(Buenos Aires) Araceli Otamendi
Dos veces por semana viajo en tren desde Buenos Aires hasta una localidad de la Provincia de Buenos Aires. Durante el trayecto hay un desfile casi incesante de gente que pide limosna o vende cosas. Hoy sábado 8 de Junio, por ejemplo, durante el viaje de vuelta a la ciudad desfilaron dos ex soldados de la Guerra de Malvinas a lo largo del tren. Simpáticos, todavía jóvenes aunque bastante arruinados, con las medallas que les han correspondido repartían pequeños distintivos a cambio de monedas, a voluntad. Le pregunté a uno de ellos cuánto cobra por haber peleado en esa guerra. Trescientos pesos, me dijo, algo así como cien dólares actuales al cambio de hoy. Un poco menos. Si quiere le muestro el recibo dijo y me lo mostró. Pero el importe cobrado decía ciento cincuenta y ocho pesos. Por los descuentos. Le compré un distintivo. Apenas habían terminado de pasar apareció un ciego. Era un hombre viejo con un bastón blanco y tocaba una armónica. No tuvo tanta suerte como los ex soldados, la gente ya había dado las monedas. En una estación subió un perro. Estaba solo, era lindo y flaco. Hace frío hoy y el perro encontró abrigo en el tren y se acostó en el suelo. Ni bien se fue el ciego un niño de unos siete u ocho años con el pelo rapado seguramente para no tener piojos, vestido con un pantalón y una simple remera de mangas largas repartía estampitas de santos. Las zapatillas estaban rotas. El tema de los niños en los trenes es especial. Porque además ahora tienden la mano a la gente y piden un beso. Además de monedas, afecto. Este es el resumen de hoy sábado a la mañana. A la tarde, viajan los cartoneros, los que vienen a Buenos Aires a buscar en la basura papeles, cartón y todo lo que puedan llevarse y vender. Viajan con unos enormes changos de supermercado. Son muchos y viajan generalmente en el primer y el último vagón del tren. Visten humildemente y entre ellos hay gente de todas las edades, chicos, jóvenes y no tanto, viejos. El domingo pasado viajé con una mujer en un vagón del medio del tren. La mujer traía un enorme carro lleno de papel y cartón. Había recogido todo eso en las calles de Buenos Aires y se volvía a la Provincia. Se había sentado y leía un libro. Para viajar en el tren uso la ropa más vieja que tengo. Duele esta miseria que está tan cerca. Duele.