(Buenos Aires) Araceli Otamendi
La muestra "Rastros" de la artista chilena Alicia Larraín Chaux inauguró el ciclo de "Mujeres americanas" en el Museo Sívori de Buenos Aires, en 2004. No es casual que esta artista chilena haya sido elegida como la artista inauguradora de esta serie, dice Catalina Parra, Consejera Cultural de la Embajada de Chile en la Argentina. Su trabajo pictórico y de instaladora medita sobre la huella que el hombre deja en su paso por la tierra - su ocultarse bajo máscaras - y como dice la escritora y crítica Diamela Eltit: ..." nos invita a un territorio móvil regido por una poética de la incertidumbre en su sentido más necesario, más estético y más provocativo".
Esta exposición es otra muestra de la integración cutural y el entendimiento de nuestros pueblos y la posibilidad de reflexionar juntos en temas universales como la condición humana.
Según palabras de la escritora chilena Diamela Eltit:
"Alicia Larraín indaga el rostro. Busca, a partir del rostro oficializado por la Historia del Arte: el David clásico, un modelo desde el cual reconfigurar, precisamente., los avatares del rostro.
El trabajo de la artista pone de relieve uno de los puntos más álgidos que nos propone- impone el sistema social como es la naturalización de los modelos, ocultando así su carácter convencional y arbitrario.
Sin embargo, esta obra perfora la apariencia de naturalidad para entrar de lleno en una zona crítica y problemática, abriendo una serie de preguntas estratégicas:¿Qué es un rostro?, ¿Existe, en realidad, un rostro?, quiero decir, ¿uno?.
Y más aún:¿Cuántos rostros porta el rostro?, ¿Acaso ese rostro no es nada más ni nada menos que un conjunto de máscaras de sí?
Mediante un procedimiento estético Alicia Larraín, da cuenta del rostro como trabajo, como construcción, como sentido siempre en fuga.
Precisamente, esta obra parece afirmar que el rostro interpela y, cuando lo hace, se reinterpreta, muta y se vuelve inasible a una sola condición fisonómica. En suma Larraín propone un rostro incesantemente recodificable. De esa manera, el clásico David y su materia fija, inalterable, es desestabilizado para proponer una oscilación que abarca desde la figuración hasta la máxima deconstrucción"...
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