Los medios de comunicación social, sobre todo los de soporte audiovisual, son los exonentes máximos de la representación espectacular de lo real. Son, por esto, un «lecho» privilegiado donde adormecernos. Los medios de comunicación social, omnipotentes, condenan la democracia a su irremediable estetización, por su mediación, simulación, hedonismo, narcisismo… de manera que el ideal democrático pierde su objeto. La autora estima que lo diabólico resume mejor la naturaleza de la cultura mediática, porque presupone una tensión permanente. Los medios deberían ser interpretados como espacios privilegiados para la confrontación de experiencias.
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