Los cambios registrados en el perfil de los economistas ilustran muchas transformaciones del capitalismo actual. Apoyándose en la internacionalización de la profesión bajo la hegemonía norteamericana, la ortodoxia absorbió al institucionalismo y redujo la influencia de los críticos. Este avance neoliberal se explica por las funciones que cumplen los ortodoxos como personal de la clase dominante, en una etapa de
ofensiva del capital sobre el trabajo. Propagan teorías naturalistas y mecanicistas para justificar esta agresión y difunden concepciones que glorifican el mercado y legitiman la desigualdad social. Frente a esta mistificación, el institucionalismo asigna al economista una función armonizadora de los intereses de todos los ciudadanos. Pero omiten que las grandes decisiones económicas expresan las necesidades de las grandes empresas y bancos y no los intereses mayoritarios de la población. Pretenden situar su labor en el campo de los cientistas sociales, pero ignorando la enorme gravitación que tiene el punto
de vista de clase en el pensamiento económico. En el plano teórico este desconocimiento se expresa en la caracterización heterodoxa de marcos institucionales y agentes plurales del proceso económico, que eluden toda referencia a la explotación como fuente del beneficio.
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