda la barbaridá. Yo ni le hacía caso pero diay, por la Colérica, usté sabe que uno juega del lado correcto y ahí en ese charral pues ni modos, además yo no le quería poner los cuernos a mi chiquita linda pero uno es hombre y de ahí a que anden hablando playadas[6] mejor hacerle el tiro a la mona sin jugársela en balde, ¿no cree?

–Pues como le iba diciendo, sí, empezamos a trabajar y los días fueron pasando. Al principio me la fui jugando con el canasto y las matas del café, y es que es bien jodido recoger los granitos y no destruir la ramita de la plantica porque si no se la cobran a uno enterita. Pero bueno, le agarré el volado y con la piapia detrás mío me fui haciendo de la idea que coger café no era tan feo. Se veían a lo lejos de la finca varias casillas mal hechas pues para los peones que venían de Nicaragua o de zonas alejadas, de ahí el nombre las Latas. Hasta inditos habían en la zona, y aunque no me crea, ellos sí que saben coger café. Le tienen un amor a la matita como nadie nadie, saben de la plantita tanto tanto y hasta son buenazos hasta los dientes, y lo más curioso es cuando se hablan en su idioma y chuchichean como si fueran loros y uno no les entiende ni papa. Con ellos me llevé pura vida, de veras. La piapia era del norte y andaba media separada de todo el mundo, no quería a los pobres inditos y quien sabe por qué, porque ella como muy criolla como que no, pero la muy despabilada apenas me vio se arrimó bien arrimada. Es que ella bien caliente todo el tiempo, lo que el sapo quería, usté me entiende, y claro, yo así como muy feo no soy, hasta me empezaron a decir el Brad Pitt de los cafetales.

–Para que se haga una idea, nosotros nos veníamos del centro de Tres Ríos y en media hora estábamos ya a las puertas de la propiedad, llegábamos temprano y nos íbamos tipo tres de la tarde ya bien cansados por todo el día llevando sol, lluvia, bruma o lo que sea, hasta piapia. Los que vivían en aquellas latas se quedaban más tiempo trabajando porque les quedaba cerca la cogida y además sus contratos por ser temporales les exigía más horas de trabajo y menos sueldo, valga decir. Entre ellos estaba la piapia que siembre andaba reclamando.Y es que es cierto, no crea que lo estoy maniando, para nada, pero a ellos les pagaban menos. A nosotros no nos vieron caras de santurrones ni de quien sabe qué idiay, nos ajustaron un poquito más, y calladín calladón, por suerte dijo el zorrón, pero a los otros peor que a un perro cojo que pa nada sirve. Pero no le canso, a la piapia me la empecé a alzar en una de las latas en donde vivía y para mala suerte mía el Temible se dio cuenta. Usté sabe que la gente es chismosa y mal intencionada, además de que la piapia como loca diciéndole a todo mundo que yo le estaba haciendo el mal. Ya me llamó a su dizque oficina y me dijo que las matas las estaba estropeando todas y dejando rotas y que no sé que vainas más. Yo que se dejara de embustes y farsantismos, que no era cierto y que se dejara de calumniar, que sólo al principio pero que ahora no y bueno, y no le canso conque al final se le notó fresco fresco lo de la piapia y yo ni lento ni perezoso le dije que ese no era asunto suyo y él que ya me las vería y que ni me asomara por ahí para nada y yo pues que me dé el dinero de los días pasados porque ya me habían pagado algunos pero por sal mía me debían otros y él que nada y yo que ahora sí se me jodió todo por la otra hijueputa y este malparido celoso y al final de cuentas sin trabajo y sin nada.

–¿Que qué hice?, ay papito, es que ya cansado del asunto me fui, sí, así nomás ¿Qué podía hacer?, y para sorpresa mía llego a la casa y qué me encuentro: la Colérica se fue. Del porqué no tengo la más mínima idea pero pa mí que la sal la traigo desde que me fui a trabajar a las Latas. No no, no es vara mía, pero es que uno no es tontico, mi suerte desde que puse los pies en ese lugarsucho del demonio va de mal en peor, vea que al Puñetas ni lo he vuelto a ver, quién sabe qué fue lo que le pasó porque desde que me despidieron pues yo me vine derechito pal pueblo y de él no sé nada ni nadie tampoco. Y por eso le estoy contando todo esto, pues para que lo piense bien eso de irse por allá, no vaya a ser que usté también se desaparezca o le juegen sucio como a mí.

–La sal es una desgracia constante, cuando se anda consigo no se la puede quitar uno con nada ni con nadie, es como un embrujo que sólo puede desaparecerse de la misma forma en que se lo han pegado, y yo creo que la piapia fue la que me lo pegó; qué tenía yo que hacer con ella cuando todo estaba bien conmigo, sí, no tenía brete pero ya lo había conseguido, hasta me estaba pensando gastar la platica allá en Limón que tanto me gusta y hacerme un ahorro pues para comprarle algo bonito a la Colérica, pero es justo, es justo acaso, créame señor. Además de que ese lugar de las Latas, ay Dios, que si lo conozco, es tan feo y desagradable como la cárcel misma, y es que ya verá de lo que le hablo. Yo me lo pensaría mucho en ir por esos rumbos, y no se asuste que ni le hago mates ni nada, es cierto, tráigaselas precavido, yo sé lo que le digo. Y no se crea que lo quiero agüevar, pero es mejor andarse con la verdad, no no, yo no soy de esos que se andan por las ramas y nunca dicen nada claro, me entiende.

–Pero para seguirle contando, en esas cuando llego al pueblo y me doy cuenta que la Colérica se ha ido, pues me voy como un rayo pa la casa de sus tatas a ver si está ahí la desaparecida y viera que ni remedios ni nada saben de ella. Yo jodido le pregunto a su mama:

–Viera doña Julia, es que llego a la choza y la Colérica se ha ido, tendrá usté noticias de ella, porque me preocupa.

–Ay papito, no sabemos naida, si nosotros la hacíamos con usté mijo, pero qué le ha pasado, parece enfermo, y esa cara de muerto que se anda. No me diga que se pelearon de nuevo. Ay mi niño, y a ver si le ha hecho algo malo, es que usté es medio malamansado.

Me sentía mareado y todo, pero claro, sin la paga, si un centavo en el bolsillo y ahora sin la mujer en la casa, pensando quien sabe qué barbaridades sobre ella. No es que yo le ande por el amor coliflor, nombre, pero uno no es de piedra, uno siente y cuando todas estas desgracias se le acumulan a uno pues le sale la llorona. Y es que el mundo se me venía encima y no sabía qué hacer, y todo por culpa del brete ahí en la Latas, y de la tal piapia que segurito segurón se estaba revolcando en esos momentos con el Temible o con quién sabe quien para ver si su sueldo aumentaba y yo sin la sal ni el limón. Es que qué sal, maldita sal, cómo es posible que me pase esto a mí. Y qué vaina, viera, ya caminando lentamente y pensativo por los trechos de mi pueblo pienso que lo mejor que pude haber hecho es haberme jalado de las Latas, claro amigo, que ahí ni me asomo y que ni tonto voy por allá a buscar nadititica. Pero cuál sería la sorpresa una semana después, cuando uno de los peones que trabajaban allá me mira de reojo en el parque del pueblo y me pregunta que por qué no volví y que qué estoy haciendo y que dale a reflexionar otra vez con ese lugar. Yo por no cansarlo y un tanto agüevado de mi disgusto le empiezo a contar lo que me pasó y él que no sea tontico y que le vaya a reclamar los cincos que me deben a los talporcuales ésos, que de por sí el Temible no es tan malo de todas formas y que a lo mejor me dan la plata que me deben y hasta me contratan nuevamente porque falta aún mucho más para la verdadera cogida que será en varias semanas y gente siempre es buena pa la cogida. Yo que ni loco me voy por allá y él que no sea tontico, aunque sea la plata para ayudarme en estos momentos de dificultad, y yo pensándolo bien pues ni modos le doy la razón y a la mañana siguiente me voy a las Latas latosas pues pa ver qué pitos tocan.

–Pero no lo canso verdá, verdá que no, es que en las Latas todo se puede esperar, y tenga cuidado de que lo asalten subiendo el Ochomogo, con estas nubes le puede ir feo, no ve que ni se ve un alma. Ah sí, ya le digo lo que me pasó, razonando los consejos del otro baboso, al otro día me voy como un rayo para ver qué vainas. Llego a la entrada de la propiedad y no miro a nadie, abro la puerta de la finca y empiezo a caminar hasta ver las Latas mismas que se imponen ante la vista de cualquiera que entra a ese lugar. En las Latas logro distinguir al compañero que me ha dado los buenos consejos de ir a hablar con el Temible. Me saluda con su mano izquierda ya que con la derecha lleva el canasto del café. Desaparece entre las Latas y no lo veo más. Sigo caminando y llego a la oficina del Temible. No hay nadie así que espero un rato para ver qué. Nadie llega y me empiezo a preocupar, ni siquiera en las Latas se puede ver a nadie, es como si todos se hubieran ido y no hubiera rastro de ninguno. Pienso que estarán finca adentro y llegarán en pocos minutos pero pasa el tiempo y nada de nada. Me estoy preocupando, y qué habrá pasado con mi compañero, el Puñetas, y la piapia, ¿qué será de ella? Ni los inditos están ahí. Atento a cualquier movimiento espero y espero. Miro el cielo y parece como si fuera a empezar a llover. Caen un par de goticas y anuncian una tormenta para la tarde, como pasa normalmente en nuestro país cuando hace calor en la mañana y en la tarde ese diluvio, usté sabe. Nadie llega y decido irme rápidamente antes de que yo desaparezca también, pues me entra el taco, usté sabe, el miedo. Llego a la entrada de la finca donde estuviera antes y observo un caballo negro que lleva a un hombre sentado en él. El hombre se apea del animal y me pregunta que qué hago aquí. Usté no me cree, verdá que no. Pero es cierto. Espere, no se vaya, no se vaya. El hombre lleva su rostro oculto y me vuelve a preguntar que qué hago aquí. Le explico mi situación y el hombre me dice que no me haga el tonto y que ni crea que lo voy a engañar tan frescamente, que ya se sabe las mañas de todos los maliantes[7] de la zona y que mejor me vaya por donde he venido porque estoy en su propiedad y que a mí nadie me ha invitado a su finca. Yo lo miro asustado y le vuelvo a explicar que no, que yo vengo a reclamar lo de mi dinerito y que hable usté mejor con el capitán Temible para que vea que es cierto. Él que no sea yo bruto, cuál Temible ni qué mierda, que me jale o sino me mete un balazo antes de llamar a la policía. Y en ese momento le logro obeservar su rostro y cual sería la sorpresa mía cuando en su cara miro la jeta del mismo Temible, el mismo en persona y que no me reconoce. Le digo que yo lo conozco y que mejor me dé la plata porque sino voy yo a llamar a la policía para que lo metan a él a la cárcel por abusador y por mentiroso, además de ser tan fariseo. El pone la cara como que no cree lo que estoy dicendo y dice que bueno, que llamemos a la policía pero que primero me va a dar por bruto una golpiza que nunca se me olvidará. Yo que empiece, para eso soy hombre y que no le aguanto nada de nada. En eso llega por detrás el baboso que me había dado los consejos y dice:

–Patrón, qué se le ofrece.

–Usté dejó entrar a este ignorante a la finca.

–Perdón, pensé que venía a buscarlo.

–Pues no, y yo no sé en que se anda pero vaya llame al guarda para que se lo lleven.

El otro se fue y ni se dignó a mirarme. Me empezaba a asustar, yo traté de etenderme con el otro pero en balde. Sí, es que usté sí es necio, esa es toda la verdad, le estaba tratando de explicar al Temible cuando ¡pum!, siento un derechazo que me deja medio tonto. Trato de ponerme en guardia pero ¡pum! otra vez y ¡pum!, ¡pum!, ¡pum!, y esta sí me dejó frito. De ahí no me acuerdo muy bien hasta que llegué a la comisaría y me desperté.

–Pero qué mano del Temible, ¡qué mano! Yo estaba medio atontado y ya en la comisaría pues trataban de atormentarme mucho más. En serio, créame hombré, así que vaya usté pensándolo bien porque para ir a las Latas, ¡uyuyuy!, ¡mamamía!, mejor se anda con cuidado porque en ese lugar nunca se sabe. Pues sí, yo explicándole todo al jefe inspector y él que no, que no sea tontico, que desde cuando yo andaba cogiendo café, que qué eran esas mentiras, que cuáles eran mis intenciones y no sé que más. Al final yo no sabía ni qué decir y ellos que mejor me dejaran preso por unos días para ver si así escarmentaba de mi estupidez y me dedicaba a hacer cosas buenas. Yo que qué majaderos, que nooombre, que yo soy del pueblo y que cómo es eso que me van a dejar preso si no he hecho nada de nada. Ellos que no siga mintiendo, que cómo del pueblo, que dónde estan mis papeles y que me ande sin confianzas porque sino así sí que me va a joder todo. Yo que mejor lo dejemos así y que nunca volveré a ese lugar tan feo de la Latas. Y así fue, pasaron los días y yo que cuándo me iban a dejar y ellos que hasta que me comportara mejor y que me dejara de babosadas sino la temporada iba a ser larga. Seguían los días y los meses y yo que qué será de la Colérica y del Puñetas, hasta pensando en mi suegra que segurito preocupada por mí y de mi desaparición preguntaba en todo sitio y a toda persona. Pasaba el tiempo y nada, yo ahí metido y sin saber qué hacer, todo solitario y sin hablar con nadie. Hasta que un día me dijeron que bueno, que ya era tiempo y que sí, que podía salir. Pues salgo del la cárcel medio enfermo, como de costumbre pa variar y me voy a mi casa y lo que me esperaba, ya no es mía ni la pared, mi casa no existe o no la puedo ver ni encontrar donde la había dejado antes, miro a las personas que estan a mi alrededor y tampoco, no conozco a nadie y parece ser que nadie me conoce a mí. Pues me dirijo a donde la suegra a ver si la Colérica se ha aparecido por allá y me digo que qué raro que no hayan preguntado por mí en la comisaría, pues toco la puerta y me sale la doña y me pregunta que quién soy, que qué quiero en su casa y no sé qué más. Pues soy yo doña Julia, dónde está la Colérica, dígame,y ella que no me entiende y que qué quiero, que ellos no dan limosna ni nada y que mejor me vaya antes de que llamen a los oficiales que caminan enfrente en ese momento. No se preocupe señora, que me voy y no la vuelvo a molestar, faltaba más mi respetable; tanta desgacia no me podía seguir pasando, y menos quería estar en la cárcel otro tiempo más. Pues en mi desgracia me pregunto: ¿qué hago?, no me voy pa las Latas otra vez, ya me dijeron clarito que allá ni me arrime, seguro el otro degenerado me dispara por la espalda y yo caigo muerto sin ningua aclaración, aunque pensaba yo, será lo mejor, ¡total!!!, estoy como muerto en vida. Y en esos pensamientos es cuando me lo encuentro a usté, sí, porque de tanto caminar sin rumbo y sin sentido me he venido por acá, pues a tomarme un trago, y es que viera que me encontré de camino un par de moneditas porque Dios no le hace falta a nadie, y claro, me dije, un traguito, un traguito a ver si me topo a alguien en el chinchorro, y vea usté, hablando de esto y lo otro lo veo a usté que va para allá y yo de buena gente que soy pues le cuento mi historia y definitivamente le aconsejo que no se vaya por esos rumbos, que no, que no sea necio, que ahí ni la sal ni el limón.



[1] cigarros

[2] malas

[3] trabajo

[4] muy mala

[5] el dinero

[6] playo: homosexual

[7] delincuentes


(c) Paulo González Ramírez

Paulo González Ramírez nació en Costa Rica- Actualmente vive en Zurich.

más inforamación: ver espacio de autor


imagen: Cándido Portinari, India y multa, ver galería de imágenes: Antonio Berni y sus contemporáneos

 
 
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