A la vez que objetos de políticas, la comunicación y la cultura constituyen hoy un
campo primordial de batalla política: el estratégico escenario que le exige a la política
recuperar su dimensión simbólica -su capacidad de representar el vínculo entre los
ciudadanos, el sentimiento de pertenencia a una comunidad- para enfrentar la erosión del
orden colectivo.
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