Partiendo de un caso real, analizan las autoras cómo en el proceso de aprendizaje cualquier tratamiento de carácter conductista comporta el riesgo de contribuir colateralmente a la no autonomía intelectual y moral de los supuestamente peor dotados, que se sienten invadidos por el miedo a equivocarse, se paralizan y en definitiva, hacen crecer su fracaso.
El retraso intelectual se nos presenta como una rueda sin fin de fracasos, con Javier se nos enseña que es posible escapar de esa rueda y que para ello hay que encontrar sentido a las tareas que se realizan y hay que comprender que la responsabilidad nunca puede recaer de forma exclusiva en el individuo, que además es el que tiene las dificultades de partida.
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