El desarrollo de la economía de la información, en medio de la crisis mundial, trata diferenciadamente a los países. Para el heterogéneo conjunto de naciones subdesarrolladas se trata de un desafío cultural en su más amplio sentido.
El célebre semiólogo y ensayista italiano Umberto Eco tituló a un libro suyo sobre la comunicación y la cultura Apocalípticos e Integrados ante la Cultura de Masas. Ambas adjetivaciones constituyen dos actitudes generalizadas y antagónicas ante la actual cultura de los medios de comunicación masiva: por un lado la aceptación acrítica de los integrados, y por otro el rechazo indiscriminado del nivel de los programas y contenidos (los apocalípticos).
Creo que ante el fenómeno de la informatización de la sociedad, hemos visto hasta ahora (al menos en la Argentina) una gran mayoría de integrados. Estamos siendo fascinados obsesivamente por una actitud y una receta tecnológica casi mágica (una especie de tecno-magia) que nos permita superar frustraciones de un estancamiento crónico, saltando etapas, negando ciertos hechos de la realidad, suplantando casi mecánicamente profesiones, métodos y procesos productivos, y reemplazándolos (o a veces sumándolos) por equipos y tecnologías sofisticadas. No quiero decir con esto que debemos ser apocalípticos ni pesimistas, tal vez ni siquiera desconfiados (paranoicamente desconfiados), pero sí que debemos ser objetivos, realistas y sistémicos
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