LA UNCIÓN
Todos los hombres son locos; para no verlo,
habría que encerrarse y romper el espejo.
Marqués de Sade
Para Víctor Chab, siempre
¿En un arco de violín
transverberado por el salto
final?
La semilla desnuda siembra en
el desierto
un árbol de vidrios y alabanzas
que aguarda con temblor el
diluvio.
Las artimañas vuelven de la
tristura
con el velo del pacto.
¿Qué aparición?
¿Eran idólatras en la plaza de
marionetas
hablando de mí cuando no estoy?
El azar sopla y desconfía.
Muestra las falsas joyas de la
profanación.
(Ciénagas y alaridos, el trueno
embebe
a un pájaro abierto
con la escritura de alambres.)
Vimos arrastrar la pobre
humanidad
en mínimas ausencias de
infinito,
calentar las legumbres, lamer
los huesos
como sólo la muerte, y acaso
después,
del perro en llamas.
¿Miraste la mansión bajo el
eclipse,
con el gozo del asco la
miraste?
Miraste la mansión bajo el
eclipse.
Un dibujo del mundo ruge desde
lo cautivo,
bordea la palabra, ensucia la
palabra.
¿Ese es tu reino, tigra
imaginación?
¿Quién te encerró en espera,
en roca de tropiezo hasta el
deleite?
¿Subsistirá la que durmió en Lilith
despertando en Calígula?
Burladores, rehenes del vuelo:
el hombre regresa siempre a su
vómito.
Los elementos se afiebran en
relámpago, allí,
como altares saliendo por la
boca.
Pero te anegas en agua
bautismal
para nacer con el grito.
(c) Manuel Lozano
Buenos Aires, mayo de 2008
-Este poema principió
"El Oro de los Tigres -Comunicación de Autor-", Ciclo "Grandes
Creadores Argentinos", Homenaje a Víctor Chab, correspondiente al
29-V-2008-
imagen: fotografía de Kim Bertran Canut (Barcelona)
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