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 (Buenos Aires) Curada por Adriana Lauria, contendrá más de 35 objetos y esculturas,
más las reconstrucciones –una parcial– de dos de sus instalaciones. Se
incluirán también otras piezas restauradas o rehechas en base a
documentación, fotoperformances y un número importante de obras sobre
papel correspondientes a los dos últimos años de su producción. Además
se exhibirá la documentación fotográfica –presentada en ampliaciones–
de objetos e instalaciones efímeros con las que esta artista conmovió
al público de Buenos Aires desde fines de los ’80 y durante los
primeros años de la década del 90.
Se proyectará una nueva edición del video Frenesí (1994), ahora en soporte digital y una animación de su última fotoperformance.
El
catálogo ilustrado a todo color, realizado con el generoso aporte de
Malba-Fundación Costantini, reproducirá además de las obras expuestas,
piezas desaparecidas o que no han podido ubicarse y contará con un
ensayo crítico, cronología biográfico-artística y bibliografía.
Liliana Maresca
(Bs. As. 1951-1994) fue una figura clave que participó del acontecer
artístico desde comienzos de los años 80, protagonizando la entusiasta
–y a veces deslimitada– bohemia juvenil que detonó en Buenos Aires a
partir de los primeros años de la democracia, transformándose
rápidamente en una figura de inflexión, que inicia y desarrolla muchas
de las líneas que caracterizarán el arte de los 90. Su actividad incluyó pinturas, objetos, escenografías, esculturas,
instalaciones, performances y fotoperformaces, pero también hay que
considerar parte de su producción artística la organización de eventos
multidisciplinarios como La Kermesse. El Paraíso de las bestias (1986) y La Conquista (1991-1992). Realizó entre otras las instalaciones Lo que el viento se llevó (1989), con la que se dio inicio a las actividades de la Galería del Centro Cultural Ricardo Rojas (UBA) e Imagen Pública-Altas esferas
(1993), en la que se pasa revista a los personajes políticos y del
espectáculo que gravitaron en la Argentina de aquellos años. La fuerza vital, el erotismo, así como el deterioro y la caducidad, la
sangre, la muerte y las fórmulas de la transmutación material y
espiritual, atraviesan su producción para, en muchas ocasiones,
protagonizarla. Asimismo, perspicaces observaciones sobre la realidad
que le tocó vivir, impregnan sus obras principales, las que mantienen
una inusitada actualidad. De esta manera la marginalidad social se
expresa en la instalación Recolecta (1990), la destrucción provocada por la Guerra del Golfo lo hace en Wotan-Vulcano (1991), la acción desbastadora de la conquista y colonización de América tienen su correlato en Ecuación-El Dorado (1991), los intelectualismos vacuos encarnan en Ouroboros (1991) o la relación equívoca entre arte y mercado se ponen de manifiesto en la instalación Espacio disponible (1992) y en el operativo mediático y performativo Maresca se entrega todo destino (1993).
Sus trabajos recogen el espíritu neo-dadá, los
modelos minimalistas y las estrategias conceptuales que dominaron el
panorama artístico de la segunda mitad del siglo, entrecruzados con el
repertorio iconográfico de la alquimia y de las búsquedas
espiritualistas en general, valiéndose de los recursos tecnológicos que
la época le ofrecía, sin olvidar en ningún caso la necesaria
elaboración poética.
En Maresca
existió la voluntad de situarse fuera de las convenciones y también el
deseo de explorar hasta el límite ciertos territorios. Estos principios
que la han ubicado en un plano de resistencia, son los que proveen de
substancia única a toda su obra. A finales de 1994 presentó una muestra retrospectiva titulada Frenesí, durante la cual falleció a causa del SIDA que le fuera diagnosticado en 1987.
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