El autor viene a dar respuesta a la editorial del n° 55/56 de nuestra revista. Realiza un ejercicio crítico sobre las ideas que se expresan, defendiendo otro enfoque de la atención al alumnado con necesidades educativas.
La lectura del Editorial del n° 55/56 de Kikirikí me ha hecho pasar con inusitada rapidez por tres estados de ánimo bastante diferenciados: de la complacencia a la rebeldía y de esta al enfado. La inicié complacido, con la natural expectativa de quien suele estar de acuerdo con lo que va a leer, expectativa que se cumplía al principio ante un dilema que ya otras lecturas, y la propia experiencia, me habían sugerido: está bien tener derecho a la educación, pero ¿por qué el Estado obliga a los ciudadanos a ejercerlo dentro de un determinado sistema? Se me venían a la mente ideas e imágenes que iban desde la “teoría de la reproducción” (I) a una película suiza titulada “Jonás” en la que los protagonistas vivían en una comuna y educaban ellos mismos a sus hijos. Continuaba leyendo con bastante sintonía las críticas a la implantación de la Logse, que no a su filosofía, y me recordaba algunos artículos leídos en Cuadernos de Pedagogía, como el de Fernando Hernández y Juana Mª Sancho, o el más reciente del colectivo de MRPs (2); e incluso algunas conclusiones del Consejo Escolar del Estado en sus últimos Informes (3).
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