Está nevando en el planeta Marte. Voy en una expedición, viajo en una nave espacial. Llegamos a Marte. No hay nadie. La nave amartiza. No se ven marcianos por ningún lado. Es algo frustrante no encontrar marcianos, sólo hay nieve. Entonces, si hay nieve es porque hay agua. Y si hay agua, hay vida. Si hay vida, puede haber marcianos ¿por qué no? Salimos con el traje espacial puesto. Tenemos ganas de comer ensalada de rabanitos. Con mucho limón y sal. En la nave hay sal y jugo de limón concentrado. Lo que no hay es rabanitos. ¿Habrá alguna verdulería que nos venda los rabanitos? No hay a quien preguntarle. El señor Enero, la señorita Abril y yo vamos en busca de la verdulería que nos venda rabanitos. ¿Cuánto costará el kilo de rabanitos? Quién sabe. Como diría mi abuela, que en paz descanse, antes, con un peso se preparaba un buen puchero. Qué tiempos aquéllos los de mi abuela! Conocíó a Gardel, bailó con Carlos Pellegrini. Aclaro que soy la menor de las nietas, por las dudas... hija de la menor de las hijas, por las dudas....
En fin, busco los rabanitos, en esa nieve, no se sabe si es de día o de noche, pero es invierno, eso seguro, por la nieve, digo. El señor Enero y la señorita Abril siguen su camino saltando como canguros... ¿Adónde van? Mejor no digo nada. Y estas ganas de comer rabanitos... con limón y sal. Estoy cansada de caminar por la nieve, aunque tengo zapatos térmicos y un traje que ni les cuento. Es fantástico, lleno de calefacción y una escafandra por la que miro todo. A ver si aparecen marcianos, como le gustaría a Fabio Zerpa. Allá a lo lejos, entre tanta blancura divina diviso una tienda. Dice: se venden árboles de Navidad y rabanitos. Aunque el precio no se ve. Camino como puedo. Es de mañana, por la luna. Me comería una medialuna crocante, está tan cerca qué dan ganas de tocarla...Entonces, me acuerdo de los alfajores de dulce de leche que llevo en el bolsillo. Me apuro, camino como puedo por la nieve tan blanca... Ahí están ... los rabanitos, parecen soñados.... Le ofrezco al marciano que me mira con ínfulas de catedrático de la Universidad de Marte, un alfajor de dulce de leche. Créase o no, el marciano me da un manojo de rabanitos y agarra el alfajor como si nunca hubiera visto algo similar. Lo huele y enseguida se lo mete en la boca. Se lo deglute en un segundo. Marciano tenía que ser. Me voy a la nave con los rabanitos.... No sé dónde están Enero y Abril... Lo lamento. Voy a preparar la ensalada.
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