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Encuentros, Juan García Gayo
 

Purpurina dorada en la nariz y los párpados
El pelo a contraluz.
Ella todavía no abrió los ojos
Y entonces aprovecho a revivir sus días de cumpleaños,
Las viandas compartidas en la playa
Y a mi lado una espiral de cable telefónico
Empieza como caracol marino y llega hasta el aparato gris
Encuentros © Juan García Gayo A la memoria de Inosha, mi esposa Purpurina dorada en la nariz y los párpados El pelo a contraluz. Ella todavía no abrió los ojos Y entonces aprovecho a revivir sus días de cumpleaños, Las viandas compartidas en la playa Y a mi lado una espiral de cable telefónico Empieza como caracol marino y llega hasta el aparato gris Con ruegos entrecortados por la pasión. La indiferencia es un buen escondrijo para algunas serpientes. La entrega del amor es el mejor contraveneno. Besar, acariciar la piel, ¿por qué nos gusta tanto? Tocar el cielo, ¿por qué nos gusta tanto? No simpatizo con los que sueñan con animales amaestrados, En desfiles, circos, enfermerías, En el tiro de gracia para rematarlos cuando se quiebran. Otros sueñan con posiciones y anatomías trágicas, Cuerpos transformados en experimentos cada vez más audaces. A mi me corresponde soñar únicamente con personas atravesadas por el mismo dolor. Cómo guiarse, cómo atrapar la justa medida en un espacio dado. Yo amo a Inosha y ella me ama. Con los ojos todavía cerrados toma de su mesa de luz la reliquia De la beata madre Maravillas y la apoya en el vientre. Y la naturaleza violenta lanza su sacudón sobre nosotros dos por igual. La lluvia acaba de retirarse, de mayor a menor. Y uno puede pensar: Sin embargo, Dios no nos ha fallado. Ah, sus capillas de vidrio con agujas de vidrio versus la vida real. Acaso sea un adiós el de esa mujer con un lunar en la frente Que al tomar un taxi me rozó el brazo, le indicó al chofer mi dirección y esa mujer tiene que ser Inosha. Entretanto, desarrollé una insólita habilidad para escaparle al miedo: Cabeza abajo. Cuando vuelvo de la oficina abro la puerta como un autómata, Converso con tres leones hambrientos y después, recién después, Miro si necesitan agua las plantas. Sobre el autor: Juan García Gayo nació en Buenos Aires. Publicó cinco libros de poemas. Obtuvo el Premio Fondo Nacional de las Artes y el Tercer Premio Municipal. Es traductor del portugués y del inglés y periodista profesional. Actualmente se desempeña como asesor de prensa de la Academia Nacional de Bellas Artes.
 
 
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