Cuando tu lugar en el mundo era el mundo
qué hacés allí durmiendo el desengaño
como una vieja carta
No es cuestión
de mirar las películas
y mover las caderas
.
Con el uniforme de una luna achacada
y las ventanas golpeando
En todo caso dejemos
que corra una gota en la curva de la espalda
Y retratemos todos los consuelos que guradas
en el aparador de tu vieja casa.
Naturalmente no hay lugar en el mundo
Ni para la abuela de la inocencia
que se escapa al colegio
donde aprenden un estribillo por nada
guardan su edad
para que nunca lleguemos,
se me hace que tu última enagua
se la bebió el viento.
Eso de la bofetada gris que nunca imaginabas
Y que se arruga en los diarios con
noticias lontanas.
Te dije que me avisó el gerente de
las brujas
que no te pedirán pasaporte para
soportar
los extravíos del aire libre
Y las gruñonas miradas de los que agradecieron rabias.
Sin hacer lo que se hace.
Sin sentir lo que se siente.
Sin masticar los buenos aires de
palmadas.
Sin brindar con la boca
Una santa invitación de alegrías
descalzas.
No le pidas un porcentaje de callada
a la vida que saluda
con sus carros repletos
de canastas.
En la basílica de los pobres
Se prepara la limosna de las lágrimas.
Mientras a orilla del reloj
cada minuto te despide
de tu lugar en el mundo en que andas.
Tal vez alguna vez
llegues tarde a la nave
al aparador de tu vieja casa.
(c) Alfredo Ariel Carrió de la Vandera
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