SUS MANOS LE CONTARON
A pesar de la inconmensurable extensión del territorio, ella lograba recabar algunos datos para orientarse.
Sabía de sus puntos cardinales. La ansiedad de quien releva una tierra para conquistarla determinaba el primer mojón.
Un Norte...
Esa primera marca alteraba en segundos su topografía y la textura de esa superficie inventada, forzaría el "paso a paso".
Ya nada pasaría inadvertido.
La mágica brújula indicaba que el camino se bifurcaba, allí, justo al Norte, en un Este y un Oeste.
Caminada en ambos sentidos, simultáneamente, se sintió de arena.
La abrasó el desierto y adivinó sin padecerlo, el frío de sus noches escurridizas.
Algo se detuvo para no rodar y quedar atrapado en las palmas de sus manos.
Un regreso tibio hacia el centro, pocos grados arriba y en línea recta hacia abajo, le dibujaron dos surcos en la piel.
Un camino circular, perfecto, terminó en el abismo de su ombligo para retroceder al punto de partida y nuevamente al centro, hacia abajo, la sorpresa de sutiles umbrales con un destino incierto.
Peldaños, cada vez más estrechos, trazaban un sinuoso
desfiladero que iba contándole de su oscuridad y de su misteriosa naturaleza.
Un deseo de sal le cruzó la mirada y respiró los datos de la
intempestiva humedad del sur.
Ya nada se detuvo; tacto y palabra la enfrentaron al
océano para naufragar gozosamente en él.
Así fue conquistada y nombrada, la primera vez que sus
manos le hablaron de su espalda.
© Cristina Chaca