(Barcelona)
Uno de los más esperados en el Primer Encuentro Europeo de Novela Negra, er a el célebre escritor italiano Andrea Camilleri. Su delicado estado de salud le impidió pasear por las calles carvalhianas. Pero mandó un mensaje para ser leído en el Homenaje a Vázquez Montalbán que nos ha enviado la librería Negra y Criminal y que a continuación reproducimos aquí.
Manuel Vázquez Montalbán por Andrea Camilleri
Siempre me había negado a escribir sobre mi amistad con Manuel Vázquez Montalbán por una sencilla razón: me parecía que era incapaz de hacerlo, que no conseguiría encontrar las palabras. Y es exactamente lo que me sucede, mientras me esfuerzo por plasmar aquí algunas palabras y lo hago solo, por desgracia de forma superficial y sin pulir, como pago por haber sido obligado por motivos de salud a no poder estar presente en este encuentro que quiere ser un homenaje al gran escritor fallecido y en el que tanto deseaba participar.
En total, con Vázquez Montalbán nos vimos tres veces en Roma, una en Barcelona, una en Bolonia, una en Mantua, una en Brescia; siete veces en total aunque quizás haya olvidado alguna, pero ciertamente no más de diez.
¿Demasiadas pocas ocasiones para que nazca y se cimiente una amistad? No fue éste el caso. En alguna entrevista, antes de conocerlo personalmente, había reconocido que tenía una "deuda" con él o, mejor dicho, que había conseguido resolver los problemas de estructura de "El cervecero de Preston" a partir de la lectura su "El pianista" y que, por eso, como prueba de gratitud, había bautizado a mi personaje, que llegaría a ser el más conocido, con su mismo apellido, Montalbano, que, por otra parte, es muy común en Sicilia. Pero había leído y me habían gustado sus otras novelas publicadas hasta entonces en Italia y conocía la estima que Leonardo Sciascia le profesaba. No recuerdo en qué año, en ocasión del Festival de Literatura de Mantua, me invitaron a una entrevista-coloquio con Vázquez Montalbán.
El encuentro debía tener lugar en el mes de setiembre, pero a primeros de julio me llamó Massimo Dalema para comunicarme que tenía pensado organizar un encuentro entre Manuel y yo en el Festival Nacional de la Unità, en el que él participaría como moderador. Fue así como hablamos bajo una carpa enorme, llena a rebosar. Pero fue en Mantua donde en pocos días nos conocimos de verdad. Es allí donde nació nuestra amistad.
Era una amistad que puedo calificar de siciliana. Intentaré explicarme mejor. La amistad siciliana es un arte difícil, hecha más de silencios que de palabras, que se complace en saber que el amigo se encuentra cerca de ti, te intuye, sabe darte una cosa antes de que tú la pidas. Está hecha de pausas, de destellos en el fondo de los ojos.
Esta amistad se hizo aún más profunda a lo largo de las dos mañanas en las que me acompañó a visitar Barcelona.
Con cuanto pudor, con cuanta ironía me llevó a algún lugar que todavía sobrevivía y que él había amado. Y yo le hablaba de mis lugares sicilianos. Porque, de hecho, durante las horas que habíamos podido conversar, sin micrófonos, sin cámaras de televisión ni fotógrafos, habíamos hablado de nosotros. De nosotros como dos hombres, no como escritores. Me doy cuenta de que la literatura no ocupó en total más de unos diez minutos del tiempo que pasamos juntos. Pero nunca, nunca olvidaré la forma súbita, irónica, humilde y feliz con la que me anunció que sería abuelo. O cuando me habló de un día en la cárcel que no creo hubiera explicado a muchas personas.
Nos pidieron que escribiéramos un libro a cuatro manos, un libro sobre nuestra formación civil y literaria bajo diversas dictaduras y en tiempos históricos diversos, debido a nuestra diferencia de edad. Aceptamos con entusiasmo y comenzamos a grabar algunas conversaciones y a enviarnos largos faxes. Pero pronto nos dimos cuenta de que era imposible llevar a cabo este libro porque, tal como él dijo, "un libro como éste sólo se puede escribir mirándonos a los ojos". Y, desgraciadamente, las ocasiones para vernos fueron muy escasas.
Bien entrada la tarde del mes de octubre de 2003 en Roma un cartero llamó a mi puerta. Era una hora del todo inusual para el reparto de correo. Me entregó un paquete enviado por la editorial Frassinelli. Era el útimo libro de Manuel Vázquez Montalbán. Más adelante me enteré de que en el momento exacto en que recibía el libro, Vázquez Montalbán moría en un aeropuerto de Bangkok. ¿El título del libro? "Happy end". ¿El subtítulo? "Pero la historia no acaba aquí". Y realmente no creo que se haya acabado.
(c) Andrea Camilleri
Sobre el autor: Andrea Camilleri es un autor muy popular en Italia, ha escrito una serie de novelas policiale y creado el personaje del comisario Salvo Montalbano. "Un perro de terracota" es la primera novela de esa serie traducida al español y "Un mes con Montalbano" donde despliega treinta casos que el peculiar comisario debe resolver son dos de sus libros más conocidos.
Camilleri fue guionista y director de teatro y de televisión durante cuarenta años. Entre sus trabajos hay que mencionar su labor de productor y coguionista de la serie del inspector Maigret de Simenon para la televisión italiana. En 1978 publicó su primera novela y en 1994 creó el personaje de Salvo Montalbano en homenaje a Manuel Vázquez Montalbán, creador a su vez del detective Pepe Carvalho.
Con el personaje de Montalbano, Camilleri adquirió una popularidad excepcional en Italia. |