LA PORTADORA Ella sacó a pasear las palabras y las palabras mordieron a los niños y los niños le contaron a sus padres y los padres cargaron sus pistolas y abrieron fuego sobre las palabras y las palabras gimieron, aullaron lamieron lentamente sus ciegas heridas hasta que al fin cayeron de bruces sobre la tierra desangrada Y vino la muerte entonces vestida con su mejor atuendo y detúvose en la casa del poeta para llamarlo con gritos desesperados y abrió la puerta el poeta sin sospechar de qué se trataba y vio a la muerte colgada de su sombra y sollozando "Acompáñame", le dijo aquella "porque esta noche estamos de duelo" "Y quién ha muerto", preguntó el poeta "Pues tú", respondió la muerte y le extendió los brazos para darle el pésame QUE SALGA EL INDIO ENTRE LAS PIEDRAS Que salga el Guayasamín que cada uno tenemos que salga el indio entre las piedras, médula a médula el gran precipicio que somos, la gran llaga ecuatoriana y lo que cae del ojo al cielo, y lo que arruga el aire y lo que sale de nosotros mismos como una rosa deforme y lo que araña más adentro que salga que salga el trueno, la bocanada, el relámpago la hebra furiosa y tuerta que mira sangrar el alma y aquí, en esta jaula ardiente que es América de luto están pendiente los nombres de aquellas manos clavadas de aquellos pies desahuciados, de aquellos huesos de humo de aquel sueño arrojado al gran ataúd del miedo o simplemente del árbol con sus ramas infinitamente secas Porque no estamos muertos, no estamos y hay uno que ahora brinca por encima de los sables y hay uno que bebe fuego y lleva alas de ceniza y hay uno que agrieta el río con su cráneo universal y hay uno que dice yo, yo soy el indio entre las piedras y todo el horror humano se me apaga en el cuerpo y tengo lágrimas y penas y el corazón como una luna borracha y el esqueleto dormido, y la mandíbula tiesa y a mi oído brama el perro de las noches podridas y a mi boca rueda el beso de la angustia que mata Y yo pinto, yo pinto con mi voz y con mis uñas repletas yo pinto con mi oxígeno la cicatriz del viento raspo la puñalada maldita de los siglos me sumerjo en el ácido mortal de las pupilas andinas desnudo el recuerdo de la calavera sombría y en mí sobreviven las tripas cortadas de cuajo y cada grito soy yo, cada mejilla nacida del grito cada suspiro fatal y su patria de aguja cada mujer, cada hombre cada animal volteado en la vértebra dramática todos y cada uno de ellos y en todas partes la vida como un sol amargo y yo, hinchado de colores cierro las alas y duermo sobre la tristeza © Mario Meléndez – poeta chileno- Sobre el autor: Más datos en galería de escritoras y escritores |