Desde hace un tiempo, no mucho, la sociedad mexicana viene mostrando cambios importantes en su interior. Podríamos, a grandes rasgos, precisar los principales momentos: 1968, 1988, 1994 y 1997. El primer año marca una de las represiones más graves ocurridas en el país, un intento de los jóvenes estudiantes por modificar el rostro del país, su rigidez, es sofocado con fuego y sangre; el segundo, precisa la separación de Muñoz Ledo y Cárdenas de un PRI ya por completo anquilosado e incapaz de avanzar y el lanzamiento de la candidatura del segundo a la presidencia de la República, hecho que culminó con un fraude de magnitud escandalosa, la “caída del sistema”; el tercero, un primer debate entre los tres principales aspirantes presidenciales (Ernesto Zedillo, Cuauhtémoc Cárdenas y Diego Fernández de Cevallos, PRI, PRD y PAN respectivamente) y la aparición pública del EZLN y el cuarto, el triunfo de Cárdenas en la Ciudad de México. Todas estos hechos son jalones históricos, México comienza a salir de su marasmo y se sacude la modorra, se inquieta y observa su atraso político, la existencia de medios informativos que sucumben ante el peso del Estado, un sistema presidencialista obsoleto y la ausencia de grandes partidos de oposición.
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