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Carta a un joven escritor por David Sánchez Juliao
 

"Para llegar a ser escritor, y vivir de escribir, la primera determinación que hay que tomar es la de fracasar. Así, partiendo de cero, todo lo que llegue es logro. También, hay que convencerse de que no se sirve para nada... y dedicarse a dignificar el ocio. Y otra cosa, hay que reconocer que se es perezoso, y sentirse orgulloso de ello. Allí, en el manejo de ocio y en la buena administración de la pereza, está la clave. Pero se necesita valor para reconocerse inservible, para condenarse uno mismo al fracaso y por tanto al ostracismo..."

Querido Mauricio:

Me alegra tu respuesta. Sí, intuí el momento. Así somos los escritores, ¿ves? Siempre he considerado que gozas de un gran talento. Pero para ser escritor no basta el talento. Te ha faltado terquedad. "¿De qué viven los escritores", me preguntaste una vez: "De tercos", respondí. De modo que te ha faltado terquedad. También, aunque la tienes, te ha faltado inteligencia, pues suelo definir así la inteligencia: es la manera como somos capaces de manejar el talento.

Para llegar a ser escritor, y vivir de escribir, la primera determinación que hay que tomar es la de fracasar. Así, partiendo de cero, todo lo que llegue es logro. También, hay que convencerse de que no se sirve para nada... y dedicarse a dignificar el ocio. Y otra cosa, hay que reconocer que se es perezoso, y sentirse orgulloso de ello. Allí, en el manejo de ocio y en la buena administración de la pereza, está la clave. Pero se necesita valor para reconocerse inservible, para condenarse uno mismo al fracaso y por tanto al ostracismo. El mundo pretende enseñarnos que debemos mantener la cabeza ocupada en cálculos, como dice Thoreau, quien también sostiene que en esta sociedad el cálculo de acciones y cantidades es lo que produce el éxito. Entonces, me pregunto: ¿Cómo llegar a escribir cosas importantes con una cabeza que vive ocupada? Hay que hacer con ella lo que hacemos con el computador y con el correo electrónico: vaciar la papelera, eliminar los mensajes enviados, los recibidos, los ya eliminados, las fotografías a color que ocupan demasiado megas en el disco duro, y dejar el espacio de creación en una liviandad que te permita partir de un Word en blanco. Date por fracasado, entra en crisis, que ello redime. Recuerda que crisis y oportunidad son la misma palabra en chino y se escriben con el mismo ideograma. Aplica al problema de la subsistencia el aforismo que los irresponsables padres de América Latina usan para justificar su pésimo sentido de la planificación familiar: recítate al oído, "Cada libro trae su pan bajo el brazo". O tal vez oculto entre las páginas. No te dejes derrotar por el horror de las cosas del día. Ibsen sostiene que la tragedia del hombre está en lo cotidiano. En el mundo moderno, el meridiano de la infelicidad pasa por el refrigerador vacío. Entonces, haz lo que hice yo en Lorica, mi pueblo natal, cuando me encerré en 1973 a escribir mis primeros cuentos: no tuve refrigerador ni estufa eléctrica. Compraba la carne a diario en la plaza de mercado y cocinaba con carbón vegetal. Jamás tuve teléfono, ni tarjetas de crédito, ni de débito, ni cuenta bancaria, ni habría tenido (si hubieran existido) correo electrónico o teléfono celular. No tenía televisor. No iba al correo ni recibía ni hacía llamadas telefónicas. Sólo una vez fui a la oficina postal: a enviar los originales de mi primer libro a la editorial y de ella recibí la única llamada telefónica que me entró en años... pero al teléfono de una vecina llamada Albertina. La editorial llamó para decir que sí, que iban a publicar el libro. Ese que ahora está traducido a 12 idiomas y el que contiene las frescas y mágicas historias que, ya en la comodidad del éxito, jamás pude volver a escribir. ¡Si vieras las camisas italianas que ahora me toca usar! Pero cada día, al abotonármelas, sueño con aquella vecina que me hacía las camisas de escribir por los días del ostracismo; con telas que mi entonces mujer compraba en los baratillos más humildes del centro del pueblo y mandaba a confeccionar adonde la modista.... pues nos salían muy baratas. Es en lo primero que pienso al vestirme todas las mañanas, y luego me duele sentarme ante mi flamante computadora lap-top, la más moderna, pues añoro mi Olivetti 35, sobre la cual fui siempre el más feliz viajero del mundo. Desde ella te escribo en esta mañana las presentes líneas cargadas de fresca ternura... y de inmensa nostalgia; y de mucha envidia, Mauricio, pues no sabes cuánto daría por ser yo quien padeciera la desgarradora crisis que te acongoja. De ser yo, aprovecharía al máximo esa oportunidad, de modo que cuando alguien llegara a hacerme las preguntas que ahora me haces, pudiera responderlas con más claridad y mucha, mucha más felicidad.

Para usar uno de los lemas de las toallas sanitarias femeninas que anuncia la televisión: "Atrévete".

Te abraza,

David Sánchez Juliao

(c) David Sánchez Juliao

 
 

 
 
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