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(Caracas)
No hay peor infierno para un dramaturgo muerto que no se monten sus obras más nunca en la vida. José Ignacio cadáver, yaciendo lejano e imposible de hallar en el laberinto del cementerio General de Sur; sus obras: Juan Francisco de León, Fiésole, El extraño viaje de Simón el malo, Profundo, Acto Cultural, El día que me quieras, Una noche oriental, El Americano Ilustrado, Autorretrato de artista con barba y pumpá, y Sonny, se encontraban bien enterradas con él.
José Ignacio en el… ¿cielo? No, en el cielo no. En algún lugar con nubes de Calder reservado para los genios y los artistas; fumando como un chicuaco; caminando para acá y para allá como una letra “A” (con sus dos paticas bien abiertas al andar); apoyándose en su bastón; batido, muy batido, batido de espumita y absolutamente arrecho. Arrecho no, ¡arrechísimo!
“¡Prima! ¿¡Y qué pasa que ya no montan más mis piezas!? ¿¡Por qué mis personajes: Amadeo Mier; Pío Miranda; Anselmo, Arístides y Rosamunda Lander; Herminia Briceño, viuda de Petit; las Ancízar y Plácido; Cosme Paraima con sus quince rones y el culo de la alemana… por qué todos ellos andan en busca de unos actores y de un director, y nada que los encuentran? ¿Por qué la gente insiste en llamarme “Maestro”, y citarme a cada rato, y hablar de mis famosos espaguetis con vóngole que a usted nunca le gustaron, e insistir con eso de ‘¿y qué estaría diciendo Cabrujas ahora?’… por qué todo eso si han silenciado mi teatro?! ¿¡Si me han quitado la voz!?”.
Eso llevaba años escuchándolo entre sueños y, al despertarme, sólo atinaba a balbucear: “Primo… no sé…”
¡Pero como si fuera Gardel, llegó Juan Carlos Gené a Venezuela! Como si fuera el mismísimo “Morocho del Abasto”, este actor, director, dramaturgo y maestro de Argentina llega a nuestra escena venezolana para ofrecernos un montaje –un homenaje- digno, preciosísimo, excelso y sumamente emotivo de El día que me quieras.
Escribe Gené: “Pero Caracas y El día que me quieras son una misma cosa. Cabrujas y su obra son esta ciudad y ésta, su gente; el torrente inagotable de ironía poética que emana de su texto, y de sus criaturas, corre por sus calles, vela y duerme en sus casas, ríe de sí mismo en cada una de sus lloradas desgracias. Es por eso que desde hace diez años la ciudad tiene una herida que no deja de sangrar: la ausencia se José Ignacio Cabrujas”.
Eso escribe Gené y nosotros gritamos: “¡Pero si José Ignacio está de vuelta, más brillante y más vigente que nunca!”.
La noche del estreno de El día que me quieras algunos actores aseguraron haber visto a Cabrujas entre bastidores; otros sintieron su presencia allí, justo en el centro del escenario; yo me lo imaginaba, en el camerino celestial, todo ronquito él, colorado de lo puro contento, y diciéndome: “¡Carajo, prima, tenía que ser Gené!”.
Y sí, tenía que ser un argentino que, huyendo de la dictadura, vivió diecisiete años en Venezuela. Un argentino -¡pero nuestro!-, porque hay que ver que aquí lo recibimos con el corazón y con los brazos abiertos, y lo quisimos, y lo admiramos y lo respetamos. Un argentino que regresa a Caracas, tras doce años de ausencia, y lo hace en grande, como el mismísimo Gardel. Sólo que el cantante llegó a la casa llena de helechos de la familia Ancízar y Gené arriba no a un país, sino a un paisaje: una montaña, unas matas de mango, un río que se desborda, otros helechos y una gentecita a quien tanta falta le hace Cabrujas. ¡Aparece Juan Carlos Gené y saca del infierno de los dramaturgos silentes a nuestro José Ignacio! ¡Y nos lo entrega vivo, actual, lucidísimo y con tan contundente voz! Pero Gené no está solo. Tiene a su GA80, que está cumpliendo veintidós años. Gladys Prince es María Luisa Ancízar; Héctor Manrique es Pío Miranda; María Cristina Lozada es Elvira Ancízar; Martha Estrada es Matilde; Basilio Álvarez es Plácido Ancízar; Juan Carlos Ogando es Alfredo LePera e Iván Tamayo es Carlos Gardel. ¡¡¡Eso es un elenco!!! ¡¡¡Un elencazo!!! Actrices y actores quienes, con su propio estilo y con su acento, le han dado vida a estos personajes fabulosos.
Desafortunadamente, la velada es muy corta. Se va Gardel y nos deja llorando. El final de la pieza sólo lo logramos ver entre pañuelos y lágrimas, y sabiendo que tenemos a un amigo a nuestro lado. Terminó la primera función y todos nos pusimos de pie sobrecogidos por la emoción. En la sala estaban otra María Luisa, otro LePera, dos Gardel… ¡ellos también tuvieron la dicha y el privilegio de participar en montajes anteriores! Y estaba toda esta familia de gente de teatro tan, pero tan querida. Salieron los actores a saludar y… ¿quiénes estaban más conmovidos… ellos o nosotros? Quise gritar: “¡¡¡Bravo!!!”, pero no pude. O uno se ahoga en llanto o aclama a los artistas. ¡¡¡Y entonces apareció en el escenario Juan Carlos Gené!!! ¡¡¡Gran ovación!!! (Y, si por mí hubiera sido, allá seguiría, en la sala de conciertos del Ateneo de Caracas, aplaudiéndolo, aplaudiéndolos!!!) Un superlativo director, un grupo de teatro colosal y, por si fuera poco, ¡el regreso de Cabrujas a las tablas!
Octubre de 1995, mes de la muerte de José Ignacio. Marzo del 2005, mes de su resurrección.
Gracias Gladys, Héctor, María Cristina, Martha, Basilio, Juan Carlos e Iván. Y, por sobre todo, gracias maestro Gené por devolvernos a nuestro José Ignacio. Usted empezó a cerrar esa herida que tenía casi diez años sangrando. Con su montaje de El día que me quieras se nos comienza a llenar ese vacío enorme que tenemos y José Ignacio se nos hace menos ausente. ¿Cómo hacemos para darle las gracias? Dígame. ¿Cómo le agradezco este acto de amor?
P.S. para J.I.C.
Primo, esto no lo detiene nadie. Usted siga llenando las nubes de nicotina, pero tranquilo, que ahora lo que vienen son meses y meses de El día que me quieras… y, después, segurito que le montan Acto Cultural. ¡Usted: único, irrepetible, brillante, vigente, genial! ¡Y nadie heredó su talento!
(c) Carolina Espada
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