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Estás aquí:  Inicio >>  Cuentos, poemas, relatos >>  Armstrong - Manuel Coronado Ruiz - desde México
 
Armstrong - Manuel Coronado Ruiz - desde México
 

...Hoy podría iniciar contando la historia como el abuelo me contaba sus interminables aventuras de princesas, guerreros, hechiceras y dragones. Narraciones heredadas en mi familia desde tiempos míticos: siempre engrandeciendo el bien sobre el mal. Sin embargo hoy no será así. Hoy te mostraré que tan complejo puede ser ...

ARMSTRONG[1]

Gracefully, with steady hand,
He takes the dagger that lays before him.
Collects his thoughts for the last time,
And plunges the dirge from left to right.
No sign of pain on his face,
With the final cut withdraws the blade.
Loyal companion by his side,
Lifts the sword to help him die.
Lightning flash, one swift blow,
Honor is done, warrior head rolls.

Eric (A.K.) Knutson

FLOTSAM AND YETSAM

The blind prophet shall breath fire
For telling dreams of past
And visions of your death
He lies shackled in the mire
And beckons to your cries
Dreaming of your death

L. Rutledge, W. Dane

Sanctuary

Pa’ Joy[2], quién posee la curiosidad de saber quién está atrás de mí.

I

Las tragedias, dentro de lo carnavalesco, siempre inician cuando uno menos lo espera: el golpe nos despierta y nos hacer ver que tan vulnerables podemos ser en medio de lo incomprensible del mundo mágico en que vivimos. Hoy podría iniciar contando la historia como el abuelo me contaba sus interminables aventuras de princesas, guerreros, hechiceras y dragones. Narraciones heredadas en mi familia desde tiempos míticos: siempre engrandeciendo el bien sobre el mal. Sin embargo hoy no será así. Hoy te mostraré que tan complejo puede ser el mundo en que vivimos. ¡Pero no te angusties, déjame contarte esta bella historia, aunque, tal vez, al final sientas que tan frágiles somos cuando nuestro destino está en manos de los dioses!... ¡Espera, no te vayas! ¡Déjame contarte está historia de amor! Ya sé, eres predecible hijo mío, sé qué me vas a preguntar si terminará en algo trágico lo que mantengo en silencio. ¡Por supuesto! Nuestro pueblo está construido de tragedias que han ayudado a consolidar, y de vez en cuando, a destruir lo que hemos erigido en tiempos míticos. ¡Claro!.. Te conozco y tendrás razón: toda fábula es la misma tragedia imitada burdamente por el Hombre. Sin embargo, siempre nos deja una lección que muchas veces no entendemos y volvemos a repetir los mismos errores. Pero dejaré que mi imaginación se pierda en la frontera de lo inimaginable y te contaré esta bella historia.

Podría iniciar, érase una vez en algún lugar del tiempo de un reino ya olvidado, la historia de un joven caballero de la Corte Real del Vahalla, su nombre Armstrong. Hijo adoptivo de Mark St. John y su joven esposa Athala. Desde niño fue conducido al palacio de los guerreros de la Corte Real. Allí fue instruido en el arte de la guerra por los mejores guerreros <<quién iba a pensar que su destino estaba escrito>>: la inmortalidad fue otorgada desde tiempos míticos. Creció y sus hazañas fueron conocidas en los lugares lejanos del reino: lugares remotos, entre valles cubiertos de ríos antiguos y pastos crecientes por el llanto de las batallas: el semi-dios montado en su corcel negro cabalgaba por el valle de El Dorado. Quienes lo admirábamos veíamos como su armadura de plata se adhería a sus brazos inquebrantables que impedían que traspasase el enemigo la inmortalidad.

Mi encuentro con Armstrong fue en los tiempos que mi padre todavía dominaba la parte del Horizonte Perdido: donde desaparece el sol y comienza la oscuridad. Aquella ocasión, nosotros habíamos llegado días antes a los festejos de la caída del Imperio Celta por las fuerzas del rey Midnight. Atrapados por una ventisca que incomodaba el andar de nuestros caballos, logramos llegar antes del anochecer. Fuimos hospedados en las habitaciones que comunicaban directamente al salón principal. Desde nuestros aposentos sentíamos la multitud que preparaba la festividad. El día de la llegada de Armstrong, me encontraba descansando en mi habitación. Mi padre tocó a mi puerta y me pidió que lo acompañase a la entrada del castillo, estaríamos recibiendo, al lado del rey, a los soldados que regresaban de una travesía. En el trayecto escuchábamos voces eufóricas que murmuraban la ejecución de uno de sus grandes guerreros. Me vestí y salí de la habitación. Escuché en el pasillo a los sirvientes mencionar que a cinco leguas de distancia del reino venían cabalgando los soldados. Me apresuro y desciendo por las escaleras que conducen a la entrada principal del castillo. Veo a mi padre sonreír. Se encontraba esperándome con su escudero. Me toma del hombro y nos acercamos. Miro a mí alrededor. Observo al guardia de la torre principal avisando la llegada de los soldados. Bajo la mirada y veo como se va abriendo la puerta de la Fortaleza: las cadenas van deslizándose hasta dejar descansar la puerta sobre tierras prohibidas para los bárbaros. El rey Midnight se encuentra a unos pasos de sus soldados. Los observa orgullosamente. Voltea a ver a los asistentes y su voz traspasa el silencio:

- Mi vida está en manos de mis soldados. Tal vez algún día sea vulnerable: ¡Es ahí donde me veré como un espejo que con un golpe tajante se pueda romper en pedazos… aún no llega ese tiempo!

Camina hacia ellos. Ante él se encuentra montado en su corcel negro Armstrong. Lo vemos separarse de la armadura que cubre su rostro marcado por el llanto de las antiguas batallas. Para nosotros ya era rostro familiar. Lo habíamos visto combatir contra el ejército Celta. Cabalgaba con fuerza y desenvainaba la espada dejándola caer como un destello en el cuerpo del enemigo. Ante él todo se veía tan frágil, tan vulnerable: en cada batalla sudaba rencor que escurría en su cuerpo cuando algún reflejo del enemigo alcanza a traspasar la inmortalidad de su armadura <e le notaba el cansancio de la larga travesía>>. Desmonta del caballo: hace una ligera reverencia a su majestad. Deja el escudo y su espada en el suelo. La voz resuena entre las paredes que sirven de fortaleza:

- Cabalgamos toda la noche, intentado encontrar el camino que nos permitiera llegar a la Ciudad Prohibida. Guerreros antiguos han cruzado el Horizonte Perdido por donde desaparece el sol: mundo protegido por los dioses de la oscuridad. ¡Hemos llegado hasta el horizonte y hemos encontrado en medio de un valle la Ciudad Prohibida! Hemos cumplido la orden: el destino de Crimson Red está en sus manos, majestad.

El rey se acerca y con una leve sonrisa agradece su lealtad. Acaricia el caballo y pregunta por Crimson Red. Armstrong voltea hacia sus soldados. Pide que pasen a enfrente al prisionero. Los escuderos abren camino. Rompen fila y en medio del pequeño ejército se alza la sobra de Crimson Red montando en su caballo y atado de manos. Toma las riendas uno de los guardias y lo conduce ante el rey. Los ojos del prisionero se pierden entre lo asistentes. Su majestad arremete contra su insolencia:

- ¿Por qué me has dado la espalda? Pertenecías a las fuerzas invencibles de mi reino. Cabalgaste junto a Armstrong hacia reinos conquistables y juntos hicieron caer la legión romana y a lo bárbaros del valle de El Dorado. ¡Al desterrarte y aliarte a las fuerzas bárbaras, Dejaste el sello que te protegía para mancillar mi nombre…!

Pide el rey que le acerquen una copa de vino. El silencio detiene lo inevitable. Absorbe el líquido de aquel recipiente. Entrega la copa y noto en su rostro el destino de su soldado: el ritual se cumplirá. Pide a Crimson Red que hable. Las palabras del soldado por fin callan la incertidumbre:

- Me pides que te repita lo que nuestro viejo profeta ha anticipado. Ahora puedo decir que los rostros que ocultan la antigüedad del espejo del tiempo se me adhieren a mi imagen cansada como destellos que golpean mi orgullo ausente, escondido bajo los sueños en las tranquilas noches de mi ocaso.

El rey permanece callado. Dentro del grupo que acompañábamos a su majestad sale una figura frágil que camina cansadamente hacia donde se encuentra. Se acerca el viejo profeta y escucha a su soberano decir:

- En mis soldados depósito mi fuerza y en ti mi sabiduría. Te he permitido vivir en el valle de El Dorado. En aquel lugar encuentras devenir y respuestas a lo que me acontece. Los dioses no se equivocan y te permiten llegar por el camino y presagiar nuestro destino. ¿Respondedle a vuestro prisionero?

El anciano se acerca ante Crimson Red y sus palabras se impregnan en los asistentes como ecos del devenir de algo:

- ¡Los dioses me han anticipado el destino de tu caída! En mis manos y en este antiguo libro sagrado he anticipo lo inevitable. Tu vida está escrita desde la antigüedad: no puedo cambiar el curso de lo escrito sagradamente. ¡Mis sabias palabras no pueden evitar lo que te acontece!

Entrega a su majestad el antiguo libro sagrado. Se arrodilla ante él y se le escucha sollozar las finales palabras:

- Al sentir con mis manos el inevitable devenir: hojas que se esconden por siglos, cuyo significado nos lleva a anticipar ese algo que invade vuestra tranquilidad. El presagio se impregnó y se sigue impregnando en mi piel, en mis ojos. Descubrieron mi angustia: he soñado el destino de Crimson Red. He soñado su muerte. La muerte de tu soldado y la caída de vuestro reino.

La multitud se estremeció. El rey ordena inmediatamente que se lleven a Crimson Red. Armstrong encaja la armadura en el costado de su corcel. Con el antebrazo derriba al prisionero: cae al suelo callando la intranquilidad de su reino. Observé como los guardias levantan a Crimson Red y antes de conducirlo a su celda deja su epitafio en la memoria de la gente:

- Dentro de esta burda existencia se entreteje un abismo, pero a pesar de que no es visible, siempre está ahí esperando salir y mostrarnos que tan frágil puede ser uno.

Lo arrastran hacia el calabozo. Vemos como la sombra de su soldado desaparece ante el asombro del pueblo. El rey había olvidado nuestra presencia. Invita a su séquito y a nosotros pasar al salón principal e iniciar las celebraciones. Ve a mi padre y le dice: ¡mañana será ejecutado! Lo toma del hombro y lo conduce a donde se encuentra Armstrong. Al llegar ante él señalan el cuerpo del anciano quien se encuentra aun sollozando de rodillas y le escucho ordenar:

- ¡Sus ojos serán sellados con brazas de fuego…!

Armstrong le pide a dos de sus escuderos que lo levanten y se lo lleven: allí sentí que sellaron el destino de su reino. El rey me pide que me reúna con ellos. Entramos al lugar y olvidamos la sombra de Crimson Red y del anciano. Durante toda la noche estuvimos celebrando el éxito de la travesía de sus guerreros a la Ciudad Prohibida. Entre bufones y bailes traídos de los lugares exóticos que jamás se hayan conocido, amenizaron lo que el rey llamó: La caída del destino de los bárbaros. El vino y el arpa hizo perdernos en el tiempo. Sin embargo, en mi había algo que no me permitía estar tranquilo. Me acerco a uno de los balcones del salón. Llega el escudero de mi padre y me pregunta mi estado de ánimo. Le contesto que no se preocupe que me encuentro bien. Me informa que mañana al amanecer partiremos a nuestras tierras. Por un momento veo la luna que se convierte en una luz tenue que ilumina el reino, dándole un momento de respiro y tranquilidad a la tormenta que se levantará en cualquier momento. Volteo hacia el interior del salón. Veo al rey que me invita a incorporarme a su celebración. Se que mañana partiré al amanecer.

II

¿Me preguntas quién fue Crimson Red? El provenía de una región de fieles guerreros de las inmediaciones del Horizonte Perdido y el reino de Midnight. Al igual que Armstrong, fue llevado desde joven al castillo por su padre. Aquel noble hombre quería que fuese preparado por los mejores caballeros. Y así fue. Creció y cuando los años le permitieron sostener el emblema del reino fue ordenado como caballero de la Corte Real. Durante sus inicios estuvo bajo la sombra de Armstrong, quién veía como un inmortal. A pesar que sus vidas cabalgaban en el mismo camino, nunca olvidaba que en cualquier momento terminarían su historia bajo el reflejo de la espada del enemigo.

Si piensas que sus vidas de ambos estaban construidas y trazadas de la misma manera, estarías equivocado. Crimson Red poseía un secreto. Se había enamorado de una joven aldeana en los tiempos que le tocó luchar en la frontera del Horizonte Perdido. Enamorarse a ambos no les fue difícil. Ambos necesitaban afecto que les permitiera soportar aquel tiempo inhóspito. Sus almas se estrecharon para detener la soledad. De aquella relación nació Shanna. Las veía poco, ya que en aquellos antiguos años, Crimson Red pertenecía a la elite del ejército del reino que impedía que estuviese permanentemente en un lugar.

¿Cómo inicia su tragedia? Su vida parecía haber encontrado la tranquilidad. Aquella tarde cuando regresaba como mensajero de la frontera del Valle del Dorado, su caballo se detuvo cegado por un destello. Se baja. Lo acaricia para tranquilizarlo. Ve a su alrededor. Se encuentra entre en el estrecho río y árboles erguidos por los imperdonables siglos del tiempo. Escucha el sonido del agua. Toma las riendas y lleva su caballo río abajo. Lo suelta para que tomé un poco de agua. Prosigue a pie por el pequeño sendero. Nunca supo como se perdió. Simplemente se encontró ahí, alrededor de la cabaña del viejo profeta. Sintió que su destino estaría predestinado: algo revelador le ocurriría. El llamado al Valle del Dorado lo acercaba a su caída: era el tiempo de Crimson Red. Escucha una voz que le llama. Voltea y ve al anciano quien le extiende la mano:

- Deja a un lado la espada. ¿Vienes del reino de vuestra majestad Midnight? Te he visto cabalgar con los caballeros de la Corte Real. He sabido de ti por medio del libro sagrado y de las antiguas historia que fluyen en boca de la gente… ¡No temas! ¡No puedes escapar del designio de los dioses! ¡Tiempos antiguos marcaron tu destino! ¡En tus ojos hay un misterio que se refleja como un destello del tiempo! Cuando te ordenaron y te entregaron la espada labrada con símbolos antiguos, marcaste el sendero que ibas a trazar. En el va incrustado el sello de los inmortales. En este día el tiempo nos detiene en este bosque para aceptar el devenir. ¿Te preguntas hacia donde va el tuyo? De niño ya llevabas esa incertidumbre: ¡contra el destino eres vulnerable, frágil…!

El profeta hace una pausa. Camina hacia Crimson Red. El caballero se inclina. El profeta lo toma del hombro y continúa:

- Todos se marchan con la seguridad de haber encontrado lo que no se puede descubrir en lo más profundo de uno mismo. Nadie puede anticipar cuál será su derrota. Yo fui enviado para entrelazar y aliviar sus temores en su corazón. En el libro sagrado las hojas nos permiten soñar la realidad que nos acompaña: esa realidad que tú conquistas con vuestra espada y la sangre del enemigo. ¡He tenido en mis manos y en mis sueños la visión de tu destino: vi la visión de tu muerte…! ¡Acéptala! Cuando llegué contén el llanto y sólo piensa que estás soñando y que cabalgaras por el valle de la muerte en compañía de los dioses hacia la oscuridad.

El anciano lo ayuda a levantarse. Crimson Red toma su espada y su escudo. Desaparece por el sendero hasta encontrar la otra orilla del río. Ve su corcel. Se monta y cabalga toda la noche. El presagio iluminaba su mente en una noche oscura. Llegaría al castillo con la seguridad que su tiempo estaba esperándolo en algún lugar de esas fronteras.

¿Sobre que orilla frágil estaba su destino? Es difícil contestarte. Esa noche llegó ante su majestad. Aquel ordenó que Crimson Red fuese enviado a las limitaciones del Valle del Dorado. El joven guerrero acepto, no sin antes pedir que se le concediese marcharse por unos días a la aldea donde vivía su mujer y su pequeña hija. Le concedieron tal petición. Cabalgo hacia la aldea. Cruzó mil leguas. Los aldeanos lo vieron dirigirse por sus chozas hasta reunirse con ellas. Murmuraban que al quitarse la armadura que cubría su rostro, su sudor se perdía en las lágrimas que su corazón dejaba por sus mejillas. Desmontó y abrazó a su hija. El señor feudal de la aldea, eufórico por su llegada, lo invitó a sentarse alrededor de la fogata que esa noche se encendía dándole la bienvenida al inició de la cosecha del año. Todo aquello fue júbilo: su devenir se perdió aquella noche entre sonrisas de su hija y la alegría de los aldeanos que lo adoraban como un semi-dios: un inmortal al servicio de Midnight.

Días después partió hacia El Valle del Dorado. Pasó el otoño e invierno enclaustrado en una pequeña comarca destrozando a grupos de bárbaros que intentaban tomar las fronteras a su cuidado. Crecían los rumores de que un numeroso grupo proveniente del mediterráneo, colindante a la frontera del Horizonte Perdido, intentaban conquistar esa parte la región. Los esperaba impaciente. El mal tiempo dio una pequeña tregua. Llegaba la última nevada del año. Eso le permitiría dejar el Valle de El Dorado y entrevistarse ante su majestad. Al parecer cabalgo solo en medio de una ventisca. El peso de su armadura hacia la travesía más difícil. Pese a ello, logró llegar a la otra parte del reino. En la inmediatez del Castillo encontró al grupo de Armstrong que se dirigía hacia una de las fronteras. Los aldeanos aseguran que ambos guerreros no se dirigieron ninguna palabra: tarde o temprano se verían en el Valle de El Dorado.

¿Por qué fue sentenciado? Después de la tragedia, se supo que no quiso regresar al lugar que tenía que resguardar. Pidió a su majestad que lo enviase a la región de la segunda frontera: a las inmediaciones del Horizonte Perdido y la Aldea donde habitaba su mujer y su niña. El rey Midnight le reprochó su insolencia de solicitar el lugar a resguardar: qué no olvidase que antes que todo estaba la familia del rey y el cuidado de sus tierras. Algunos sirvientes murmuraron que Crimson Red se mantuvo callado. Sólo dio la media vuelta y no escucho más las palabras de su majestad. Salió del salón principal en medio del silencio de los asistentes. El rey ordeno que lo dejasen ir. Más tarde llamó a un mensajero que avisase a Armstrong que regresase con sus soldados al castillo.

La demás historia sólo son rumores. Crimson Red regreso a la aldea. Al término del invierno inicio la invasión de los bárbaros a las inmediaciones del reino. Durante las primeras incursiones de los soldados extranjeros, Crimson Red había salido con algunos aldeanos a cazar. A su regreso vieron la aldea destruida. No se supo nada del destino de su hija y de su mujer: lo demás está velado entre misterio y el humo de las chozas que ardían aquella noche.

III

¿Me preguntas cuál es el castigo al traidor? Aquella ocasión antes de irnos a dormir a nuestros aposentos, el rey Midnight nos pidió que nos acercásemos al balcón que daba al patio principal del castillo. Vimos en medio de la muchedumbre a Crimson Red montado en su corcel y atado de manos. El ritual estaba presente ante nosotros: antes de partir al destierro será azotado: lo despojaran de su armadura y le será entregado su caballo y la espada. Cabalgara varias leguas hacia el horizonte perdido, del otro lado del bosque, hasta llegar al valle de El Dorado. Esperara la llegada de Armstrong. La batalla se dará entre ellos. Si Crimson Red logra vencer, tal vez se le concederá el destierro: así está trazado la caída.

El destino siguió su curso. Su majestad ordenó que iniciase el ritual. Lo bajaron del caballo. La oscuridad no nos permitía ver como estaba siendo azotado. Cuando fue acercado hacia las candelas del balcón, vimos la sangre que escurría por su cuerpo. Se acerca uno de los escuderos y ciñe en su funda la espada al prisionero. Lo ayudan a montarse a su caballo. Desatan sus manos y golpean un costado del caballo. Lo vemos como se pierde por aquella puerta del castillo, saliendo antes de la caída de la noche.

El final de Crimson Red fue comunicada por unos de los vasallos de Armstrong. Murmuró que el condenado llegó al amanecer al valle de El Dorado. Lo vieron desde la colina desmontar. Volteo hacia donde sale el sol. Se quedó contemplando la llegada del elegido. Permaneció inerte por unos instantes. Escucho el sonido de los caballos que se acercaban. Desvainó la espada: una sombra de niebla empezaba a cubrir el valle. Dentro de esa oscuridad iba surgiendo la figura de Armstrong. Aquel detiene su marcha. Crimson Red lo ve de frente. Se inca y en el momento de colocar su espada frente a su rostro pronuncia el final de su existencia:

- Cuando los dioses nos dan la espalda, somos como los minotauros: encerrados en un laberinto de falsedades. Mi destino está escrito. La inmortalidad se pierde en un segundo arrancada por la espada en donde se reflejan vuestros ojos. He ahí que cuando vemos rostros conocidos, nos alegra verlos. Ver a esa persona que dará el tajo final de nuestra existencia da cierta tranquilidad. El nombre aquí si importa: ¡nos volveremos a encontrar!

Crimson Red aprieta con fuerza su espada: izquierda a derecha la desliza por los aires y la entierra profundamente en su vientre. Su cuerpo se dobla hacia enfrente. La sangre brota. Armstrong desmonta y camina hacia el cuerpo de Crimson Red. Desvaina su espada. Se cumplirá el ritual, de izquierda a derecha con fuerza rompe la espada el aire: en ella se refleja la luz en un golpe tajante. El ritual se ha cumplido: la cabeza del guerrero rueda por el suelo. El honor se ha dado.

Armstrong enfunda su espada. Monta su corcel negro. La sangre escurre por un costado del caballo. La sentencia de Crimson Red se cumplió. ¿Cuál fue posteriormente el destino del reino de Midnight? Estaba escrita la caída con la muerte de Crimson Red. Tiempo después se acercaron por las dos fronteras los bárbaros provenientes del mediterráneo. Después de un periodo extenso conquistaron el reino de Midnight. Armstrong fue tomado prisionero y sirvió para las fuerzas extranjeras. Aunque algunos creen que en la batalla final decidió no pelear: permaneció inerte, inmóvil, mientras sus soldados cabalgaban con fuerza hacia donde se encontraba el enemigo. Ya no supimos nada de él. Permanece su inmortalidad en la sombra de cada uno de nosotros. Ahora ya es tiempo de que vayas a dormir.

( c) Manuel Coronado Ruiz



[1] Escrito en 1994 como trabajo final para la a signatura de Creación Literaria en la facultad de Humanidades de la UABC.

[2] Con tu video me tiraste a mi, metafóricamente hablando, pero también a mis hijas: fin de esta historia.

 
 
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