Emocionalmente destrozados, sin medios económicos y en la situación de precariedad de los sin destino, un grupo de hombres y mujeres exiliados supieron levantar una isla de libertad educativa frente a la desintegración cultural y moral. Su extraordinaria gesta nos es descrita en la muestra homenaje que la Residencia de Estudiantes ha realizado sobre su labor.
Madrid. JULIA FERNÁNDEZ
En uno de los estudios recopilados por el historiador Nicolás Sánchez Albornoz en su libro El destierro español en América se recoge en el testimonio de Enrique Monedero López una de las visiones más claras y sintéticas de lo que supuso la experiencia educativa republicana en el exilio de México: “Habíamos pasado nuestra infancia y nuestra adolescencia en aquellos micromundos donde se pensaba, se actuaba, se sentía y se creía de una manera peculiar. No se nos españolizaba de forma voluntaria sino espontánea. Existen ejemplos que son representativos: En el primer año de primaria recuerdo que la maestra Teresa Torres Campañá nos enseñó el poema de “Los lagartos” de Federico García Lorca. Al mismo tiempo que aprendíamos de memoria aquellos versos, supimos que García Lorca era nuestro, que estaba con nosotros y por eso había sido brutalmente asesinado. ¡Cuánto tardaron los españoles de España en recuperarlo y nosotros que aprendimos con él las primeras letras!”: España frente a la ignominia del olvido y en los pilares del corazón; una España ideal que podía alimentar altísimos vuelos morales, culturales y pedagógicos.
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