(Santa Fe)Romina Kippes
Aunque se trate de una de las ramas de la investigación más necesarias para solucionar algunos de los peores males del planeta (como el calentamiento global), la sociedad no termina de comprender la relevancia de la catálisis, y peor aún: ni siquiera termina de entender qué significa. Pero los "desentendidos" pueden ser más complicados cuando llegan a otras esferas, como la de aquellos encargados de decidir qué es lo que se debe investigar y qué no.
"Las áreas son cada vez más especializadas y cada vez más difíciles de explicar, incluso entre nosotros. Imagínese para explicarlas a los políticos y a quienes deben votar a esos políticos que nos subvencionan", dijo el Dr. Enrique Iglesia, investigador en la Universidad de California, en Berkeley, Estados Unidos, en un alto de su participación en el Congreso Argentino de Catálisis, organizado por el Instituto de Catálisis y Petroquímica (INCAPE) y el Instituto de Desarrollo para la Industria Química (INTEC).
"Es más difícil convencer a un político que los problemas globales deben ser apoyados por el Estado", dijo el experto, sobre todo cuando esos problemas y sus soluciones son "cada vez más arduos de explicar".
Iglesia –quien también fue declarado Profesor Honorario de la UNL- obtuvo su Ph.D. en Ingeniería Química en 1982, en la Universidad de Stanford. Actualmente, una de las líneas más relevantes en las que trabaja el grupo que dirige en Berkeley es hallar nuevos derivados de recursos energéticos alternativos, como el hidrógeno y el gas natural.
"Estudiamos cómo usar gas natural para formar el mismo tipo de rango de productos que hoy se forman con el petróleo, de manera que se pueda crear el concepto de una refinería de metano: que entre metano y salgan los productos que normalmente se formarían en una refinería de petróleo. Es un área que tiene mucho auge por varias razones, pero fundamentalmente porque produce moléculas con bajo contenido de azufre, por ejemplo, y usa una alimentación que tiene más hidrógeno, menos carbono y una contribución menor al calentamiento del planeta".
-¿Con qué frecuencia los resultados de investigaciones se traducen en desarrollos concretos o patentes?
-Empecé mi carrera en la industria y ahí me formé desde el punto de vista de los problemas prácticos y relevantes. Y en el ámbito universitario hemos podido seguir patentando procesos. Tenemos ocho patentes en los últimos años, que son más bien conceptos y no necesariamente procesos desarrollados: es muy difícil en un ambiente académico desarrollar un proceso y llevarlo al punto en que la industria lo puede tomar; requiere un nivel de escala que no podemos mantener. No obstante, más de la mitad del grupo trabaja codo a codo con la industria.
-¿Cómo se vive en su país la relación entre industria y universidad?
-Es una relación positiva en general, pero que también contiene algo de peligro para los objetivos de ambas. Una situación que surge es que la industria puede realizar un tipo de trabajo que no necesariamente enseña a hacer investigación sino que resuelve un problema inmediato, sin entender conceptos ni desarrollar fundamentos. Es un peligro que sentimos día a día: nos llegan pedidos que tenemos que rehusar, algo que nos podemos dar el lujo en una universidad como Berkeley, y esperamos que vengan las industrias que tengan una idea clara de su relación con la academia y puedan complementar la formación de los estudiantes. Es algo que tienen que traer en mente: hay que definir cuál es la misión de cada uno para que no sufra la formación docente, porque es el futuro del país.
-Las investigaciones sobre catálisis son a esta altura cruciales para solucionar problemas ambientales, por ejemplo. ¿Alguien tiene en cuenta eso a la hora de subvencionar un proyecto?
-Es más difícil convencer a un político que los problemas globales deben ser apoyados por el Estado. Los problemas locales en su mayoría se han resuelto; la emisión de gases de automóviles se ha controlado, pero el efecto invernadero no y es un problema global. Es algo muy difícil de justificar en este momento, porque lo que haga un país localmente, entrenando estudiantes en el área, no va a tener un efecto local sino global y a muy largo plazo, y los sistemas políticos no pueden manejar eso. En Estados Unidos los economistas lo llaman the tragedy of the common: lo que es para bien de todos lo tienen que hacer unos pocos. Es el caso que se encuentra en catálisis y en el área de las tecnologías: muchos de los efectos sobre el medio ambiente no son locales sino globales, y mucho
más difíciles de justificar. Es de alguna manera lo que hemos usado por mucho tiempo para justificar lo que hacemos: hay un efecto en la contaminación pero también en la calidad de vida en general.
-Un ejemplo son las investigaciones sobre los nuevos combustibles, nada menos que el futuro energético del planeta.
-Sí, uno de los puntos candentes en los Estados Unidos es cómo vamos a estabilizar la fuente de energía que tenemos –el petróleo- de manera de no depender de países inherentemente inestables. Es algo que no es tangible en este momento, pero que se está empezando a pensar. Que necesitan tecnología para lo que sea –sea catálisis u otra cosa- es algo que los políticos no entienden. Entonces nos encontramos con la desventaja de las democracias: los que entendemos los problemas y cómo resolverlos somos muy pocos, porque las áreas son cada vez más especializadas y cada vez más difíciles de explicar, incluso entre nosotros. Imagínese para explicarlas a los políticos y a quienes deben votar a esos políticos que nos subvencionan. Es un problema para el cual no tenemos solución.
La ciencia y la química mejoran la calidad de vida; es mentirosa la reputación que adquirimos, que los procesos químicos han causado más daño que ayuda. Es incorrecto, pero es la percepción que la gente tiene. Seguimos siendo los malos de la película y tenemos que seguir evangelizando.
(c) Romina KIppes
Fuente: El Paraninfo, periódico editado por la Universidad Nacional del Litoral