constatar simplemente que dos de cada tres peruanos tiene menos de veinticinco años puede constituir una razón suficiente para afirmar que casi
cualquier tópico de la realidad peruana -y demográficamente hablando, de la la[¡ noamericanaestá necesariamente atravesado por alguna
problemática de juventudes. Atributo biológico genérico de nuestras poblaciones, en contraste con los abultados segmentos de vejez y edad madura
habitantes en los opulentos países M norte, que lucen tan alejados de nuestra circunstancia. El predominio de la población joven en nuestro medio
establece en cambio términos muy diferentes. Su presencia creciente en escuelas y universidades siempre incapaces de acoger a todos, su inestable
y penosa inserción en el mundo M trabajo, sus modos inéditos de acceso al mercado M consumo resignificando el uso de la ciudad, en suma, las
señas de un ubicuo luchar por la vida, más allá de asoc ¡aria a todas las formas deanomia y violencia que hoy en día abaten al Perú, disponen
fácilmente al tratamiento estereotipado de esta categoría social.
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