El presente artículo nos lanza un reto que no podemos rechazar. Si la publicidad nos enseña que todo cuanto vendemos debemos hacerlo a través de unas técnicas capaces de atraer al comprador y que éste nada deseará si previamente no le hemos obligado a desearlo, es justo admitir que también en el ámbito educativo -donde lo que se vende es
más abstracto, pero no de naturaleza diferente- deben regir igualmente unos métodos encaminados a vender el producto. Poner las técnicas de la publicidad al servicio de la motivación en la escuela es la propuesta del autor.
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