LEYENDA
Esto
que les voy a contar es una leyenda que, desde hace años, se viene
pasando de generación en generación una y otra vez. Nadie puede precisar
exactamente dónde ni cuándo fue creada. Todos sabemos que las leyendas
no son verídicas, pero que a veces surgen de hechos reales. Muchas
veces las leyendas son exageraciones de un hecho real, o son creadas
para explicar cosas que no tienen explicación.
Esta
leyenda en particular es sobre un partido de fútbol.
Dicen
que en 1930, un año antes de que el fútbol pase a ser “profesional”,
existían en Buenos Aires dos equipos salidos del mismo barrio. Hasta
aquí, nada de lo que cuenta esta leyenda es extraordinario. Hay infinidad
de barrios con dos o hasta tres equipos.
Estos
dos equipos eran rivales entre sí, dicen que cuando un equipo estaba
jugando en la plaza del barrio, llegaban los jugadores del otro y le
pedían la cancha. Siempre había discusiones por el lugar, por quien
representaba al barrio, por los colores de la camiseta ( los dos equipos
utilizaban los mismos colores: rojo y verde)
Los
inconvenientes entre ellos continuaron hasta que un día llegaron a
un acuerdo: jugarían un partido, y el que perdiera, se iría del barrio.
A nadie le pareció una mala idea, después de todo, eso habían hecho
Boca y River años atrás.
Lo
cierto es que el partido comenzó a jugarse un 10 de Marzo a la tarde.
Cuando estaban jugando hacía ya media hora, empezó a llover torrencialmente,
iban cero a cero y decidieron seguirlo el día siguiente.
El
11 de Mayo no llovió, pero, al cabo de hora y media de correr atrás
de la pelota, siguieron empatando.
Continuaron
el partido el 12 de Mayo. Los goles nunca llegaron, y, por una extraña
cuestión de orgullo y temor, ninguno de los dos equipos quiso definir
por penales. Decidieron que jugarían durante días si fuera necesario,
hasta que alguno hiciera un gol.
¿Por
qué no lo penales? Por que ninguno de los dos equipos quería
decir que ganó por penales, que siempre están relacionadas con la
suerte y el azar. Querían dejar en claro quienes eran los mejores jugando
al fútbol, no pateando penales. Eso era orgullo. Además, sabían
que en los penales pueden suceder muchas cosas, y los nervios a veces
pueden jugar una mala pasada. Eso era temor.
El
partido siguió jugándose todos los días, menos cuando llovía, o
cuando era feriado y algunos se iban a pasar el día a la casa de un
pariente lejano, o cuando algún equipo no conseguía, por diferentes
motivos, sus once jugadores. Así, el partido se continuaba cada vez
que se podía. A veces, pasaba una semana sin ningún encuentro; a veces,
en una semana se jugaba todos los días.
Nunca
pudieron hacer un gol. Se habló de maldición, de casualidad,
de mala suerte... lo cierto es que ese partido nunca, tampoco, dejó
de jugarse.
Cada
vez se fue jugando más espaciadamente: Algunos ya concurrían
a la Universidad, otros se casaron, pocos se mudaron, pero el gol nunca
llegaba.
Hubo
un día en que un integrante de uno de los equipos, ya casado y con
hijos, se dio cuenta de que estaba muy viejo para seguir jugando. Le
dejó el lugar a uno de sus hijos.
A
partir de ese hecho, muchos otros jugadores hicieron lo mismo,
ya que todos crecían y envejecían por igual. Al poco tiempo, el partido
empatado en cero se siguió jugando con los hijos de los integrantes
originales.
Con
los años el gol no llegó, pero los hijos de los primeros jugadores
también se casaron y tuvieron familia, así que se volvió a cambiar
de integrantes.
En
definitiva, la leyenda dice que ya son cinco o seis las generaciones
que están jugando ese partido interminable y que nunca se pudo concretar
ese gol.
Hay
quien opina que, luego de tantas décadas, la enemistad entre ambos
equipos se convirtió en amistad, y no quieren hacer el tan esperado
gol para no vencer al adversario.
Otros
dicen que no, que la enemistad continúa más fuerte que nunca, que
por ese motivo, a través de las décadas, ninguno de los integrantes
pensó en abandonar y que el partido se puede extender 70 años más
pero nadie va a dejar de jugarlo como si fuera una final del mundo.
Quizá,
quien sabe, en este mismo momento y mientras yo estoy sentado
en esta placita del Cabezuelo contándoles esto, se esté jugando ese
partido; acaso se esté convirtiendo ese gol, dando como resultado un
ganador y un perdedor.
El
mítico partido empezó a jugarse un 10 de Mayo de 1930. Se extenderá,
tal vez, hasta el infinito.
(c) Juan José Burzi
Sobre el autor:
Juan José Burzi nació en 1976 en Lanús, provincia de
Buenos Aires. Es profesor de Inglés. Publicó cuentos en diferentes revistas
(Oliverio, Aurora Boreal, No-retornable).Publicó: Miedo a la oscuridad (cuentos,
Editorial Estrada, 2005)El trabajo
del fuego (nouvelle, Edulp, 2006) Tres Mundos (antología de cuentos, Colección Alejandría,
2008).Es miembro fundador del Grupo Alejandría, www.grupoalejandria.com.ar , quienes
en 2007 fueron becados por el Fondo Nacional de las Artes y editaron El
impulso nocturno (antología de cuentos leídos en el ciclo "Noche
de cuentos", Colección Alejandría)Desde 2006 edita y dirige la
revista de opinión literaria Los
asesinos tímidos: www.losasesinostimidos.blogspot.com