PEQUEÑAS COSAS
Lo conocí en la escuela. Nos prestamos la infancia,
el banco, los recreos, el sol del mediodía,
los vuelos de regreso a su casa, a la mía
y compartimos tardes de olímpica vagancia.
Jugar durante horas, aun cuando llovía,
pelearnos con un gesto de estudiada arrogancia,
lanzarnos mil abrojos, con cruel beligerancia
y pedazos de tierra hasta que anochecía.
Tirarnos en el pasto y sentir la fragancia
de la menta aplastada... Y ahora, a la distancia,
me pregunto por qué no guardé, de algún día,
un puñado de abrojos de los tantos que había,
o un trébol, o un cascote con marcas de alegría.
Era mi amigo. El resto... no tenía importancia.
EL TÍTERE
En un trozo de tela quedó envuelta la mano:
dos botones por ojos, una nariz de felpa,
un manojo de hebras de lana la cabeza
y su sonrisa ingenua, un cordón colorado.
La voz de la muchacha se quedó entre sus labios
y él solo dijo un cuento para la simple audiencia.
Se estremeció su cuerpo, tembló su cabellera
¡y vieras los pequeños, qué atentos lo escucharon
narrar sus aventuras por éstas y otras tierras!
Quisiera describirte toda aquella inocencia,
quisiera dibujarte los rostros asombrados.
Después, todos se fueron. Y la tela fue tela,
botones los botones y otra vez hebra la hebra,
mas no sabes, los niños... ¡qué felices soñaron!
EL PASAJERO
Yo tomo del camino de otros seres
la mejor realidad para mi vida.
No ignoro el llanto ni la misma muerte,
pero le debo al alma una alegría,
o al menos la intención de estar alegre.
Otros hombres y bestias y mujeres
y pájaros se forjan con mis días
una parte –también- de sus presentes,
de modo que hay destinos que se inician
o siguen a través de mí su suerte...
Tan sensible es la red que así se hila,
que a veces el sufrir ajeno duele,
o una dicha lejana es compartida.
Y encuentro que soy puente entre mil puentes
y el mundo no es sino una roca antigua
que de infinitas formas florecidas
ha cubierto sus pliegues.
Soy en la Tierra sólo un accidente;
no más que un hongo, un ave, una bahía.
Soy una flecha altiva,
tallada en una vara humilde y fuerte,
que en el aire se quema mientras siente
que un nuevo arco espera su caída.
(c)Carlos Marianidis
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