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(Buenos Aires) Araceli Otamendi
Se pudo ver la muestra La magia de los sueños del artista mexicano Rodolfo Morales en la preinauguración para la prensa , hoy lunes 9 de junio en el Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco. Imágenes coloridas, con los sueños como tema recurrente, litografías, óleos, y hasta un tapiz componen la muestra de este artista que expresa la idiosincrasia de su tierra. La muestra se inaugura el 10 de junio y se podrá ver hasta el 6 de julio de 2008.

Un muro de miradas…
Curador de la muestra La Magia de los Sueños: Mtro.
Alejandro Flores
Un muro de miradas nos confronta ante una
realidad, una franja de ojos. Proporciona un testimonio para el cual no existen
palabras. Las voces buscan abrirnos la visión. Sólo fragmentos de sueños donde
se plasman ese sentir de pasiones por lo irreal, entre el cielo y el infierno
ese muro de miradas, que dejan tus incansables musas de miradas tristes y voces
calladas. Como si fueran entes de otro mundo que quisieran mostrarnos tu
existencia sublime y afable.
Hablan los sobrevivientes, los afortunados, ¿los más tenaces acaso?
Acaso los de mayor esperanza, una fe más grande, pesa tu ausencia, los motivos
del abandono de tu hogar y de ésta: tu Patria llena de colores y sueños. Los
relatos pueden sonar escalofriantes, pero son vitales. Por cada voz que
escuchamos, cuantas otras se habrán perdido en el camino. Formemos parte de ese
muro de miradas para que por lo menos haya testigos de la calamidad. 
Acerca de la muestra
El Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires
y la Embajada
de México presentan la exposición “La magia de los sueños” del
artista mexicano Rodolfo Morales. La muestra será inaugurada el martes
10 de junio, a las 19 horas, en el Museo
de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, Suipacha 1422.
“La Magia de los sueños”
está compuesta por más de 30 obras –óleos,
litografías y un textil- y permanecerá
abierta al público hasta el 6 de julio. El universo de Morales está
conformado por paisajes, niños, adultos, arquitectura, que plasman el sentir de
este artista oaxaqueño, su intimidad y sus vivencias familiares. La dualidad y
los colores juegan un papel primordial, despertando sentimientos
contradictorios como la felicidad y la tristeza.
Rodolfo Morales (1925 – 2001). Nació en Ocotlán de Morelos, Oaxaca. Se
formó en la Escuela
Nacional de Artes Plásticas de San Carlos, en la Ciudad de México, es
considerado como uno de los más grandes pintores de la Escuela Mexicana.
Su obra ha sido expuesta tanto en importantes espacios culturales de México
como del mundo. Su primera exposición en Cuernavaca en 1975, le permitió ser
reconocido como uno de los principales representantes del arte mexicano del
siglo XX. En la Ciudad
de México, se pueden apreciar sus majestuosos murales como La visión de Francia en
Méxic” ubicado en la estación del metro Bellas Artes; La alegoría de las
fiestas populares exhibido en el Salón de Pinturas del Palacio de
Gobierno de Oaxaca, entre otros.
Curador de la muestra La Magia de los Sueños: Mtro.
Alejandro Flores ---------------------------------------------------------

“RODOLFO MORALES: EL
SEÑOR DE LOS SUEÑOS” (2000) por Andrés Oppenheimer
(del prólogo del libro del mismo título)
Lo confieso de entrada,
cosa de que mi entusiasmo no parezca desmedido: Rodolfo Morales es el artista
mexicano contemporáneo que más me apasiona. Los enamorados del avant garde
podrán discrepar, e incluirme en su larga lista de tradicionalistas que se han
“quedado” en el arte figurativo.
Sin embargo, sin
desmerecer la obra de otros, creo que Morales será el artista de fines de siglo
XX y comienzos del siglo XXI que pasará a la historia como el pintor por
excelencia del alma de México. Ningún artista viviente ha logrado transmitir en
sus lienzos la esencia de México como este oaxaqueño tímido, introvertido, de
mirada esquiva y hablar monosilábico.
¿Qué es lo que tanto
fascina de Morales a tantos amantes de su obra, mexicanos y extranjeros? No es
lo obvio. No es el paisaje costumbrista de su ciudad natal de Ocotlán, ni sus
iglesias, ni sus perritos callejeros, ni las banderitas mexicanas que flamean
de las cúpulas de sus edificios, ni las novias voladoras que suelen atravesar
sus lienzos como cometas cruzando el universo. 
Eso son apenas artilugios
de colores que sirven para atraer nuestra atención, retenerla en el lienzo, y
envolvernos en el mágico mundo de su pintura.
Lo que más me atrae de la
obra de Morales es lo que hay detrás de ese paisaje aparentemente fácil de
pueblo pequeño: ese mundo espiritual, lleno de soledad, tristeza y esperanza,
de miradas vacías o clavadas en algún lugar del horizonte que trasuntan sus cuadros.
Como en las obras del estadounidense Edward Hopper, la magia de Morales
consiste en atraernos a sus pinturas con la belleza de sus formas y colores,
pero solo para atrapar nuestra mirada, acaparar nuestra atención, y
transmitirnos un estado de ánimo muchas veces contrario a la fácil alegría que
uno podría sospechar a primera vista. Los colores de Morales son fuertes,
contundentes y alegres, pero basta ver la mirada de sus personajes, las sombras
de sus casas, y los espíritus que merodean en sus cielos y en sus subsuelos
para advertir que el mundo de Morales tiene una gran dosis de desamparo. Los
miedos, los recuerdos y la nostalgia están siempre presentes en el universo del
pueblo chico de Morales.
¿Por qué digo que Morales
pinta un mundo espiritual? Porque una de las constantes en sus obras es que, en
su mundo, lo importante son sus ánimas que pululan en lo alto y en lo bajo, que
nos miran desde el cielo y el infierno, en una atmósfera en la que el tiempo
parece haberse detenido por completo. En sus lienzos, los personajes del más
allá son mucho más importantes que los que habitan entre nosotros.
Hace algún tiempo,
sentado durante casi una hora frente al monumental cuadro de Morales en la sala
de espera de la residencia presidencial de Los Pinos mientras me hacían esperar
para una entrevista, descubrí una de las claves en los cuadros de Morales.
Muchos de ellos están divididos en tres franjas horizontales –el cielo, la
tierra, y el subsuelo- y casi siempre lo más importante ocurre arriba y abajo,
en el cielo y en el infierno. Los protagonistas de las obras de Morales son
ángeles, fantasmas, muertos que vienen del pasado o que nos visitan del futuro,
que salen de las paredes y de las puertas de las casas oaxaqueñas, y que nos
miran desde el cielo o desde debajo de la tierra. En cambio, lo que ocurre en
la franja intermedia –el mundo en que vivimos- es circunstancial y pasajero.
Hasta en el trazo de su pintura, Morales pone mucho más empeño en los
personajes que habitan sus alturas y subsuelos, que en los que viven en el
mundo terrenal.
¿Qué es lo que hace de
Morales un artista tan intrínsecamente mexicano? Como nos dice Martha Mabeyen
en este libro, no sólo su obra, sino también su vida. En su obra, Morales
rescata la magia del pueblo pequeño de México, de la que ya ha escrito con su
habitual maestría Carlos Monsiváis. El pueblo pequeño de Morales, dice
Monsiváis, es a la vez “cerrado, previsible, variado en su monotonía, alegre y
triste a horas fijas, espectacular en sus silencios, diáfano y ruin, infernal y
risueño, seco, fiestero, hosco, comunicado de casa en casa al son de los
pensamientos más íntimos, aislado del mundo, prejuicioso, dicharachero”.
El crítico neoyorkino
Eward Sullivan, otro admirador de Morales, señala que el artista oaxaqueño
“recalca sus vínculos con México en numerosas imágenes. Pinta con mucha
recurrencia la bandera mexicana y entreteje sutilmente los colores verde,
blanco y rojo en numerosos lienzos. Aún elementos como las alas de un ángel se
transforman en la representación de la bandera patria”.
Sin embargo, agrega
Sullivan, “esto no es simplemente un acto de patriotismo del artista. A base de
estos colores , subraya su sentimiento de unidad con el paisaje mexicano, el
pueblo mexicano y la esencia de sus nexos con el lugar de su nacimiento”. Pero
Sullivan concluye que la mexicanidad en la pintura de Morales “difiere por
completo de la de artistas como Diego Rivera y otros de su época, quienes
ofrecían al espectador vastos panoramas de la historia y su interpretación
esencialmente nacionalista de las tradiciones mexicanas”. Morales expresa su
mexicanidad en “la luz y el color oaxaqueños”, y “la leyenda y la realidad” de
su país, afirma el crítico neoyorkino.
Quizás Sullivan se haya
quedado corto. Morales no solo expresa la mexicanidad con sus colores y sus
temas, sino con las sensaciones que estos despiertan: detrás de los colores
alegres, siempre está la melancolía; detrás de los temas festivos, siempre está
la tristeza. Así como en las fiestas mexicanas la alegría nunca está demasiado
lejos del llanto, en la obra de Morales nunca se puede separar el júbilo de la
desdicha. Más que el paisaje de México, Morales pinta el alma de México.
Rodolfo Morales
Biografía
Nació el 8 de mayo de 1925 en el Estado de
Oaxaca, México.
Vivió en su tierra natal por más de 20 años,
etapa de su vida en la que tenía una apariencia de tímido y callado, su familia
era de origen muy modesto, pero él estaba dotado de una gran sensibilidad y
sabiduría.
Morales se mudó a la Ciudad de México en 1948
para estudiar pintura. Ingresó en la Academia San Carlos. Impartió clases de dibujo en
la Preparatoria No.
5 donde pintó uno de sus primeros murales.
Posteriormente tuvo oportunidad de viajar por
diversas partes del mundo, visitando un sinnúmero de museos y atendiendo
conferencias sobre arte y cultura. De esa manera, conoció a grandes
intelectuales de México, entre ellos a Alfonso Reyes, José Vasconcelos,
Salvador Novo y Carlos Chávez.
Tuvo su primera
exposición en 1975 en “La Casa
de las Campanas” (Cuernavaca, México). A mediados de la década de los setenta, se acercó a otro oaxaqueño
reconocido en el medio de las artes: Rufino Tamayo. Tamayo dijo de Morales “... este nuevo pintor
a quien me complazco de presentar a los amantes de la pintura, es a no dudarlo,
ese soplo de aire limpio que nos ha de devolver nuestra alegría de
vivir...”. “Su pintura, como es fácil
comprobar, no está hecha tan solo con la mente, sino principalmente con el
corazón.”
Unos años después Morales regresó a su tierra
natal para trabajar en sus obras, labor a la que se dedica por el resto de su
vida. Decide habitar en su casa
del siglo XVII, “donde cabía todo lo que yo tenía y quería”, decía sonriendo.
Rodolfo Morales tuvo exposiciones individuales
en los museo de mayor prestigio de México y en museos y galerías de diversas
ciudades de Estados Unidos y Canadá. Igualmente sus obras formaron parte de
exposiciones colectivas en México, Francia, Japón, Turquía, Estados Unidos y
Canadá.
En 1992 se establece formalmente la Fundación Rodolfo
Morales A.C.
Morales murió el 30 de enero de 2001, en la Ciudad de Oaxaca.
---------- (c) Araceli Otamendi - Archivos del Sur
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