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Partida doble - Ricardo Rubio
 

Hasta conocerla, yo había sido atildado, atemperado, abstemio y bastante estúpido. No había conocido más que mujeres con cuerpo atomatado y cara imprecisa de relojes debajo de las raíces negras de sus teñidos quemados. Cobraba las tajadas del jefe y no separaba un centavo para mí; a cambio, recibía una palmada, un magro pago semanal y el abrazo intenso de alguna compañera regordeta en el baño de la muni. La edad ya me arrastraba a la desidia y había empezado a....

Partida doble


Hasta conocerla, yo había sido atildado, atemperado, abstemio y bastante estúpido. No había conocido más que mujeres con cuerpo atomatado y cara imprecisa de relojes debajo de las raíces negras de sus teñidos quemados. Cobraba las tajadas del jefe y no separaba un centavo para mí; a cambio, recibía una palmada, un magro pago semanal y el abrazo intenso de alguna compañera regordeta en el baño de la muni. La edad ya me arrastraba a la desidia y había empezado a practicar la imbecilidad como excusa, cuando ella llegó a mi noche solitaria abriendo la boca de la pena, huyendo de un futuro que cotizaría el precio de su prestancia, que le dejaría el sexo blando y el seso duro. Entrenada por su padre y corrompida en cuotas por el maltrato, vino a dar a mi puerta y a mi pieza la noche de un mísero martes de mayo de dos mil y pico. Carrozada con curvas y salientes, era una breva breve, pero brava de bragas. Cenó con avidez, bebió como un desierto y me convidó la cama para darme las gracias que por pudor no acepté. La miré mientras dormía; luego, la dejé sola con su noche y salí a caminar. Pasaban los días y el instinto me instaba a no perderla detrás de un no que cancelara su presencia para siempre. Aturdido por sus atributos, por su horrible belleza, por la triste alegría que me daba, no tardé en aceptar las ofertas de su sensualidad. Fue así cómo los tentáculos de la tentación y la trampa caliente de su carne me invadieron de rojo los ojos. Acepté su modo de sufrir y de librar el humo entre los labios, me acredité su beso avieso, su ropa huidiza, el tramo sedoso de sus bordes y el tobogán de su espalda; me sumé al sumo zumo de su inmediatez, y debí pagar su lencería, su biyuterí y lo que atravesaba su boca. Todo cambió desde entonces: empecé a quedarme con los vueltos antes de que otro se los quedara, a visitar clientes para mí, a presionar buscavidas y a tajar todo tipo de bagallo que ventilara por izquierda. El jefe lo supo antes de lo previsto y me gerenció la visita de un gorila que me sorprendió en la cama abrazado a ella. El mono empezó a darme sin languidez y caí al desmayo. Cuando desperté, el hampón estaba muerto sobre la chica, la sangre teñía las sábanas, la colcha y el colchón. Ella apenas respiraba, pero seguía aferrada a la tijera que descubrí al voltear al mastodonte. Lo dejamos caer al pozo ciego; ella me dijo que ese tipo era su padre. Ahora en la muni, hasta el jefe me teme.

(c) Ricardo Rubio

http://ricardorubio.sosblog.com

Sobre el autor:

Ricardo Rubio nació en Buenos Aires el 11 de mayo de 1951. Es poeta, narrador y dramaturgo.

Coordina talleres literarios desde 1984 y es director de teatro. Estrenó doce de sus obras teatrales en Buenos Aires y provincias; una de ellas en Madrid.

Dirige el Grupo Literario La Luna Que desde 1980.

Dirigió las revistas La Luna Que, Tuxmil, Universo Sur (con Antonio Aliberti) y Crisol.

Dirigió los ciclos: "La cara de nosotros, ustedes", "Todo recomienza", "La voz a ti debida", "Mujer Poesía", "Marcha poética" y el Café Literario "Tinta Buenos Aires".

Secretario de Cultura de la Sociedad Argentina de Escritores Oeste Bonaerense (2005-2007). Presidente de Sociedad Argentina de Escritores Oeste Bonaerense (Período 2007-2010). Miembro del Comité de Administración de la Fundación Argentina para la Poesía (1998-2003) presidido por Carlos Dodero y Secretario General de la Asociación Americana de Poesía (1999-2002) presidida por Ester de Izaguirre.

Ha sido coordinador en Buenos Aires de los Congresos Internacionales de Poetas y Escritores celebrados en San Marcos Sierras y Cruz del Eje (Córdoba), dirigidos por Andrés Utello. También coordinó la Primera Tournée Poética (Catamarca, La Rioja y Tucumán) dirigida por Julio Carabelli, y las Jornadas de Poesía en Entre Ríos, con Ester de Izaguirre. Dirigió con Nélida Delbonis el encuentro de poetas de la capital con poetas de Azul, en esta última ciudad.

Realiza con Carlos Kuraiem, Patricia Verón y Andrés Utello la Exposición Itinerante de Revistas Literarias y Culturales Argentinas y del Mundo en todo el país.

Diserta habitualmente sobre temas de poesía y sobre la vida y obra de Elvio Romero, sobre las obras poéticas de Juan-Jacobo Bajarlía, Alberto Luis Ponzo y Romilio Ribero, y sobre la narrativa del cubano Reinaldo Arenas.

Partes de su obra poética han sido traducidas parcialmente al francés, al italiano y al ruso integrando algunas antologías.

Ricardo Rubio publica por primera vez este cuento en Archivos del sur.

imagen: Renart, Anverso-reverso, ver galería de imágenes: Antonio Berni y sus contemporáneos


 
 
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