Son varios los retos que enfrenta hoy, como ayer, la educación sexual en la escuela, primordialmente la de nivel básico. En primer lugar, y a pesar de que mayoritariamente los padres de familia reconocen la necesidad de dicha educación para sus hijos, y que trabajosamente se abre paso en las aulas, la legitimación de esos conocimientos muy útiles en la era del vih-sida no dejan de presentarse resistencias aisladas a nombre de diversas causas.
Aunque los sectores marcadamente tradicionalistas desearían que el silencio y/o la satanización hacia los conocimientos en sexualidad fueran la actitud elegida y la regla vigente, no deja de ser contradictorio que el desenvolvimiento social, en plena globalización, plantea complejas contradicciones sobre el tema. Es decir, no se puede tapar el sol con un dedo cuando el desarrollo de las tecnologías mediáticas ofrece amplios estímulos e información para la juventud y la niñez. También está el hecho de que una realidad compleja y diversa se quiera someter al estrecho corsé de definiciones y lineamientos unilaterales; esto ofrece dificultades y la principal es que el pensamiento único se ve desbordado.
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