Voy de camino.
Me acerco a la ventana contemplo y me detengo.
El susurro del agua captura mis sentidos y
mis oídos intuyen perfiles de buenas intenciones.
Esa química esencial serena incertidumbres y mi mirada inventa charcos en los remotos rincones de mis juegos.
El agua bautiza palabras con forma de recuerdos y de futuros tan inciertos como ella,
mientras las baldosas del patio se enamoran de sus finos tacones transparentes.
Los árboles sacian su sed a puro instinto.
La hiedra llora sus verdes sueños de verano y las rejas se engalanan con collares de cristales en suspenso.
Llueve
Voy de camino. Me acerco a la ventana contemplo y me detengo. El susurro del agua captura mis sentidos y mis oídos intuyen perfiles de buenas intenciones. Esa química esencial serena incertidumbres y mi mirada inventa charcos en los remotos rincones de mis juegos.
El agua bautiza palabras con forma de recuerdos y de futuros tan inciertoscomo ella, mientraslas baldosas del patio se enamoran de sus finos tacones transparentes. Los árboles sacian su sed a puro instinto. La hiedra llora sus verdes sueños de verano y las rejas se engalanan con collares de cristales en suspenso.
No cuento contigo para hacer historia. Has cerrado el camino para los – ¿recuerdas? No habrá discusión ni coincidencia. Los recuerdos piden legitimación a la memoria. ¿Cómo saber si mi certeza no es delirio?
Nunca es gratis soltar las manos de la sangre.
No fue el amor, precisamente, el hilo que cosió nuestras palabras; y la noche se deshilacha dejando caer triciclos y muñecas. Las pesadillas son barriletes negros en el cielo. La infancia es un barco a la deriva, en el inabordable mar de la memoria fragmentada. A quién le contaré lo que recuerdo. No hay punto de partida o de llegada.
Todo es universo cuando no hay historia; es caos que no permite contrapunto.
En un rincón, algunas verdades ejercitan su paciencia.
Voy y vuelvo. Limpio mis pies de tanta palabra muerta.
Me cuento un cuento.
Caigo, alucino versos; tropiezo, me escapo y olvido.
Una vuelta más, una sola, y reintento.
Deslizo una cremallera falseada que siempre vuelve a abrirse por detrás del broche. Busco hacia arriba y pregunto quién sostiene a las estrellas, allá tan lejos, justo donde quisiera colgar, por un día, mi amargura. Encuentro. Me asqueo, y tiro. No creo en nada; en esto, tampoco.
Será por eso que cuando me miras, con los ojos aún vírgenes de tanta negrura, te esquivo para que no adviertas que pienso que lo mejor, se me ha quedado por detrás de mi sonrisa. Tu inocencia insiste, y rompes los cristales de mi pena por donde se cuela el frío de mis sueños rotos.
Llevó un sueño atado a la cintura su piel, en rebeldía, fue al encuentro de unas manos, el faro de sus ojos fragmentó el mapa de la noche y el deseo marcó el ritmo de sus pasos.
Todo fue para volver sobre sus huellas como siempre, cobijando su sonrisa en un bolsillo, la costumbre haciendo moños con su llanto y la luz de su mirada inventando otra pregunta.
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Más allá de mí
Mas allá de mí un sereno valle de acunadas amapolas, un latido de mar inconmovible, una ráfaga de vida: la cima de la montaña.
Mas allá de mí un pájaro, una sorpresa, la sábana azul de un cielo recién lavado por una lluvia milenaria.
Cuando estés allí, frente al cristal de mi risa, ríete conmigo a muerte pero no la toques...
Más acá de mí no vengas, no me llames, no te asomes a mi ausencia. Podrías sucumbir eternamente en la oscuridad de mis silencios.
Cristina Chaca, nació el 15 de julio de 1948 en la República Argentina y reside actualmente en la ciudad de Buenos Aires. Es Licenciada en Psicología, con postgrado en psicología clínica; profesión que ejerce desde hace 23 años.
Con sus poemas ha participado en cuatro Antologías editadas en papel( tres de ellas gestadas en un foro de Internet de origen español y una de ellas editada en Buenos Aires). En julio del 2003 la Editorial El Aleph.com editó su primer libro Entre trazos y palabras en el que ha compilado parte de su material literario con ilustraciones de su autoría.