Me ocuparé en esta oportunidad de algunos problemas que afectan actualmente a las universidades del mundo entero y que ponen en riesgo la misión de esas instituciones. Tengo conciencia de los profundos cambios acaecidos en la organización de la sociedad y los países, y de las transformaciones de la economía y la política, pero también creo que debe mantenerse el sentido trascendente de la actividad universitaria sin que la variabilidad de las condiciones externas menoscabe su esencia.
Verdaderas universidades son aquellas donde hay auténtica comunidad de diálogo, de palabra y de escucha entre los que enseñan y los que aprenden; se trata de espacios de convergencia para las generaciones y de formación de nuevos líderes. La universidad, ciudad del espíritu, más bien debe iluminar a la sociedad que adaptarse a ella "respondiendo a la demanda"; la universidad es el reino de las ideas, ámbito en el que se aprende a respetar lo distinto, incluso a combatir los prejuicios, aunque ello significara ir en contra de la opinión pública.(1,2,3).
Dos cuestiones, a mi entender, están afectando significativamente el perfil y el funcionamiento de las universidades: primero, la tendencia a la comercialización y globalización exagerada de la educación superior, que pasaría a ser considerada un "commodity", es decir, una mercancía más; y segundo, la tendencia a la disminución de la autonomía universitaria, que se refleja en la imposición de evaluaciones y acreditaciones externas.
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