La década de los ochentas llega a su fin, parece que poco ha sucedido, en mucho nos quedamos escuchando los ecos de los sesenta y los setentas, especulando sobre el movimiento hacia el fín M siglo. Otros siguieron actuando, las motivaciones sobraron, los estallidos críticos de
las condiciones materiales de nuestro tiempo se han sucedido y multiplicado. Actores, espectadores y etcéteras han sido conmovidos, no son
épocas de quietud e inmovilidad. Todo ha sido tan rápido, siempre con presiones, con la tensión del objeto por fuera y por dentro. El reloj ha
sido el rey, la lógica del minuto y el segundo ha digitalizado la vida toda. El sufrimiento continúa, pero la carcajada se tiene a la distancia que
media entre el tedio y el encendido de la televisión.
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