Patagonia, un lugar verdadero.
(Santiago de Chile)
María Cristina da Fonseca
Un reseco portón de madera se abre hacia la desnudez de un paisaje desmesurado e inabarcable . Colgados en uno de sus extremos , alguien ha dejado los cuerpos inertes de dos zorritos Recado que , junto con un ejército de pieles crucificadas en la curtiembre del último pueblo, nos devuelve a la época brutal de las cacerías de indios y otras matanzas acaecidas en este universo perdido.
Nos encontramos en un vacío de tierras, en un baldío que interrumpe la geografía nuestra de todos los días. Avanzamos por una vasta extensión de soledad y nada, ubicada más allá , al inicio o al fin de nuestro planeta . Paréntesis gigantesco que se abre y se cierra entre el viento malo, la sólida vacuidad de los hielos, la crueldad del mar y el todo del firmamento : la Patagonia Argentina.
Recorrer esta llanura de ultratierra es nuestra meta. Empresa y aventura que acometemos durante un mes de febrero , en el salimos a enfrentar caminos que, desde hacía mucho, nos andaban por dentro .
Atrás, muy atrás en el tiempo y la distancia, hemos dejado las campiñas floridas de hortalizas y lavanda que la utopía sembró en El Bolsón (1). Comarca de evocaciones donde cada cuento parece haber encontrado un rincón donde colgar su nombre y brindarnos el privilegio de dormir en Hamelín, devorar mermeladas caseras en Jauja ,beber chocolate con medialunas en la Calabaza …
Remotos y extraños resultan aquí los paisajes del otro lado del mapa , a los que pronto hemos de regresar. Recordado desde aquí, el verdor de la Patagonia Chilena con susventisqueros colgantes deshaciéndose en ríos color turquesa y el vapor de sus aguas termales impregnando de misterio los intrincados bosques de desde donde el chucao lanza su canto en espiral, todo parece irreal e imposible.
Avanzando por andurriales incontaminados de afiches y propagandas, hemos cruzamos caseríos de aspecto fantasmal destinados a sufrir dramáticos trasvestismos, según los alcance un golpe de polvo o una ventiada de nieve . Sus habitantes, gente ensimismada, de poca habla y mucho caminar, exhiben la misma hondura del paisaje que los sostiene y aprisiona. .
Hace ya horas que avanzamos por medio del vacío .Salvo un monigote que remeda la presencia de un puestero y de una
oveja descarriada, que haciendo honor a su nombre vaga solitaria, no nos hemos topado con nada ni nadie…
La Patagonia fluye dominante, exigente y áspera . Aún puede percibirse en ella, el eco de los forajidos cuyas hazañas cantan los poetas y cuyos favores se solicitan en las capillitas a la vera de la ruta.
El cielo es nuestra única compañía. Sobre nuestras cabezas, solitarios o en hatos pasan cúmulos y nimbos – cada una de sus nubes alcanza su forma arquetípica - mientras a ras de tierra la algodonosa apariencia de algunos rebaños de ovejas y cabras intenta repetirlos.
De súbito , a lo lejos, bajo el cielo sin término, cruzan dos jinetes .(¿Estarán acaso de regreso los bandidos de otrora?)
Seguidos por sus perros en estado de excitación y alerta , las siluetas galopan , más allá de los lunes y de los martes , por una franja de horizonte que no figura en mapas o calendarios.
Desaparecen tragados por el espacio que se abre a los cuatro costados ..
A medida que avanzamos por entre el polvo y las flores silvestres que se abren blancas, amarillas, rojas y malvas a la orilla de la ruta, jugamos a dejar que el allá que se divisa lejos, vaya acercándose hasta convertirse en un fugaz aquí, pronto a ser dejado atrás.
.Para descifrar el singular “terminicio” de tierra donde nos hayamos, bastaría abrir un hueco o tendernos un rato sobre ésta .Pero, correríamos, tal vez, el riesgo de ser absorbidos por ella.
El entusiasmo nos arranca un grito y el corazón nos golpetea fuerte, cuando, desde la aparente muerta nada que nos rodea, surge en loca carrera una bandada de ñandúes. Sus grandes pupilas obscuras nos miran casi sin curiosidad, nos confunden, quizás, con las piedras .
Tampoco da indicios de temor, la perdiz que tras irrumpir
con sus doce polluelos en la soledad del camino
se pone a picotear las ruedas de nuestro vehículo. Su presencia pone algo de tibieza hogareña en la amplia llanura .
En la inmensidad de estos espacios sin barreras ni propietarios visibles, la fauna parece seguir siendo dueña de si misma, de la tierra y aún del firmamento a cuyas constelaciones presta sus nombres.. Su confiado candor , nos devuelve a la época en que los seres, animales y humanos, se entendían ..
A nuestro alrededor la tierra exhibe su primitiva desnudez . El dinosaurio cuyos huevos permanecen anidados entre sus repliegues , no ha dejado de habitarla .. Su mirada pesa sobre nuestros hombros , llevándonos más allá de estos dominios del viento, hacia un espacio mental , lejos de todo, incluso de nosotros mismos.
Los largavistas nos acercan por un instante al perdido e intangible lago donde incansablemente ,una y otra vez, renace el flamenco, fénix extraviado en la esquina más austral de nuestro continente.
Pese al asfalto del camino, a los pueblos que surgen a sus costados, los puestos aduaneros y los hitos que señalaban el imposible punto donde un país se convierte en otro, aquí el mundo sigue siendo ajeno a los humanos.
Voluntariosa e intransigente la Patagonia impone a l que pasa por ella un ahora total y simultáneo, sin futuro ni prehistoria.
Lo saben tal vez los guanacos que nos espían desde la distancia -Ellos conocen la inmensidad de estas llanuras donde no existe punto alguno por el que se transite dos veces.
Lo sabe el zorro que interrumpe sus merodeos y se vuelve a observarnos preguntándose si hubiésemos podido domesticarnos mutuamente . Nos miran porque no nos volverán a ver. Saben que por mucho que nosotros recorramos los caminos, por muchas veces que regresemos y se nos vuelva a ver partir, por aquí, por el dilatado presente de Patagonia sólo pasaremos una vez…
(1)Valle feliz donde los sueños hippies de los sesenta se refugiaron para dar origen a una ecológica y bucólica comunidad. |