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Durante años escribimos notas dedicadas al 14 de febrero, llenas de definiciones románticas, glamorosas, almibaradas.
Pero ahora, hay otra opción para elegir. Hasta hace poco, los que tenían pareja estable eran los únicos con día propio para festejar: San Valentín.
Hasta que apareció otra fecha, el 13, dedicada a los neo-solteros, o impares, o sueltos, o como los quieras llamar. Son los no enamorados, los solitarios a conciencia, que festejan su día porque no viven como un pesar el estar solos, si no como una elección de vida.
Estos felices mortales son objeto de estudio para sociólogos y psicólogos; y los columnistas les pegamos duro afirmando que son egocéntricos, individualistas, inmaduros, y que esconden una gran angustia disimulada debajo de su estereotipo consumista del placer. Mientras tanto, las cifras oficiales indican que en nuestro país, solamente considerando la franja de personas de 30 a 60 años, ya suman tres millones (imagínense si agregamos las otras generaciones).
¿Solterones/as? En absoluto, son gente que no tiene como referente social, deseo, o mandato, la pareja. Su finalidad es destacarse en su profesión, viajar, disfrutar de su tiempo y su dinero, sin complicaciones ni límites.
Solteros, divorciados, separados, viudos, forman este ejército de gente que no comparte su destino con otro/a y no tiene ganas de hacerlo.
Pero, criticas más o menos, pregunto: ¿De qué se salvan estos solos y solas por elección? Pensemos: ellos gozan de toda la cama grande para sí mismos, y nadie los despierta porque padece pesadillas o tiene necesidad de ir al baño varias veces en la noche. Por si esto fuera poco, también zafan de sufrir celos de un/a consorte, de tener que limitar sus actividades por reclamos de atención de otro/a, de soportar el juicio negativo y la intromisión de suegras/os, o bancarse las ocurrencias o la invasión de toda una parentela formada por cuñados, primos, tíos y amigos/as desubicados e hijos de matrimonios anteriores de su cónyuge. Un neo-soltero no tiene que pelearse si no quiere salir en Navidad, o le gusta el mar y no las sierras para irse de vacaciones, ni acompañar a su partenaire al ginecólogo o al proctólogo. Nadie lo presiona, ni manipula, ni le rompe los esquemas. Y lo que es mejor, nadie lo defrauda ni lo hace sufrir.
Ahora bien, si los partidarios de esta onda swingle aumentan, se multiplican, y la pareja como objeto existencial se desacredita…. ¿cómo se reproducirá la raza humana? No lo sé. A mi me gustaría que hubiera un día para los que no forman parte ni de un estado ni del otro, los que están aún en la búsqueda del amor ideal, de la felicidad soñada, los que a diario abren las ventanas de la esperanza de par en par, pidiéndole un romance eterno a San Antonio, porque saben que el buey solo no se lame tan bien como se dice, y a veces está demasiado triste, a la espera de alguien que lo ayude en la tarea.
(c) Luis Buero
www.luisbuero.com.ar
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