ARCHIVOS DEL SUR
La Historia amenazada, por Pablo Gámez (desde Holanda)
Por Pablo Gámez.
Artgos Int.-Servicio Mundial.
Después de las enormes manifestaciones contra la guerra en Iraq que tuvieron lugar semanas atrás en todo el planeta, el útlimo frente que se suma al no intervención militar es el de un poderoso y reconocido grupo de arquéologos. Ellos han advertido al Pentágono y a la administración Bush sobre el daño que causará en el patrimonio arqueológico y cultural iraquí un nuevo ataque armado contra ese país.
Por Pablo Gámez.
Artgos Int.-Servicio Mundial.
Después de las enormes manifestaciones contra la guerra en Iraq que tuvieron lugar semanas atrás en todo el planeta, el útlimo frente que se suma al no intervención militar es el de un poderoso y reconocido grupo de arquéologos. Ellos han advertido al Pentágono y a la administración Bush sobre el daño que causará en el patrimonio arqueológico y cultural iraquí un nuevo ataque armado contra ese país.
Poco hace de que Arthur Houghton, un reconocido ex curador de antigüedades del Museo J.Paul Getty y McGuire Gibson, del Instituto de estudios Orientales de la Universidad de Chicago, decidieron unir sus conocimientos y esfuerzos para advertir al mundo sobre las irreparables consecuencias que tendrá una nueva ofensiva militar sobre los tesoros arqueológicos y culturales que posee Iraq.
Houghton y Gibson encabezan un grupo internacional de curadores e historiadores que se han dirigido directamente a las autoridades militares del Pentágono. El objetivo: desnudar la realidad de hace once años, cuando la primera Guerra del Golfo, y lo que eso significó en términos de daños culturales y pérdidas para la historia de la humanidad.
Además del Pentágono, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos recibió de este grupo de historiadores, curadores y arqueólogos una serie importante de mapas e informaciones sobre los miles de monumentos arquitectónicos y ruinas que se encuentran en territorio iraquí.
Estos documentos y mapas resucitan los tiempos de Alejandro el Grande y Nabucodonosor, de los imperios de Babilonia y Asiria, recordando que bajo las arenas del desierto de Iraq duerme una necrópolis que espera a ser nuevamente despertada. Es decir, viejos reinos del pasado que aun esconden palacios, templos y mezquitas. Houghton y Gibson no exageran al advertir que otra operación militar contra Iraq supone el pago de una factura cultural que la historia de la humanidad nunca podrá saldar.
EL HURACÁN DE LA GUERRA DEL GOLFO.
Se sabe que Saddam Husein siempre ha utilizado las glorias del pasado de su país para ayudar a construir su nación, animando el orgullo de los habtiantes por las maravillas de Niniveh o la gran historia de la ciudad de Ur, pero también se sabe que desde los años de su constitución como república, Iraq cuidó denonadamente los aspectos culturales de su población. Es ahí donde se inscribe el inigualable esfuerzo de restauración de su patrimonio monumental y la creación de museos y bibliotecas en todas las provincias del país.
Pero como lo documenta Joaquín M.Córdoba Zoilo, profesor de Historia Antigua de la Universidad Autónoma de Madrid, los bombardeos aéreos realizados durante la guerra del Golfo así como los movimientos de tropas de la coalición en el sur del país, afectaron gravemente a muchas zonas monumentales, museos y yacimientos arqueológicos. Los daños más evidentes por actos de la aviación aliada sobrevinieron en la ciudad de Basora, considerada como una retaguardia del Ejército iraquí de operaciones en la zona meridional, por lo que sufrió el poder de fuego de la coalición, que destruyó monumentos como las mezquitas de Al Kawaz y Al Maaqal.
En la misma región, los movimientos de tropas aliadas llegarían a afectar lugares tan emblemáticos como Ur y su zigurat, afectado por el fuego de artillería.
La Dirección General de Antigüedades denunciaría ante Naciones Unidas los actos cometidos por soldados aliados en la misma Ur y en Tell El Lahm. Más al norte, la capital, Bagdad, sufrió igualmente los daños derivados de los bombardeos que no sólo destruyeron los puentes de la ciudad, sino que también afectaron a edificios históricos -como la Mustansiriya del siglo XIII o la mezquita de Kaplannya- y museos, como el Museo Arqueológico -el Iraq Museum, uno de los más importantes del mundo en su especialidad. En otras ciudades y monumentos también se produjeron daños de consideración como en Mosul -donde se destruyeron distintos edificios en el barrio histórico cercano al alminar de Hadba y las iglesias de Tahira y Mar Yusef- y otros lugares.
Pero decretado el alto el fuego, los males no habían terminado, explica el profesor Córdoba. “Como consecuencia de los conflictos abiertos y apoyados por la coalición aliada en el sur y en el norte, los daños y los saqueos de museos y bibliotecas se multiplicarían”.
Acabada la guerra y tranquilizada la situación de conflictos internos inmediatamente sobrevenida, La Dirección General de Antigüedades de Iraq remitió a la UNESCO una larga relación de lugares dañados o saqueados que precisaban la ayuda de los organismos internacionales para su salvación.
En la lista de museos dañados figuran el Museo de Iraq (restauración y reordenación de materiales); Museo Panorama de Qadisiya, inmediata restauración; Museo de Basora, restauración y recuperación de fondos; Museo de Maysan, reconstrucción, restauración y reposición de fondos; Museo de Nasiriya, restauración y reposición de fondos; Museo de Qasidiya, restauración y reposición de fondos; Museo de Kufa, reconstrucción, restauración y reposición de fondos;
Museo de Kirkuk, reconstrucción, restauración y reposición de fondos; Museo Etnográfico de Kirkuk, reordenación; Museo de Mosul, restauración parcial; Museo de Dohuk, restauración y reposición de fondos; Museo de Arbil, restauración y reposición de fondos; Museo de Suleimainiya, restauración y reposición de fondos.
Además de estos trece museos afectados por la guerra y sus consecuencias, siete bibliotecas de gran importancia fueron completamente destruidas.
Como si fuera poco todas las antigüedades de los museos siguientes, fueron robadas y casi en su totalidad han ido a parar al mercado clandestino de obras de arte de Europa, Estados Unidos y otros países: todos los fondos del Museo de Basora; todos los fondos del Museo de Maysan; todos los fondos del Museo de Kirkuk; todos los fondos del Museo Etnográfico de Kirkuk; todos los fondos del Museo de Kufa; además de los fondos de los museos de Qadisiya, Dohuk, Suleimainiya y los manuscritos depositados en el Museo de Kirkuk.
La lista de la Dirección General de Antigüedades de Iraq termina con un catálogo de 8 monumentos y yacimientos de la mayor importancia afectados en Bagdad, Basora, Mossul, Nimrud y Ur; 8 zonas o edificios históricos dañados en Mossul y Bagdad y 3 áreas de interés histórico en Arbil, Kirkuk y Maysan.
La lista de estos datos fueron refrendados por observadores independientes y publicados en las páginas de revistas como The Art Newspaper (del 9 de junio de 1991), la francesa Archeologia (número 247, de 1991) y la prensa alemana.
Estas publicaciones constataron también el inicio del saqueo como consecuencia directa de la situación política y las sanciones en Iraq.
Se tiene conocimiento de la sustracción de estatuas y relieves en Hatra y Nimrud. Igualmente de las excavaciones clandestinas en una docena de yacimientos, algunos de la mayor importancia, como en la ciudad sumeria de Umma, donde un grupo de saqueadores clandestinos excavó un archivo de tablillas cuneiformes, muchos de cuyos textos han sido denunciados en el mercado clandestino de antigüedades.
LAS VOCES QUE DUERMEN.
El profesor McGuire recuerda que dentro de las fronteras de Iraq yace una parte muy importante de la famosa Mesopotamia y de las culturas que crecieron entre las corrientes del Eufrates y el Tigris. De ahí que no sea casual que los arqueólogos e historiadores describan este territorio como el pesebre de la humanidad.
McGuire tampoco exagera cuando explica que basta con mover una roca en el desierto de Iraq para realizar un importante descubrimiento. De hecho si esto no sucede cada semana, sucede cada mes.
Así, nuevos hallazgos surgen de la arena y es cuando el presente viola el silencio del pasado. Semanas atrás arqueólogos iraquíes descubrieron los vestigios de una ciudad sumeria de 4.700 años de antigüedad, en donde estaría lo que podría ser el cementerio más antiguo del mundo.
La ciudad, que contiene ruinas de la época sumeria (2700 a.C.), fue descubierta en el sur del país, en la región desértica de Um al Aqareb, 300 km al sur de Bagdad. El jefe del equipo de arqueólogos que realizó el descubrimiento, Haydar Abdelwahed, explicó que "los vestigios atestiguan que la ciudad se extendía en más de seis kilómetros cuadrados. Las excavaciones, iniciadas en 1999, permitieron encontrar ya numerosas viviendas, un palacio, un templo y un inmenso cementerio".
Abdelwahed agregó que el yacimiento fue objeto de saqueos durante la guerra del Golfo. "Unas 4.000 piezas arqueológicas fueron robadas y los traficantes se llevaron parte de ese botín a Turquía".
"El cementerio contiene miles de tumbas que datan de 2300 a 2060 a.C., lo que significa que es el más antiguo cementerio de la historia hasta ahora descubierto", declaró Abdelwahed.
Según expertos, la imagen de las ruinas ofrece indicios de una ciudad que debe haber sido espléndida en el pasado. El palacio, con una superficie de 2.500 metros cuadrados, está rodeado de una muralla de 2,5 metros de ancho. En una de sus habitaciones, que probablemente pertenecía a un príncipe, hay una estatua de piedra caliza que representa a un carnero de 50 cm de altura.
Los arquéologos tampoco dudan que este descubrimiento arrojará nuevas luces sobre la época sumeria. La ciudad descubierta se encuentra 120 km al norte del yacimiento arqueológico de Ur, que fue la más importante ciudad sumeria de Mesopotamia. Según cuenta la historia, Ur, situada a orillas del Eufrates, fue la ciudad natal de Abraham.
En ella se encuentra la célebre Zigurat (2113-2096 a.C.) de tres niveles y 17,25 metros de alto.
Pero conocer más sobre los sumerios es conocer detalles de la vida de uno de los pueblos más prolíferos de la antigüedad. Los sumerios eran de baja estatura, musculosos, y los hombres llevaban siempre la cabeza rapada. Practicaban la agricultura y la ganadería, trabajaban la lana y los metales y también eran comerciantes: en la antigüedad, la región contaba con un intenso tráfico pluvial. Los sumerios desarrollaron una de las escrituras más antiguas: la escritura cuneiforme, un conjunto de más de 700 signos que permitió la trasmisión del pensamiento y las historias de este pueblo.
Además de Ur, las ciudades más importantes de Sumeria se llamaban Kish, Uruk, Lagash y Umma. Allí nacieron los primeros astrónomos y astrólogos, que estudiaron las estrellas y pronosticaron el ascenso y la caída de su civilización.
Días después del hallazgo de la ciudada sumeria citada, las autoridades iraquíes descubrían las ruinas de tempo asirio del siglo VIII ac.
Los expertos aseguran que Irak, junto con Egipto, posee un patrimonio arqueológico todavía incalculable. Según vestigios de los restos de ciudades que ya se encontraron, habría cientos de aldeas y pequeños poblados tapados por la arena que todavía esperan ser descubiertos.
Uno de los grandes problemas que señalan arqueólogos e historiadores es que muchas de estas ruinas históricas se encuentran cerca de bases aéreas o refinerías de petróleo.
Por ejemplo, el Kerbala Shia, tumba del imán Al-Hussein, la más renombrada reliquia islámica de Irak, está cerca de una planta de armas químicas y un proyectil casi la destruye en 1991. Ur, el sitio más famoso de Irak y quizás la ciudad más antigua en el mundo, está cerca de una gran base aérea que también fue atacada. En Basra al-Qurna, hay un viejo y retorcido árbol, conocido como el árbol de Adán, en un sitio reputado como el del Jardín del Edén. Una presunta planta de armas químicas está cerca.
Citada por el diario londinense The Independent, Helen McDonald, de la Escuela Británica de Arqueología en Irak, dependiente de la Universidad de Cambridge, dijo que en otras ocasiones los iraquíes habían intentado mover una gran cantidad de sus objetos más importantes en tiendas instaladas en las afueras. Ahora, han empezado a hacer lo mismo.
"Pero algunas cosas son imposibles de mover, como las grandes piedras. Si una bomba pega en un museo, ¿qué sería de él?", se pregunta McDonald.
La consecuencia es la eliminación potencial de testimonios históricos que se remontan a 4.000 años antes de Cristo.
Y es cierto: la historia y la memoria no son continuistas, pero toda historia y memoria tienen su propia, legítima y respetable continuidad.
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