Una de las problemáticas que enfrentan los sistemas de educación a distancia es, sin duda alguna, la de la deserción.
Todos los adelantos tecnológicos en comunicación e información resultan herramientas insuficientes ante la pérdida de la motivación que inicialmente conduce a un individuo a la decisión de estudiar.
La deserción se produce de modo súbito y, por lo general, irreversible. Se interrumpe abruptamente la comunicación, en la mayor parte de los casos, sin la precedencia de una explicación causal, que tampoco se obtiene a posteriori.
En aquellos casos en que finalmente se consigue una respuesta, esta suele ser de carácter general y evasivo, en base a argumentos entre los que se destaca la falta de tiempo. Esto resulta poco creíble si se tiene en consideración que, hasta el momento del quiebre, la persona contaba con la misma disponibilidad temporal y se mantenía activa dentro del sistema.
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