CON MIGUEL MARTÍNEZ.
“En Coetzee no se agotan los calificativos”.
(Madrid) Pablo Gámez
La Academia Sueca ha concedido el Premio Nobel de Literatura al sudafricano John Maxwell Coetzee. Coetzee fue distinguido con el galardón más importante del mundo de las letras por la sólida composición de sus novelas así como por sus diálogos y su brillantez analítica que lo llevan a una dura crítica del "racionalismo cruel y el moralismo cosmético de la civilización occidental".
Según la Academia Sueca, el interés de Coetzee se centra en situaciones en las que "la capacidad de distinguir entre el bien y el mal puede ser vista como algo que, a fin de cuentas, no ayuda".
Ese es, por ejemplo, el caso de su novela "Desgracia", publicada originalmente en 1999, en la que un profesor de filología inglesa, caído en desgracia por una aventura erótica con una estudiante que lo lleva a abandonar su cátedra, termina enfrentándose a situaciones que lo llevan a poner en cuestión buena parte de sus convicciones.
Coetzee es el segundo escritor de su país que obtiene el Premio Nobel después de Nadine Gordimer, que lo recibió en 1991. Pero el caso de este autor de complejas y desgarradoras novelas sobre la Sudáfrica posterior al "apartheid" es muy distinto al de Gordimer.
En primer lugar, el tema de la obra de Gordimer es el "apartheid", que en las principales novelas de Coetzee ya es cuestión del pasado. La obra de Coetzee, además, es de una complejidad mucho mayor lo que muchas veces lo lleva a ser menos "políticamente correcto" que Gordimer y sus preocupaciones rebasan los límites de los problemas sudafricanos y hacen que su obra se convierta en un diálogo continuo con temas y motivos de la literatura occidental.
Así, por ejemplo, en "El maestro de San Petersburgo", Coetzee parafrasea la vida y el mundo de ficción del escritor ruso Fedor Dostoievski y, a través de éste, se enfrenta a uno de los temas que más le interesan que es el problema del mal.
El tema del mal y de lo demoniaco atraviesa prácticamente la totalidad de la obra de Coetzee y en algunos de sus textos, como en "Esperando a los bárbaros", en el que sigue la tradición abierta por Joseph Conrad, es el idealismo ingenuo el que termina abriendo las puertas del horror.
Sus obras autobiográficas "Infancia" y "Juventud" también han sido destacadas por la Academia Sueca por "la cruel disección de sí mismo que hace el autor" y por su retrato de los conflictos típicos de la sociedad sudafricana entre negros y blancos y entre la población de origen inglés y los "boers" (de origen holandés).
Que a J.M.Coetzee se le pueda leer en castellano se le debe a uno de los grandes y más importantes traductores del nuevo premio Nobel de Literatura, el español Miguel Martínez
Fascinado por la obra de Coetzee, Martínez ha volcado al castellano novelas fundamentales de Coetzee como En medio de ninguna parte, El maestro de San Petesburgo, Las vidas de los animales, Desgracia y actualmente Elizabeth Costelo –prevista para febrero de 2004--,
Pregunta: ¿Se logra situar la obra de Coetzee entre la lírica y lo kafkiano?
Respuesta: Efectivamente Coetzee tiene paisajes de un gran lirismo. Quizá es algo que se note más en sus novelas tempranas –En medio de ninguna parte, El maestro de San Petesburgo--. La presencia de Franz Kafka es evidente en toda su obra. Pero la crítica se olvida de otro influjo muy poderoso que es el de Samuel Becket, al cual Coetzee dedicó su tesis doctoral. Lo fundamental a entender es que en Coetzee no se agotan los calificativos.
P: Desde hace muchos años se viene diciendo que Coetzee es el gran escritor de Sudáfrica y el premio Nobel de Literatura lo viene a confirmar. Si hay algo que todos destacan es la honradez y perseverancia de este escritor. ¿Coincide con la observación que en el caso de Coetzee la literatura está por delante del compromiso?
R: Absolutamente. En más de una ocasión Coetzee ha dicho que él descree y prescinde de todas aquellas ficciones que sirvan a modo de consuelo. Y claramente una de ellas es la fama. Coetzee vive de espaldas a todo lo que es el oropel o las candilejas. Con esto le quiero decir que su compromiso es esencialmente con la literatura.
P: Usted es uno de los traductores en lengua castellana más importantes de Coetzee. ¿Qué elementos destacaría más de la obra del nuevo Nobel de Literatura?
R: En primer término me refiriría al plano del estilo. En este se aprecia un despojamiento cada vez más mayor y acentuado. Tras toda esa aparente sencillez, de esa frase muchas veces simple o escueta hay un enorme trabajo de condensación. De hecho no es de extrañar que el último capítulo de su más reciente novela, Elizabeth Costelo—la cual estoy traduciendo— lo “escriba” la mujer de lord Chandos, el personaje de Hugo von Hofmannsthal, la cual funda un poco toda esa estética del despojamiento que corre como una poderosa corriente en la gran literatura del siglo pasado. Estilísticamente tendríamos esa marca de la casa y ese rasgo diferencial. En el plano del cómo abordar las situaciones narrativas que se plantea Coetzee hay un rigor moral que a veces puede llegar a parecer despiadado e injusto, cuando en realidad a lo que él aspira es a presentar las situaciones que aborda con la máxima claridad y despasionamiento.
P: ¿Frente a la obra de Coetzee hablamos de rigor moral o de desesperanza?
R: Para responderle me sitúo en la tercera novela de Coetzee. En Esperando a los bárbaros --con base y transfondo en el poema de Kadafis-- los bárbaros –que en teoría son el enemigo—van a terminar por ser aquéllos que salven al Imperio Romano. ¿Qué sucede? Yo no creo que haya una falta de esperanza en el conjunto de su obra. Lo que sí hace Coetzee es poner de relieve una serie de paradojas muy llamativas. El verdugo se puede convertir con una gran facilidad en víctima, como sucede en su novela Vida y época de Michel K y en la que cité al principio de mi respuesta. A ojos del lector el personaje que peor nos cae empieza muy mal, como es el caso del profesor de filología inglesa–tiene una situación de acoso sexual con una alumna--, pero cuarenta páginas después el lector se enfrenta a un pobre diablo que inspira la mayor de las conmiseraciones posibles. ¿Falta de esperanza o desesperanza? Lo que hace Coetzee es plasmar sus novelas en realidades atroces. Una de las cosas que sucede en sus textos ambientados en Sudáfrica ----La edad de hierro, Desgracia, o sus novelas autobiográficas Infancia y Juventud- es que visto desde el hemisferio norte la época del apartheid terminó en su día pero las secuelas de esa atrocidad siguen muy palpables. En otras palabras la herida sigue supurando.
P: ¿De ahí que Coetzee sea un novelista duro e incómodo en términos políticos?
R: Coetzee es un novelista para todos los públicos. Es duro en el sentido de áspero, de adusto, inquietante, molesto. En términos políticos resulta muy incómodo, no para el lector, sino para los que se encuentran dentro de las esferas del poder. Y esta incomodidad la consigue con una gran sutileza.
P: El lenguaje de Coetzee se caracteriza por una gran precisión y elegancia. ¿Hasta qué grado se pierde la fuerza de esta narrativa cuando se traduce al castellano, o es acaso otra la fuerza que adquiere?
R: Por supuesto que en una traducción algo se pierde. Ya lo decía Robert Frost que la poesía es aquello que no supera la traducción. Tenemos esa otra definición que dice que los clásicos son aquellos que soportan incluso una mala traducción. En el caso de Coetzee no tengo la impresión que la pérdida sea cualitativamente importante, precisamente por ese adelgazamiento o condensación del lenguaje que cuesta trabajo, no ya respetar, sino reproducir. Pero se consigue porque una de las virtudes en Coetzee es que él mismo va marcando la dirección. Las veces que le he consultado sobre un juego de palabras vitales en un texto y que no tienen reproducción posible en castellano, me sugiere que lo intente a través de alguna forma para alcanzar una resonancia semejante. A Coetzee no se le puede traducir deprisa. Le confieso que uno se cansa con bastante facilidad. Una de las razones es porque en cada uno de sus párrafos Coetzee expresa mucho más que la suma de sus partes. Vas traduciendo y cuando pones todo junto te das cuenta de que falta algo. Hay que andar haciendo ajustes y trabajando como un relojero. Y esto para lograr la hilaridad, los momentos inesperados, los momentos de desolación absoluta que resultan de la expresión feroz y exquisita que Coetzee esgrime en sus textos.
P: En varias ocasiones Coetzee ha dicho conocer mejor la literatura latinoamericana que la de la península Ibérica. En el caso de América Latina Coetzee admite conocer mejor la poesía que la ficción. ¿Percibe que en la narrativa de Coetzee hay alguna influencia por parte de las letras latinoamericanas, tanto de los mares de la poesía como de los de la ficción?
R: Coetzee es un gran traductor de poesía neerlandesa y es un lector asiduo de poesía. No olvide que él empezó cultivando la poesía en su juventud. Si él está sobre las corrientes poéticas del momento es algo que tiene que transpirar inevitablemente de alguna manera. En cuanto a la gran narrativa latinoamericana es absolutamente natural que la conozca mejor que la peninsular. Durante muchísimos años la narrativa colombiana, argentina, mexicana o chilena han tenido una fuerza superior a la nuestra. En cuanto a detectar influencias me parece algo aventurado. El propio acervo de Coetzee tiene una implantación muy fuerte en Sudáfrica. Los paisajes y las costumbres no son de modo alguno parecidos. Recuerde también que la herencia europea de Coetzee se encuentra sumamente presente en su obra.
P: En términos generales la obra de Coetzee no ha logrado calar lo suficiente en Iberoamérica. ¿Por qué razón?
R: Sinceramente lo desconozco. Hay una novela de Coetzee que se titula Desgracia y que ha registrado un buen volúmen de ventas en España y Latinoamérica. Quizá se trate de una de sus novelas más accesibles, no sólo por haber ganado el Booker Price sino también porque es directa y enlaza a cualquier tipo de lector. Lo cierto es también que con autores extranjeros como Coetzee existe cierta prevensión y alejamiento. Además y como lo abordamos anteriormente, la de Coetzee es una obra dura e incómoda en términos políticos. Hay, sin embargo, varias novelas que recomendaría a aquellos que ignoran a Coetzee. Por ejemplo En medio de ninguna parte, monólogo femenino de corte muy cinematográfico. Al que guste más de la novela histórica recomendaría El maestro de San Petesburgo, donde Coetzee explora el San Petesburgo de Fedor Dostoievski. Y al que más le interese la actualidad entonces que lea Desgracia.
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