SOBRE MI FRÁGIL CARNE
hoguera, verbo nuevo, corazón que galopa
y repito tu nombre, mi Dios, el tuyo
solo.
Prisionera de ti, mendigo de tu pan que
es pan de Amores
y yo para tu Amor nacida,
peregrina del agua que apacienta mi cauce,
que nunca el desaliento, la culpa o el
pecado
detengan mi andadura.
Yo, caminando en la luz, la perfección,
Tú sólo mi tesoro, mi espejo, mi aleteo.
Náufrago de tu mar, borrachera divina
que perfora mi entraña.
Que mi grito y mis lágrimas se enreden
en tu estela
mi temblor sea ascua esperando la muerte
-paloma herida, cárcel y delirio
calofrío que recorre mi piel y la traspasa.-
Te ofrezco mi cansancio
mi voz de bajamar,
estos ojos diezmados por fuego y por
cellisca
que otros días brillaron con prodigio
divino.
Si supieras que frío, cúanto miedo
siente el hijo del hombre
cuando tropieza con su noche oscura
y no sabe otra cosa que morir.
Ah, pero tú estás ahí para alumbrarle,
estás en la oración del que te llama,
estás en el atajo del camino.
Quiero agarrarte, Dios, por una esquina
y decirte que ya no me abandones,
que me refugio en ti, desde esta hora,
que me encadeno a ti ya para siempre,
que nunca, nunca más te soliviante
mi injusticia, mi nada, mi locura,
y que te amo, Señor, con mi pobreza.
Te ofrezco toda tuya, el alma rota
para que Tú la engarces y la mimes
como a una niña chica
como a una hija pródiga.
(c) Isabel Díez Serrano
Isabel Díez Serrano es una escritora española. Vive en Madrid.
Es directora de la revista Oriflama.
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