Toda obra de arte adquiere su sentido según los componentes que integre y según las relaciones sintácticas que se establezcan entre ellos. No obstante, los materiales llevan implícitos unas connotaciones determinadas: por ejemplo, una superficie pulida y limpia puede conducir a unos significados que se relacionen con lo espiritual; la gama de colores fríos apunta también en esta dirección. El espejo dentro de las instalaciones podrá incidir en unos significados implícitos en su mismo funcionamiento. Este elemento posee una serie de características que intervendrán en la concepción total de la obra. Por otra parte, adquirirán el significado total a partir de sus relaciones con los objetos restantes de la instalación.
Cuando analizamos la influencia de la aparición de los espejos en una instalación, se ponen en juego diversos aspectos que hacen relacionarlos con diversos materiales y procesos de reproducción icónica:
- desde sus afinidades funcionales, cualquier superficie que refleje poseerá características comunes con los espejos (ciertos tipos de plásticos, metales, cristales);
- desde sus afinidades materiales, los cristales se nos presentan como primos hermanos de los espejos, pues estos últimos se componen de una superficie de cristal a la que se le ha añadido una capa de azogue; otros objetos, como el monitor de vídeo, cuentan también con la presencia de esa superficie cristalina en la que observamos determinadas imágenes.
- por ello el espejo, como modo de reproducción de la realidad circundante, se sitúa cercano a otros medios (como la fotografía o el vídeo), aunque la reproducción a la que nos referimos es más natural que intencional (no olvidemos que aunque el espejo sea un artefacto humano, una superficie lisa de agua actúa de modo análogo al espejo).
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