A Internet se le suele mirar con ilusión, o con aprensión, pero es difícil ser indiferente ante su presencia global, las posibilidades de conocimiento que ofrece y desde luego, sus insuficiencias y distorsiones. Con frecuencia sus propagandistas más entusiastas la adornan con tantos atributos que pareciera, casi, que basta conectarse a la Red de redes para que sus usuarios se vuelvan informados e instruidos. En el otro extremo se encuentra la actitud de quienes rechazan las capacidades que Internet tiene para mejorar la vida de la gente.
En todo caso la pertinencia de utilizar o no a Internet con propósitos didácticos es una discusión cada vez más superada. Quienes no se acercan a esta tecnología de información y comunicación –si es que consiguieran estar al margen de ella– no solo dejarían de aprovechar sus posibilidades. Además quedarían fuera del contexto creado por rutinas, ritmos y modalidades con que una significativa porción de la humanidad se informa, divierte, aprende, comercia y se interrelaciona. Al comenzar 2008, aproximadamente uno de cada cinco habitantes de este planeta tiene conexión regular a la Red.
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