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Un cuento alegre
El editor sólo pedía un cuento alegre. Don Arturo se preguntaba qué podía ser alegre, un niño que no llorara, un ramo de flores, una sonrisa bella. Una alegría desconocida atormentaba a Don Arturo para la escritura de ese cuento que debía entregar apurado al editor. Éste era el que pagaba y le permitía vivir modestamente.
Se sentía molesto como Arlt, cuando diariamente debía entregar "sus viñetas porteñas", a la redacción del diario "El Mundo", en Buenos Aires.
Una mañana despertó inspirado. Si su escritura se inspirara en la pornografía, su vida sería más fácil, pero él no se complicaba con editores, que pedían algo específico, páginas alegres, de dónde sacar circunstancias alegres. El único que le proporcionaba alegría, sorpresa, era su perro Athos. Athos había muerto. De nariz dálmata, le proporcionaba cosquillas especiales. Athos había sido enterrado en un frío cementerio para perros ingleses. Así que no se podía hablar más de alegrías perrunas.
El escritor ideó un juego, pero esto tampoco resultó alegre. En su desesperación el pobre hombre veía un largo camino hacia el desempleo.
Ni el pastel de berenjenas que con tanto amor le había preparado su amiga Margarita, le servía de inspiración.
Pensaba en cosas tristes, pensaba en cambiar de editor. La picadura de una hormiga, y un doble calambre en el abdomen, lo hicieron reaccionar, enjabonaría la vereda y jugaría un doble partido de rayuela, buscando inspiración. Pensó en el argumento de "Corazón", de Edmundo de Amicis, autor italiano, pero nada, quizás si hurgara en algún tema jocoso se inspiraría.
Maldito editor, maldita era su suerte. De noche pensaba en un agujero negro moteado. Se acostaba sin comer para ver si le aparecía la inspiración. Hasta que su vecino, Don Atilio, un viejo italiano, que fumaba una pipa texana, se le ocurrió comprar en una tienda cercana con gas hilarante. Desde entonces todo cambió para Don Arturo. Sólo debía destapar el frasco, y el ambiente se llenaba de risas, que él escribía como notas en su máquina de escribir y con las que hacía un paquete y marchaba a la casa del editor.
(c) Susana Goldenberg
Ramat Aviv, septiembre de 1991
Sobre la autora:
Susana Goldenberg, de origen argentino vive en Israel desde hace varios años. Un cuento alegre está publicado en su libro “20 cuentos israelíes” ópera prima de Goldenberg, donde la autora narra varias historias. Son relatos donde aparece, como en un film, un fondo que puede ser la presencia continuada del pasado a veces y en otras el asombro de los lugares y situaciones nuevas.
Ese libro ha sido premiado en Israel por el Ministerio de Absorción, premio establecido para los inmigrantes con diez años de residencia en ese país y ese premio ha permitido su publicación.
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