Como se introduce un cuento, podríamos decir que hace treinta y nueve años un educador brasileño llamado Paulo Freire empezaba a poner en común, en los círculos de cultura y entre los amigos de lucha política, sus planteamientos educativos, basados en una filosofía humanista y en una concepción religiosa liberadora, que le permitía encarnar el sentido trascendental de la persona. La fe, la alegría y la esperanza jamás fueron, para él, instrumentos de alienación; sino por el contrario, de trascendencia por el amor; en ellas los sujetos retornan a la fuente que los libera.
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