Travesía del desierto, Graciela Wencelblat Waimbuch
El encanto, una de las cualidades esenciales del escritor
Travesía del desierto, de Graciela Wencelblat Waimbuch
(Buenos Aires) Araceli Otamendi
El encanto, dice Borges, es, como dijo Stevenson, una de las cualidades esenciales que debe tener el escritor. Sin el encanto, lo demás es inútil. Refiriéndose a Croce, Borges afirmaba haber leido casi todos sus libros y aunque no siempre estaba de acuerdo con él sentía su encanto.
El último libro de la poeta argentina Graciela Wencelblat Waimbuch tiene encanto. Los poemas de “Travesía del desierto” conforman una intensa travesía por una “noche” del alma y también son un “canto para resistir”, como el título de uno de los poemas: “Canto para resistir y empiezan a nacer pájaros en los dedos de mi mano”. Cuando hay arte, hay comunicación a los demás de nuestra íntima identificación con ellos. Y como dijo Fernando Pessoa, hay sólo dos grandes formas de arte – una que se dirige a nuestra alma profunda, la otra que se dirige a nuestra alma atenta. La primera es la poesía, la novela la segunda. Decidirse a comunicar lo que sentimos es también decidirse a encontrar el lenguaje y la forma, para liberar a los demás de sí mismos, proponiéndoles nuestra personalidad. Graciela Wencelblat Waimbuch encontró en estos poemas
las palabras y el ritmo para comunicar vivencias que hablan de dolor, ausencia, desencuentro y también de encuentro y logró como dijo Bradley, uno de los efectos de “esa cosa liviana, alada y sagrada”: recordar algo olvidado.
Editorial Vinciguerra