MADRUGADA
He llegado de madrugada
con el cerebro casi extranjero.
Me lavo los dientes y me acuesto,
sin nada.
Un centímetro espesa la lluvia
por lo que sucederá.
Pregunto:
¿Qué hacen?
¿Qué hicieron?
La virgen no está.
¿Será el comienzo de la vigilia?
He venido, supongo, del carozo marrón,
del arrastre soberbio que ejecuta,
que perfora, que condena
la piel, el toque de una mariposa,
el pincel mojado de los enamorados.
He quedado anestesiado, seco,
como la superficie polvorienta
de las pirámides después del monzón.
Alzo la copa y casi lo olvido.
El recorrido tiene una estación,
un nombre, una noción.
Por lo que sé me tiro
desde un trapecio sin red.
Duermo, casi tranquilo.
© Radamés Buffa
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